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17 de noviembre 2025 - 5:05hs
Embed - La hora de los halcones: los ataques entre el gobierno y la oposición están volando alto

“Estoy cansado de este gobierno, y este gobierno hace un año que está", dijo el presidente del directorio del Partido Nacional, Álvaro Delgado aunque la administración encabezada por Yamandú Orsi en realidad no ha cumplido ni nueve meses en funciones. Y si Delgado (Aire Fresco), quien hasta hace no mucho se disponía a llevar adelante una oposición medida y responsable, ya está harto ¿qué se puede esperar de aquellos que desde el inicio le habían mostrado los dientes a la izquierda gobernante?

Los últimos enfrentamientos entre las partes, azuzados particularmente por el caso Cardama y el caso Danza, alimentaron la inquina y se vienen una serie de interpelaciones en donde se espera que la ferocidad verbal cotice al alza.

Incluso el Partido Independiente (PI), generalmente moderado en su discurso, con su único diputado, Gerardo Sotelo, a la cabeza, la emprendió con particular dureza –avalado por sus compañeros de coalición- contra la decisión de la Jutep de justificar el doble empleo de Álvaro Danza al frente de ASSE y como médico de varias mutualistas. “No somos Venezuela” y “quiebre institucional” fueron algunas de las expresiones opositoras. Y pese a que Danza renunció a las mutualistas en las que trabajaba, los ministros de Salud, Cristina Lustemberg y José Carlos Mahía, igual serán interpelados.

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También será llamada al Parlamento la ministra de Defensa, Sandra Lazo, tras la decisión del gobierno de rescindir el contrato firmado por la administración de Luis Lacalle Pou con la empresa Cardama para la construcción de dos lanchas patrulleras.

El oficialismo denunció la existencia de una garantía trucha pero las formas utilizadas para señalar la irregularidad –una conferencia de prensa encabezada por un Orsi flanqueado por los secretarios y prosecretarios de la Presidencia, Alejandro Sánchez y Jorge Díaz- mostraron a la izquierda más preocupada por atacar al expresidente Lacalle Pou y al exministro de Defensa, Javier García, que por informar sobre lo hecho e intentar solucionarlo.

García (Espacio 40), quien ya había adelantado que eso de la oposición responsable no era otra cosa que “una sanata”, no se anduvo con vueltas. “El gobierno no tiene agenda positiva, van ocho meses y no tiene rumbo, ha decidido que su rumbo es destruir lo del gobierno anterior", expresó.

En una entrevista con El Observador, el politólogo Daniel Chasquetti dijo que el affaire Cardama “golpea a García” pero a la vez “lo pone en un lugar en el que se va sentir cómodo porque él está interesado en ser antagonista” del gobierno. El senador encabeza el grupo mayoritario del Partido Nacional, que tiene entre sus integrantes al senador Sebastián Da Silva, uno de los francotiradores blancos más activos.

Desde la oposición, el único que ha dicho que piensa recorrer un camino menos belicoso es el senador colorado de Vamos Uruguay Pedro Bordaberry. “Algunos reclaman una oposición dura, ruidosa, inmediata. Nosotros elegimos ser una oposición firme, seria, pero sobre todo útil. No venimos a gritar, venimos a construir”, dijo el 18 de octubre durante un encuentro nacional de su sector.

¿También se llevará la embravecida corriente las aspiraciones del líder colorado?

Desde el oficialismo, el tono ayuda muy poco a calmar la furia opositora. Por ejemplo, el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, mandó a la oposición a hacer terapia para que asuma en su psiquis la derrota en las elecciones del año pasado.

Para peor, la relación entre el expresidente Lacalle Pou y el presidente Orsi atraviesa su momento más tirante luego de que el primero acusara al mandatario de dejarse arrastrar a una operación política en su contra con la denuncia en torno a Cardama, y el segundo lo describiera como un enamorado engañado por el astillero español.

El frío apretón de manos con el que se saludaron este martes durante la conmemoración de la Noche de los cristales roto, habla de ello.

Lo cierto es que cada caso, cada polémica, cada sesión parlamentaria se convierte en una nueva batalla. Pero lo más preocupante no es el ruido, sino el efecto que puede producir: una erosión lenta y constante de la credibilidad de la clase política en la que todos pierden empujados por los núcleos duros que, desde las redes sociales, piden mano impiadosa con el adversario.

Blancos, colorados, independientes y frenteamplistas parecen estar convencidos de que tienen cuerda para rato y que la lógica de agresión permanente no convocará, como ocurre en otras partes del mundo, a algún outsider populista de esos que no necesitan programas de gobierno y les basta con señalar la crisis de credibilidad de los demás para levantar cabeza.

Es probable que los políticos uruguayos tengan razón. Que la moderación de los votantes de esta parte del mapa les impida, de aquí a muchos años, pegarle un portazo al sólido sistema de partidos que hoy nos rige.

Pero la lógica de trinchera, la idea de que ceder es perder y negociar es traicionar, puede dar titulares, movilizar militantes aunque difícilmente seduzca a quienes quieren soluciones más allá de las camisetas partidarias.

Algunos optimistas dirigentes partidarios consultados por El Observador reconocen en reserva que este clima político en algún momento debe mejorar y confían en que el próximo año, una vez cumplidas las interpelaciones por los casos Cardama y Danza, la conflictividad política menguará un poco. Pero ahora, es la hora de los halcones.

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