Luis Lacalle Pou.

Opinión > TRIBUNA

Tiempos duros

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12 de abril de 2021 a las 05:00

Por el coronavirus Uruguay se enfrenta al momento más difícil del siglo XXI con tensiones que repercuten en lo económico, lo social y lo político.
La pandemia cuya sombra se pasea por el continente amenazando la estabilidad de los gobiernos, afectando la siquis de las personas, los cimientos de la sociedad y cuestionando las certezas de antaño, ingresa en esta segunda quincena de abril en su faceta más compleja.

El gobierno de la República, sustentado en la firme convicción de tener a la libertad como faro, ratificó en todos los términos el rumbo a perseguir durante la noche más oscura de la crisis sanitaria. En las próximas horas anunciará nuevas medidas para intentar paliar la angustia económica que viven varios sectores. Son esperadas para apuntalar el pedido de reducción de la movilidad que se le pide a la población.

Al ratificar el rumbo, primero en una entrevista en el periódico argentino La Nación y luego en una conferencia en Torre Ejecutiva el miércoles 7 el presidente generó una ola de críticas durísimas de la oposición, de sectores de la Universidad de la República y de actores del sistema de salud directamente involucrados en la lucha contra el virus.

La presión generada por el incremento exponencial de muertes y contagios, el estrés real de los centros de terapia intensiva y el miedo lógico que vive parte de la población tensaron el ambiente generando una situación hostil para la gobernanza en un momento en que debería reinar la paz y la unidad en el país. El enemigo es común a todos. 

La realidad comparada indica que no hubo medida en países democráticos -salvo el imposible aislamiento total y absoluto de las personas por un largo período de tiempo en una isla como en Nueva Zelanda- que pueda detener seriamente el avance del virus en sus diferentes cepas. Los uruguayos en el fondo saben que esto es así.

Ni las cuarentenas obligatorias, ni los toques de queda, ni las militarizaciones cibernéticas pudieron domarlo. Menos ahora con el cansancio acumulado. Lo ratificó el matemático Fernando Paganini del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) en Subrayado: lo único que puede detener la pandemia es la vacunación. En ese sentido, en las peores semanas de la crisis Uruguay tiene un éxito arrollador en la materia. La gente que dudaba poco a poco se fue convenciendo y concurren de a miles diariamente a los puestos de vacunación. En el triste olvido quedaron los voceros antivacunas y su discurso panfletario. Mientras tanto, a cumplir con las medidas reiteradas hasta el cansancio: tapabocas, lavado de manos, distanciamiento físico, no aglomerarse, teletrabajo en lo posible, respeto a las burbujas y espacios aireados.

El gran cuestionamiento que le hacen al gobierno sus detractores es en relación con la movilidad de las personas. El caso de Argentina con la cuarentena obligatoria más larga del mundo revela que declararla para incumplirla es mucho peor. Lo mismo explicó el científico Rafael Radi hablando del caso chileno argumentando que tampoco allí se cumple. De Brasil, que optó el camino de la negación, mejor no hablar.

En Uruguay, pese a que el gobierno no prohíbe la movilidad, la gente tampoco se cuida como debería. ¿Nos la tienen que prohibir? ¿Desplegar militares y policías para que nos quedemos en los hogares? ¿Parar todo? ¿Cerrar todo? ¿Cómo hacerlo? Es un dilema complejo que nos interpela cada mañana cuando nos miramos al espejo.

El presidente de la República, que conoce bien los vericuetos de la política, optó por no cambiar de monta en la mitad del río. Sabe que ha ganado en ley la posibilidad de ajustar la cincha y asegurar el recado para evitar que lo arrastre la correntada. Es ahí donde dispone de todas las herramientas a su alcance, sin desechar ni siquiera el diálogo con el errático Frente Amplio. A nadie le importará que en el fragor de la batalla contra el virus el gobierno tenga que retroceder unos metros, pero el norte hacia la libertad apelando a la responsabilidad individual no debe estar en discusión, por más que hacerlo signifique el dolor y la incomprensión del momento.

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