Mundo > LA SALIDA DE CAPUTO

El mercado argentino, en shock tras la salida de Caputo, se prepara para mayor volatilidad del dólar

El renunciado funcionario tenía discrepancias con el FMI, por la estrategia para intervenir en el mercado cambiario. Emerge con más fuerza el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne
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26 de septiembre de 2018 a las 05:00

La renuncia del presidente del Banco Central, Luis “Toto” Caputo, cayó como un baldazo de agua fría y hasta terminó eclipsando por completo al que hasta ese entonces era el tema del día, el cuarto paro general que la central sindical CGT convocaba contra el gobierno macrista.

Del éxtasis a la agonía, dice la letra del tema “La argentinidad al palo”, tal vez la que mejor describa estos días que se viven en la Argentina. Hasta hace escasas 48 horas, se respiraba un clima de tranquilidad, un convencimiento colectivo de que, como dice Mauricio Macri, “la tormenta ya pasó” y hoy otra vez reina la incertidumbre y el nerviosismo entre inversores y ahorristas.

Caputo siempre había sido elogiado en público por Macri, que lo consideraba “el Messi de las finanzas” y le estaba agradecido porque, gracias a sus contactos en Wall Street, había convencido a grandes fondos de inversión estadounidenses para poner 3.000 millones de dólares con los que se superó una turbulencia financiera en junio pasado.

Por supuesto que nadie creyó la explicación oficial de que la renuncia se debía a “motivos personales”, y todo el mundo atribuyó la medida a diferencias insalvables en la interna del equipo económico y, sobre todo, entre Caputo y los técnicos del Fondo Monetario Internacional.

Es cierto que Caputo estaba dando señales de fatiga y estaba pagando un alto costo personal por su exposición pública, al punto que había sufrido “escraches” en situaciones de salida familiar. No era de extrañar que, con una vasta carrera como exitoso banquero de inversión, estuviera ansioso por salir del candelero.

Pero el “manual” de la política argentina indica que esas renuncias se producen los viernes a las 18 horas, después del cierre de los mercados, y con todo un fin de semana por delante para que la opinión pública pueda asimilar la noticia. Pero, si están planificadas, nunca ocurren de la forma en que se fue Caputo, con un comunicado cinco minutos antes de la apertura de los mercados y con el mismísimo presidente todavía en Nueva York, tratando de convencer a los inversores extranjeros sobre la normalidad de la Argentina.

El mercado financiero dio su inmediata opinión sobre lo que estaba ocurriendo. Después de la semana de tregua cambiaria, el dólar volvió a subir y se ubicó de los $40, mientras que los bonos de deuda soberana, que habían tenido una fuerte recuperación –mientras el riesgo país caía 200 puntos- volvieron a desplomarse en los mercados internacionales.

Esa reacción negativa del mercado no fue una sorpresa para nadie. Para empezar, por el pésimo “timing” de la noticia. Apenas un día antes, Macri había hablado ante inversores para persuadirlos de que el episodio de turbulencia financiera había sido superado, que volvía la estabilidad y que se abrían oportunidades de negocios en Argentina.

En ese contexto, la renuncia del presidente del Banco Central, que es uno de los dos funcionarios que deben estampar su firma en el documento del acuerdo con el FMI, no es precisamente un dato que transmita tranquilidad.

¿Se viene el “dólar flotante” del FMI?

En este momento, lo que el mercado interpreta es que hay una fuerte interna en el equipo económico y que el gobierno no quiso repetir el papelón de junio pasado, cuando el entonces titular del Central, Federico Sturzenegger, fue “renunciado” apenas una semana después de haber puesto su rúbrica en el primer acuerdo con el FMI, al constatarse sus dificultades para controlar al dólar.

Caputo venía acumulando diferencias con el resto del gobierno, en particular con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien le reprochaba el haber convencido a Macri de que anunciara la segunda fase de un acuerdo con el FMI, cuando ni siquiera se había empezado a negociar con los técnicos del organismo. El presidente quedó muy mal parado cuando, tras su cadena televisiva, el mercado respondió con una fuerte suba del dólar, justamente el efecto opuesto al buscado.

Pero la divergencia de fondo entre Caputo y el resto del gobierno es la forma de encarar la política cambiaria. Caputo cree que es necesario establecer un sistema que devuelva previsibilidad, en un país donde la volatilidad del dólar genera pánico y una parálisis de la actividad.

El fin de semana pasado trascendió la noticia –muchos creen que fue filtrada por el propio Caputo- de que se estaba pensando en un sistema de bandas de flotación móviles, un sistema de “crawling peg” con ciertas similitudes al que aplicó Uruguay en los años ’90. De esa forma, se preveía, se terminaría con la volatilidad y la economía volvería a crecer.

Claro, ese sistema supone la promesa implícita de que el Banco Central garantizará un “techo” a la cotización, aunque eso implique sacrificar reservas internacionales. Y ahí es donde empezaba a chocar con el Fondo, que sigue apegado a su postura histórica de que se debe dejar flotar al tipo de cambio hasta que el mercado lo estabilice en su precio de equilibrio.

La preocupación del FMI es, sobre todo, impedir que sus dólares –que tienen por objeto reforzar las reservas del Central, terminen financiando la fuga de capitales. De hecho, eso fue lo que ocurrió en los últimos cuatro meses, cuando ya unos 13 mil millones de dólares fueron “quemados” en una infructuosa con el mercado pulseada para frenar la suba del tipo de cambio.

Revertir el rojo

Los argentinos siguen comprando dólares a un promedio de 3.000 millones por mes, ya sea para ahorrar o para financiar viajes al exterior. Y el FMI parece determinado a revertir esa situación, y a equilibrar lo antes posible el “rojo” de la cuenta corriente, que antes de la corrida cambiaria había superado los cinco puntos porcentuales del PBI y ya cayeron dos puntos.

Una de las versiones más fuertes que se corrieron ayer en la city porteña es que uno de los detonantes de la salida de Caputo es que la semana pasada, contradiciendo expresamente la opinión del Fondo, decidió usar más de 500 millones de dólares de las reservas para devolver estabilidad al dólar.

De manera que, en este momento, la lectura que hacen los economistas y los bancos es que fue derrotada la postura de forzar una estabilización y que la condición para una nueva ayuda financiera del FMI es tolerar mayor volatilidad cambiaria.

Lo que se presume, ahora, es que el Central tendrá más dólares, pero menos margen de maniobra para disponer de ellos. Fue sugestivo el inmediato comunicado del organismo, en el sentido de que la salida de Caputo no alteraba la marcha del nuevo acuerdo.

Una primera señal en ese sentido es que el flamante presidente del Banco Central, Guido Sandleris –un técnico de segunda línea que responde directamente al ministro Dujovne- abandonó la estrategia de vender dólares para satisfacer la demanda cotidiana y prefirió privilegiar las intervenciones en el mercado de futuros, con la esperanza de desarmar expectativas de devaluación a mediano plazo.

Paradójicamente, esa había sido la política preferida del Banco Central durante la etapa final del gobierno kirchnerista. Una política que luego fue motivo de una causa judicial contra la ex presidenta, porque generaba un ámbito propicio para operaciones especulativas ruinosas para el Estado –una pérdida de unos 4.000 millones de dólares en beneficio de los bancos-. Y casualmente uno de los banqueros que se habían beneficiado al comprar futuros a 10 pesos y luego cobrar la diferencia con los 15 pesos post devaluación había sido… Luis Caputo. La argentinidad, al palo.

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