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8 de junio 2024 - 5:00hs

Dicen que para solucionar un problema primero hay que identificarlo y, luego, reconocerlo. En Uruguay expertos y jerarcas políticos han identificado desde hace tiempo el enorme problema que significan los homicidios que no ceden y se mantienen en valores altos, para una sociedad de las características de la uruguaya.

Luego de un pico en 2018, durante el gobierno del Frente Amplio, los homicidios se han mantenido terca y preocupantemente estables, lo cual no es en absoluto una buena noticia.

Esta semana, el presidente Luis Lacalle Pou dio el segundo paso a la hora de encarar un problemón como este. Lo reconoció con pelos y señales y sin excusas, que son las que hemos escuchado los uruguayos casi ininterrumpidamente en la última década larga de parte de gobiernos de diferentes colores políticos. “No podemos con los homicidios”, dijo Lacalle Pou. "Rompe los ojos, tapar el sol con un dedo no se puede".

Usted podría decir que de poco valen los reconocimientos si no se soluciona el problema, pero yo creo que los reconocimientos públicos son fundamentales porque suponen compromisos que, si no se cumplen, se convierten en fracasos. Y es tarea de nosotros, los ciudadanos, evaluar los fracasos y votar con estos y los éxitos en la balanza.

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En 2023 hubo 382 homicidios, casi uno por día. El año anterior hubo 383 casos, según el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior; en 2021 fueron 300, en 2020 334 y 393 en 2019. Si se compara 2023 con 2020, el aumento es de 14%, y en relación con 2019, último año de gestión del Frente Amplio, hubo un descenso de 3%.

En 2018, el annus horribilis de, entre otras cosas, “renunciá Bonomi”, fueron asesinadas 414 personas. Repaso estos números no porque considere que valga la pena pasar cuentas políticas con homicidios, sino porque demuestran que el fenómeno está encapsulado en esta sociedad aparentemente pacífica y semi desarrollada. Y porque, a diferencia de lo que opina el presidente actual y el anterior y el anterior también, el problema siempre debe ser tema de campaña. Que lo sea demuestra que no estamos tan anestesiados, como parecemos, ante la muerte.

"Que haya una arenga de campaña con niños heridos o muertos, no. Lamentablemente es un tema desde hace diez años. Fue un tema de campaña y es lógico que sea en la que viene si es una preocupación. Pero vayamos a lo que se decía hace muchos años. Un candidato dijo que iba a bajar 30% rapiñas y hurtos. No los bajaron sino que subieron", dijo Lacalle Pou en referencia a la promesa de Tabaré Vázquez de 2014.

Que no haya arenga sobre niños muertos, está bien, pero que no haya arenga tampoco sobre lo que se hizo y no se hizo antes y ahora. Que haya arenga sobre lo que se debe hacer para controlar esta violencia, y que se arengue sobre un acuerdo entre partidos al que se debe llegar de una vez por todas para alinear esfuerzos y, ojalá, obtener resultados.

La comisión interpartidaria de seguridad que convocó este gobierno dejó poco y nada y la responsabilidad es compartida. Es verdad, como se encargó de recordar Lacalle Pou, que muchas de las medidas que allí se propusieron fueron rechazadas pero ahora están en la plataforma de algunos partidos políticos, incluyendo al Frente Amplio.

Tanta muerta y un caso que pone los pelos de punta, como el que dejó cuatro muertos y 100 casquillos de bala en una casa del barrio Maracaná, han comenzado a anestesiar -creo yo- a los uruguayos. En Maracaná fueron asesinados cuatro personas, la mayor de las cuales tenía 40 años y el menor 11.

Hemos repetido demasiado a menudo que este tipo de cosas son “un ajuste de cuentas”, que en este caso la Policía considera que podría serlo y tiene vínculos con el narcotráfico. Pero cuando decimos estas cosas nos olvidamos que el ajuste de cuentas en el Maracaná mañana será el ajuste de cuentas en Pocitos o en Malvín o en La Aguada. El crimen siempre corre para donde puede, para donde encuentra un hueco, y es sabido que cuando la Policía aprieta a un barrio los criminales encuentran otro inmediatamente.

Anestesiar los asesinatos es lo peor que podemos hacer los uruguayos, incluso los que no tenemos responsabilidades públicas. Y aislarlos, como que pasan en otros lados y que no me va a tocar a mí, es un peligro enorme.

Si algo positivo se puede rescatar de esta racha de muerte, es que se comienza instalar una mayor conciencia de que los que están presos tienen que ver con el círculo de la violencia; no le conviene a nadie que sigan hacinados y con ínfimas posibilidades de rehabilitarse. Uno de los asesinados en Maracaná tenía antecedentes penales por rapiña, algo que se repite. Las víctimas de asesinatos con antecedentes son el 57,8% del total, según cifras del primer trimestre de este año. El año pasado, en el mismo trimestre, eran 52,6%.

Las autoridades saben desde hace tiempo que hay un semillero de criminales que está fuera de control, y no por falta de advertencia: las cárceles. Con un sistema colapsado, algo que también reconoció Lacalle Pou, y escasas posibilidades de rehabilitación y de una vuelta a la vida “normal” con herramientas para insertarse en la sociedad y no en el delito, se da el fenómeno de puerta giratoria. El 70% de los liberados vuelven a delinquir.

Ya no se trata solo de “mano dura” ni solo de “ca…a palos” ni solo de “meterlos a todos en cana”. Abordar este estado de situación supone medidas mucho más progresivas, que tardarán en surtir efecto pero que, ante todo, necesitarán de acuerdo político.

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