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8 de septiembre 2025 - 5:05hs
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“Tengo la marcha atrás bien aceitada”, dijo alguna vez el expresidente José Mujica cuando desde la oposición le pedían que revisara una decisión que no les gustaba. La metáfora vehicular bien podría ser utilizada por el actual mandatario, Yamandú Orsi, quien, en los escasos meses de su gestión, ya ha echado mano sin demasiados prejuicios a esa imaginaria caja de cambios aludida por su mentor político.

Aún contrariando a compañeros del Movimiento de Participación Popular (MPP) y a jerarcas relevantes de su administración, Orsi ha relevado funcionarios y aplicado la reversa en asuntos que lo enfrentaron con la oposición.

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¿Es este un valor del presidente Orsi, o un estilo de gobierno de ensayo y error que puede volverse dificultoso?

Previsiblemente, desde el oficialismo esa actitud es destacada. Pero también la han observado como un activo, siempre que no se convierta en un muestrario de errores, en parte de la oposición.

El presidente de la Cámara de Diputados, Sebastián Valdomir (MPP) dijo que esa ausencia de repelús a la reversa es una virtud del mandatario. “Cambiar a un funcionario no es el fin del mundo. Tampoco dar marcha atrás con una decisión. Porque si no el político se convierte en un todólogo. El Pepe (Mujica) decía ‘yo no sé de todo pero tengo el teléfono de los que saben’ y creo que Yamandú trabaja en esa lógica”, dijo a El Observador el parlamentario frenteamplista.

En tanto, consultado por El Observador, el expresidente colorado Julio Sanguinetti dijo que él ya había advertido que la llegada del exintendente de Canelones a la Torre Ejecutiva suponía el cambio de una “presidencia vertiginosa (la de Lacalle Pou)” a otra “parsimoniosa”. “Dije que Orsi iba a ir caso por caso, punto por punto y así ha sido”, recordó. En ese sentido, Sanguinetti tiene una mirada mayormente positiva sobre la actitud del actual mandatario. “En temas puntuales ha sabido retroceder, y no es malo en la medida que se le está dando lugar a las opiniones críticas. Por supuesto que no puede convertirse en una forma de gobierno, pero sin duda representa la característica de un presidente razonable”, sostuvo.

En cambio, para el senador nacionalista Sebastián Da Silva el estilo del presidente tiene poco de rescatable. “Está bien, dio marcha atrás en algunos temas, pero lo hizo porque no tenía más remedio. En otros problemas que se le han creado no ha hecho lo mismo. Asumir errores cuando la presión ya es muy grande no tiene mucho mérito”, afirmó el legislador blanco

La última decisión en la que Orsi escuchó los reclamos de la oposición involucró al jefe de Policía de Río Negro Sergio Solé quien fue cesado este miércoles 27 luego de que participara primero de una reunión del Frente Amplio y, luego, de un cruce radial con el diputado Pablo Abdala durante el cual acusó a la oposición de robar “medio Artigas”.

El presidente del directorio blanco, Álvaro Delgado, se había comunicado con el ministro del Interior, Carlos Negro, para pedirle la destitución del jerarca y luego tuiteó que el funcionario violó “normas constitucionales y legales e incurrió en comentarios incompatibles con la ética, la prudencia y el respeto que debe tener la mayor autoridad policial de un departamento”.

Prontamente, Negro viajó a Río Negro para comunicarle a Solé su cese y Delgado reconoció “la correcta” decisión del ministro.

Pero ya al inicio de su gobierno Orsi había reaccionado a la presión opositora cuando le pidió la renuncia a la exministra de Vivienda Cecilia Cairo luego de que trascendiera que tenía una casa sin declarar y que debía varios años del impuesto de Primaria. La ministra fue cobijada por el MPP que salió en su defensa pero el mandatario cortó por lo sano.

Hizo lo mismo cuando se supo que el expresidente del Instituto de Colonización, Eduardo Viera, era a la vez colono. También arropado por el sector de gobierno, Orsi declaró tras unos días que Viera debía dejar de “usufructuar los beneficios de ser colono”. Embretado por el presidente, Viera renunció a su puesto en el Estado.

Menos presuroso se mostró Orsi en admitir que la expedición de pasaportes sin que constara el lugar de nacimiento de las personas –con el objetivo de abarcar a unas 16.000 nacidas en el extranjero que son ciudadanos legales en Uruguay- se había convertido en un problema. El 9 de julio el embajador alemán Stefan Duppel advirtió que los papeles así modificados impedían la entrada de uruguayos a su país; días después Francia, y luego Japón, se sumaron a la advertencia. El canciller Mario Lubetkin negaba cualquier posibilidad de enmendar lo hecho y la oposición se preparaba para citarlo al Parlamento a dar explicaciones sobre el error cometido. Algunos legisladores pidieron la renuncia del ministro. Finalmente, Orsi resolvió intervenir y, algo tardíamente para lo que eran sus antecedentes, a fines de julio dejó el cambio sin efecto y los pasaportes volvieron a su anterior versión.

Con su actitud de corregir antes de que el error salga más caro que lo propuesto, Orsi asume el riesgo de mostrarse como un presidente demasiado pendiente de las críticas, aunque también, como dijo Sanguinetti, exhibe una faceta “razonable”.

Claro que lo mejor, que a veces es enemigo de lo bueno, sería que Orsi tuviera especial cuidado para que las decisiones primarias no resulten meros borroneos, y así evitar que la oposición tenga la oportunidad de celebrar la enmienda como si fuera un triunfo propio.

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