“Gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”. La frase atribuida a Deng Xiaoping se inmortalizó en el mundo como un símbolo del pragmatismo chino para volverse una potencia capitalista sin abdicar en su proyecto socialista.
En el documento preparatorio del Congreso de fin de año, al que accedió El Observador, el Partido Comunista del Uruguay elogia al modelo de China y pondera sus resultados, no sin desconocer que “genera admiración y rechazo” en “la clase obrera de los países capitalistas dependientes y en los imperialistas”.
Los comunistas uruguayos enumeran que “el sostenido desarrollo tecnológico y científico de China, sus conquistas sociales, (...) la salida de condiciones de pobreza de alrededor de 800 millones de habitantes” y su “sostenido avance” en “el empleo del plustrabajo” para lograr mejoras “contrastan con el permanente desmantelamiento del llamado “estado de bienestar” en los países imperialistas”.
El partido de Óscar Andrade y Juan Castillo analiza el proceso chino desde 1978 como “una vía peculiar de transición al socialismo con elementos de capitalismo de Estado”, donde los sectores no estratégicos tienen “elementos de mercado y desarrollo capitalista”, al tiempo que los estratégicos “permanecieron en manos del Estado, quien planificaba el desarrollo del conjunto de la base o estructura económica de la sociedad”.
El texto destaca como “factores claves” el énfasis en “el consumo interno y la circulación dual” así como la “no penetración del capital financiero transnacional y el hecho de compartir con las empresas de inversión extranjeras el 50% del capital” en varios casos.
Los camaradas felicitan la competencia que le ha plantado la china DeepSeek al desarrollo de Inteligencia Artificial por parte de Estados Unidos –siendo “gratuita, de código abierto y personalizable”– y su capacidad para que se gradúe “un porcentaje significativo de ingenieros y especialistas en tecnología mayor” que en la potencia de Occidente.
El documento también analiza la expansión geopolítica china y la “especial relevancia” de su “alianza estratégica con Rusia, que vincula al país más extenso del planeta y con importantes riquezas naturales” con “el segundo país más habitado del mundo” y con “riquezas naturales” claves tales como su “cuasi monopolio” en el mercado de las tierras raras.
Por otro lado, el PCU observa “un renovado impulso” y un “gran papel” del Partido Comunista de China a partir de 2012 para sumar a “los avances sociales” el “combate a la corrupción en todos los niveles del Estado y la sociedad”. Esos “van asociados al intenso desarrollo de “las nuevas fuerzas productivas de alta calidad” a raíz del “crecimiento de sectores económicos avanzados que impulsan la innovación, la productividad y la competitividad” china.
Agrega que “la genuina capacidad para la acción histórica no renacerá en el proletariado en un clima de aplaudir indiscriminadamente todo”, aunque sí deben “poner en valor los logros y avances de todas las experiencias de construcción hacia el socialismo”. En este sentido, también mencionan a Vietnam como “una referencia para las y los comunistas uruguayos”.
La orfandad soviética y las “limitaciones” del “progresismo”
Las bases del Congreso comunista uruguayo aluden varias veces al “duro golpe” para “las luchas obreras” de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Se remontan a la Revolución Rusa como “la victoria más grande de los trabajadores en el mundo” y su “enorme caudal de esperanza” y le valoran su “papel sustancial” para enfrentar al nazismo y luchar “por la descolonización” y “liberación” de “otros pueblos”.
En ese sentido mencionan el respaldo soviético a la Revolución Cubana. La desaparición de la URSS “implicó un impacto enorme en la lucha de los pueblos y facilitó el avance imperialista”, evalúan los comunistas uruguayos.
El documento, como es usual en otros textos del partido, no aborda ninguna crítica hacia el régimen perimido.
Los comunistas también apuntan al “fin del sueño de la tercera vía socialdemócrata” y el “visible fracaso” de sus gobiernos, al igual que “la decepción con los gobiernos derechistas neoliberales clásicos” que abre paso al “ascenso de las ultraderechas con tintes neofascistas”.
En esa línea le valoran a los “gobiernos progresistas” sus “avances significativos en derechos”, pero remarcan que “quedaron en evidencia sus limitaciones en tanto no hubo modificaciones estructurales que permitieran avanzar en afianzar esos logros y su profundización hacia gobiernos de izquierda en términos transformadores en su estructura de clase”.
Los comunistas se explayan respecto a que “muchas veces las reacciones” ante la “desigualdad” son “efímeras cuando no existe organización o perspectiva revolucionaria” mientras que “los gobiernos progresistas o socialdemócratas que no resuelven de raíz los problemas deslegitiman” sus propios avances “ante el enojo de los pueblos que necesitan soluciones”.
El documento cita el optimismo de Antonio Gramsci en 1926 al asistir al “espectáculo cotidiano” de la Rusia soviética “de un pueblo que crea nueva vida” y su esperanza en que ese fenómeno pudiera replicarse en su Italia natal. Los comunistas uruguayos se preguntan, entonces: “¿Acaso algo de eso no nos pasa ante cada avance de la transición al socialismo en cada país que lo está experimentando?”.
De vuelta sobre los chinos, entienden que deben “resolver” una “contradicción” entre quienes admiran la demostración del gigante asiático de “un capitalismo de Estado con el proletariado a la cabeza” y el temor desde “las relaciones de producción secundarias” a una “súper productividad del trabajo” que “genera desocupación y angustias en esas mismas masas obreras y capas medias despolitizadas y desorganizadas”, u “organizadas en sindicatos corporativistas, obreristas o reformistas, con viejos prejuicios corporativistas de clase”.
Concluyen que “el alumbramiento de un mundo socialista sigue siendo una necesidad para la humanidad” y que “sin partidos de clase obrera con autoridad, con capacidad de dirección política adecuada, es imposible evitar el retroceso hacia el peligro reformista”.
Cuba, Venezuela, Nicaragua y Mercosur
Los comunistas uruguayos también reivindican su apuesta por el Foro de San Pablo y hablan de “relanzar la Unasur”, de la que Uruguay se retiró ni bien inició la gestión de Ernesto Talvi como canciller. Además desarrollan su idea de que “es relevante promover que los intercambios entre países se realicen en monedas locales, de manera de quitarle presión al ingreso de dólares producto de nuestras exportaciones, que producen “atraso cambiario”.
Por otro lado, luego de promover la importancia de fortalecer la Comisión de Asuntos Internacionales del Frente Amplio (Carifa), el PCU sentencia: “Aspiramos a promover el diálogo de nuestro gobierno y del FA con Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países, manteniendo una posición ampliamente favorable a la autodeterminación de los pueblos”.
En otro extracto, los comunistas señalan que ante la concreción del acuerdo Mercosur-Unión Europea deben “ser críticos a la hora de que con este tipo de tratados no penetren nuestros mercados sin abrir mayormente los suyos, dado que también existen en las otras partes rechazos internos que les pueden marcar un rumbo diferente”.