En los últimos días, surgió un debate acerca de la futura producción de carne a partir de procesos de laboratorio y su posible impacto en la ganadería del Uruguay. Aparecieron ideas tan pintorescas como invitar a Bill Gates para enfrentar este desafío.
Creo que hay que pensar diferente y la filosofía oriental puede venir en nuestra ayuda: “Si sucede, conviene”, es una máxima siempre presente (que nuestra gente de campo también aplicó diciendo “no hay mal que por bien no venga”). O sea, busquemos el lado positivo que superará con creces lo adverso. Y luego “en nuestras fortalezas están nuestras debilidades”.
Con estos dos conceptos avancemos. La ciencia y luego el mercado producirán proteína animal en cantidades crecientes, gracias a inversiones enormes y a costos violentamente descendentes, tanto que se llegará a niveles de casi cero, como sucede con el costo de las telecomunicaciones. La única duda es si eso sucederá en cinco años, 10 años o 20 años. Esa fortaleza se transformará en su debilidad, porque lo que no cuesta nada producir y hay competencia, valdrá poco y no se valora mucho lo que no cuesta nada.
Esto no sucederá con la producción de carne natural, porque no hay como acortar ciclos biológicos y reducir consumos de alimentos, la biología manda.
En una generación, el mundo deberá mantener 10.000 millones de habitantes con ingresos a un nivel del doble del actual o sea en capacidad de consumo como si hoy hubiese aquí 20.000 millones de personas; ¡qué bueno que exista proteína abundante y muy barata (sea vegetal o animal) para alimentar a esa masa poblacional! Me preocuparía mucho si ese no fuera el caso… ahora bien: ¿cómo debemos actuar para defender nuestros intereses?
En primer lugar, apuntar a segmentar el mercado diferenciando nuestro producto (respuesta básica de cualquiera que sepa algo de marketing).
¿Hoy hay proteína animal en forma de pancho y de churrasco premium, algún problema? La clave es que pancho sea pancho y churrasco premium sea churrasco premium.
Debemos diferenciar nuestros productos carne ovina o carne vacuna y especialmente los producidos a pasto que fijan carbono en forma positiva neta. Esos productos no se pueden copiar en laboratorios ni fabricar en tres segundos a dos centavos de dólar por kilo; serán cada vez más caros y exclusivos y encontrarán una demanda cada vez más alta del segmento creciente de la población mundial de altísimos ingresos que preferirá churrasco premium en vez de panchos: sólo tendremos que posicionar nuestras carnes como únicas y excepcionales, sólo dedicadas a los paladares más sofisticados que puedan pagar precios altísimos.
¡Nuestro país consiguió crear la marca Uruguay Natural gracias a una famosa regata mundial en el gobierno de Lacalle Herrera, bien hecho!
Ahora hay que crear, registrar y defender las marcas (que los expertos definirán con precisión) correspondientes a carne vacuna natural a pasto, carne ovina natural a pasto, etcétera. Esas marcas deben ser promovidas mundialmente y muy cuidadas, gracias al respaldo de nuestra trazabilidad de animales individual que muy pocos países del mundo tienen.
Y también debemos mejorar en materia de bienestar animal para que ese flanco también este cubierto.
Pero recordemos que también para nosotros “nuestras fortalezas (producir carne en forma abundante y barata) serán nuestras debilidades (quedarnos sin hacer nada enojados porque Gates promueve proteína animal de laboratorio)”.
En mi opinión debemos decir “thanks Bill!”, por llamarnos la atención a tiempo. Si en vez de preocuparnos nos ocupamos, el futuro será brillante para el Uruguay.
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