Opinión > COLUMNA DE HUMOR

Un segundo de más

El martes fue el día más largo del año, pues por problemas en la rotación de la Tierra, hubo que agregarle un segundo
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03 de julio de 2015 a las 05:00
Cuando desperté sabía que sería un gran día. Iba a tener un segundo más,y no estaba dispuesto a desaprovecharlo. El asunto es que, como el planeta está girando más lento, el Servicio Internacional de Rotación de la Tierra decidió que este 30 de junio tuviera un segundo más, para compensar.

Francamente, no sabía que existía un organismo encargado de la rotación de la Tierra. Sería prudente que se dieran a conocer los nombres de sus responsables, porque tienen en sus manos una enorme responsabilidad.

Mire si un buen día a algún funcionario desaprensivo le da la gana de que gire en el otro sentido o que simplemente se detenga. Probablemente nos caeríamos todos al piso, y si gira en sentido opuesto, los días se darían en sentido inverso, y en lugar de envejecer, seríamos cada día más jóvenes.

Alguien puede pensar que esto podría ser una ventaja, pero no es así, porque tendíamos que vivir de
nuevo todo lo que ya dejamos atrás, pero esta vez en sentido inverso, es decir, sufriendo primero las consecuencias de nuestros actos, y luego los actos mismos.

Desconoceríamos amores, nos separaríamos en el momento de encontrarnos, y el momento de vernos por primera vez se transformaría en el último. Además, sabríamos con exactitud el momento en que vamos a dejar de existir, precisamente el día de nuestro cumpleaños.

Vivir sin la incertidumbre de la muerte, sabiendo además con exactitud qué nos va a pasar a cada momento, no tiene ninguna gracia. Así que es mejor que los muchachos del Servicio Internacional de Rotación de la Tierra hagan bien su trabajo, por el bien de todos, incluso de ellos mismos. Sin ánimo de ser tremendista, es mejor que tengamos contentos a esos tipos, ya que si les da por hacer un paro, va a ser literal.

De todos modos se ve que no están haciendo del todo bien su trabajo, y la Tierra no gira tan rápido como debería, por eso el resto de la humanidad debe reparar sus chapuzas y agregarle un segundo a un día cada cierto tiempo. Esta vez tocó el martes, y no estaba dispuesto a desperdiciarlo.

Más de cuatro podrán suponer que un segundo no es gran cosa, pero hay gente a la que le han entregado medallas de oro en los Juegos Olímpicos por mucho menos que eso. Un segundo puede ser la diferencia entre la gloria y el bochorno.

El problema es que uno tiene la agenda preparada para cierta cantidad de tiempo en el día, y si de buenas a primeras le dan un segundo de más, resulta harto complicado decidir a qué dedicarlo.

La mayor complicación radicó en el momento en que dicho segundo fue anexado, al final del día. Si uno lo hubiera tenido en medio de la tarde, por ejemplo, o a primeras horas de la mañana, hubiera sido más útil. Pero a esa hora está casi todo cerrado y la mucha gente se encuentra durmiendo.

Pero igual se pueden hacer cosas. Hace tiempo que se me vienen amontonando libros que no leo por falta de tiempo, así que los puse junto a mi sillón favorito para comenzar. Es cierto que no se puede leer demasiado en un segundo, pero algo es algo. También preparé las herramientas, porque si no me llegaban a venir ganas de leer, podría aprovechar para arreglar la canilla de la cocina, que gotea empecinadamente desde mediados de 1992 y nunca pude reparar. Llevé al baño los productos de limpieza, por si se me ocurría limpiar los residuos de jabón de las paredes.

También junto al sillón, del lado opuesto al que había puesto los libros, dispuse un bucito de lana al que tengo que afeitarle las pelotitas que se forman con el roce. A su lado puse el costurero y un calzoncillo que tengo para zurcir. Pensé en bajar de arriba del ropero la caja donde guardo las facturas de los entes y los recibos de sueldo, a fin de ordenarlos debidamente, pero desistí, sabiendo que no me iban a venir ganas de hacer eso.

Terminados los preparativos me senté en el sillón a esperar el segundo extra. Sentía mariposas en el estómago a medida que avanzaba la cuenta regresiva. En el preciso momento en que el segundo llegó, sentí la imperiosa necesidad de bostezar.

Cuando terminé de hacerlo, ya corría el primer segundo del miércoles. Intenté llamar al Servicio Internacional de Rotación de la Tierra para preguntar cuándo volverá a repetirse el fenómeno, pero el número no figura en la guía telefónica.

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