La democracia cuesta dinero y bien pagado está: funcionarios, edificios, legisladores, energía y varios etcéteras. Lo que duele, como suele suceder en la vida en general, es el tiempo gastado. Es decir, las horas perdidas al santo botón como las que se consumen mientras se usa esa herramienta parlamentaria que se llama “interpelación”. Salvo contadísimas excepciones, tras la salida de la dictadura poca cosa nueva se ha conocido de boca de los interpelantes o de los ministros a los que se interpela para que den explicaciones sobre los más diversos asuntos.
Ni que hablar que siquiera estamos cerca de aquel tiempo, recordado por los más veteranos, en que legisladores de la talla de Wilson Ferreira Aldunate tiraban jerarcas con el filo de su lengua. Desde hace muchos años los legisladores vienen perdiendo tiempo en maratónicas sesiones en las que nada cambia, los interpelados siguen tan campantes, ningún secreto se revela y muy pocos uruguayos se enteran de que hay decenas de legisladores que hablan sin parar desde el día a la madrugada.
Acaso aquel llamado a sala a los ministros Francisco Bustillo (Cancillería) y Luis Alberto Heber (Interior) por el pasaporte entregado al narcotraficante Sebastián Marset tuvo un poco de sustancia porque el asunto terminó en las renuncias de jerarcas, aunque estas dimisiones no estuvieron vinculadas con lo dicho en sala.
Para peor, desde que germinaron las redes sociales, los parlamentarios aprovechan estas instancias para guapear, levantar la voz, filmarse y colgar las intervenciones en su facebook, su instagram, su tuiter y todo lo que tengan a mano.
Antes de las redes solían anotarse, calculando a ojo, para hablar a eso de las siete de la tarde, cuando empezaban los informativos.
No escapó a esos antecedentes la interpelación a la ministra de Salud, Cristina Lustemberg, por la situación del presidente de ASSE, Álvaro Danza, a quien la oposición acusa de haber violado la Constitución al ejercer al mismo tiempo en la actividad pública y en la privada.
En la sesión que comenzó en la Cámara de Diputados a las 10 y 30 de la mañana del lunes y terminó cerca de la 1 de la madrugada del martes, nada nuevo se supo sobre el caso, y las defensas y las acusaciones se repitieron en el mismo tono y contenidos usados en las últimas semanas en los diversos medios de comunicación.
Tanto que el Frente Amplio escribió su declaración de apoyo a la ministra en la tardecita del lunes cuando aún faltaban horas de críticas cruzadas. Y antes de que termine el año vamos a tener una interpelación a la ministra de Defensa, Sandra Lazo, por el “affaire” Cardama y otra bastante insólita al ministro de Educación, José Carlos Mahía, para pedirle explicaciones por el fallo de la Jutep que le dio la razón a Danza.
El consumo de luz y de café en esas horas perdidas es lo de menos. El tiempo gastado resulta un poco más imperdonable.