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Al rescate del archivo y la historia del diseño gráfico uruguayo

Un grupo de diseñadores lanzó Gráfica Ilustrada, un sitio web para compilar el acervo de la ilustración y la gráfica en Uruguay
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21 de diciembre de 2019 a las 05:01

No tenían nombre, pero se hacían llamar los dibujantes. Trabajaban en imprentas o en estudios y talleres solitarios. Por aquel entonces sus diseños eran necesarios, pero no tan valorados y mucho menos reconocidos. Sin embargo –por razones difíciles de trazar– aquellas ilustraciones muchas veces se imprimían en las páginas de catálogos y revistas alemanas de prestigio. Porque nadie es profeta en su tierra.

Aquellos incomprendidos eran minuciosos, artesanos, talentosos, artistas. Hoy, algunas décadas después de esos primeros trazos, los llamamos diseñadores gráficos. Pero cuando empezaron a trabajar aquella categoría no existía. Aun así, su talento estaba por todas partes: en afiches publicitarios, en tapas de libros, en portadas de discos, en sellos postales, en logos.

Las décadas infames de Oscar H. Bruschera, por Horacio Añón (1966)/ El narrador de Mario Arregui, por Horacio Añón (1972).

Más allá del trabajo puntual de algunos entusiastas del archivo, el acervo del diseño gráfico en Uruguay está repartido y su valor es incalculable. Por eso alguien tenía que empezar a rescatarlo, ordenarlo y ponerlo a disposición de todos.

Esa es la idea que tienen los diseñadores que integran Mundial, un estudio de diseño gráfico deliberadamente pequeño que trabaja en proyectos de autor desde hace más o menos seis años con las firmas de Francisco Cunha, Martín Azambuja y Juan Pablo Palarino. Trabajan en una antigua galería sobre la calle San José. En el mundillo del diseño la llaman La Escalera porque a la entrada del edificio hay una gran escalera de mármol con un descansillo que se abre en dos tramos más que llevan a una serie de oficinas amplias y luminosas donde, además de Mundial, trabajan estudios pequeños vinculados al diseño, el arte y la fotografía. Ellos tenían el espacio y las ganas como para empezar a crear el archivo que rescatara el trabajo de todos esos diseñadores que a partir de la década de 1950 empezaron a gestar la renovación definitiva del diseño gráfico uruguayo. Aunque entonces seguramente no sabían que estaban siendo los protagonistas de todos esos cambios.

La viuda alegre de Franz Lehar, por Carlos Palleiro (1970)/ Del templao de Los Olimareños, por Carlos Palleiro (1972)/ Concierto en ritmo de Ray Conniff, por Carlos Palleiro (1970)/ Traigo salsa, por Carlos Palleiro (1971).

Lo que empezó como un experimento se transformó rápidamente en obsesión. Y además de tener el archivo físico en sus oficinas para que estudiantes, diseñadores y curiosos pudieran consultar cada vez que necesitaran, en Mundial decidieron empezaron a digitalizar algunas piezas y las cargaron a www.graficailustrada.uy, el primer sitio especializado en archivo de diseño gráfico nacional que usa la ilustración como herramienta para diseñar y, en consecuencia, para comunicar. Se apoyaron en investigaciones anteriores de referentes, como Ximena Moraes, Rodolfo Fuentes y Álvaro Cármenes.

Dos tapas ilustradas y diseñadas por Fernando Álvarez Cozzi en la década de 1970.

En el camino, los muchachos de Mundial se encontraron con algunas sorpresas y también se animaron a sacar algunas conclusiones.

Las influencias de afuera

El archivo comienza en la década de 1950 porque fue entonces cuando empezaron a armar barullo las grandes firmas de la ilustración contemporánea. Hermenegildo Sábat, Ayax Barnes y Carlos Pieri aprendieron de maestros como Carlos Palleiro y Antonio Pezzino. Muchos de ellos trabajaban en Imprenta AS, un bastión del diseño uruguayo fundado por Jorge de Arteaga. En uno de sus de sus viajes a Nueva York, en Estados Unidos, el dibujante se topó con un novedoso método de impresión que quiso importar a Montevideo. A su emprendimiento le fue bastante bien.

Dos tapas ilustradas y diseñadas por Carlos Palleiro entre 1973 y 1976.

Hoy, en algún punto del proceso creativo, el trabajo de diseño siempre pasa por la computadora. Pero en aquella época se trabajaba en frío. Es decir que la composición de las piezas se hacía sobre chapas donde se probaban los colores, las tipografías y las ilustraciones. Esas limitaciones técnicas que había en Uruguay definieron el estilo y la impronta del diseño nacional, aunque sin una identidad del todo clara.
Se usaban pocas tintas, que se mezclaban con mucha cautela para no obtener un resultado desastroso, y los tipos de letras eran pocos. Por eso lo que de verdad podía hacer la diferencia en un diseño eran las ilustraciones.

Las principales influencias que pueden observarse en los diseños de aquellos años se desprenden más que nada de afiches polacos –trazos potentes, mensajes directos, juegos de color– y la popularización masiva en esas décadas del formato de vinilo y los libros de bolsillo que llegaban al Río de la Plata desde tierras lejanas e inspiraban a los dibujantes. 

Afiche por los 100 años de la Asociación Rural del Uruguay, por Carlos Palleiro (1971).

Las influencias también llegaban en formato de revista y bajo la mirada y experiencia de ilustradores extranjeros que venían a escuelas como la de Torres García. A Azambuja –que trabaja en el renombrado estudio Pentagram y colabora con Mundial desde Nueva York– le gusta citar al dibujante Horacio Añón, que explicaba que muchos de los diseños en esos años abusaban del color naranja porque era la tinta que mejor aguantaba envasada en una lata y, por tanto, la más pedida porque se sabía que no podía fallar.

Sello de Navidad, por Fernando Álvarez Cozzi (1976)/ Sello del Ballet Nacional del Sodre, por Fernando Álvarez Cozzi (1979)/ Sello por el Día del Sello, de Miguel Battegazzore (1980).

Allá en el norte, el diseño gráfico ya estaba instalado hacía rato; desde la revolución industrial, cuando el auge de los mercados y la competencia entre productos desató una maquinaria publicitaria que informaba y persuadía a los posibles compradores a través del diseño. Eso dio paso al nacimiento de un nuevo tipo de profesional. Uno que podía manejar formas, textos, tipografías, colores e ilustraciones de manera coherente para comunicar a las masas. La profesionalización de este oficio se trasladó luego a otras industrias –como la editorial y la periodística– y el diseño gráfico ilustrado se empezó a considerar en algunos círculos como una creación artística más allá de sus fines comerciales o publicitarios. 

Un cambio de paradigma

En la actualidad, el diseño gráfico es una disciplina que incluso tiene su propia filosofía y que está presente en absolutamente todo. En los últimos años, al menos en Uruguay, algunos estudios de diseño ayudaron a impulsar la revolución cultural. Por ejemplo, en la gastronomía, los productores necesitaban transmitir el origen de sus productos y explicar sus diferencias con el resto de la oferta, sobre todo en una primera etapa de justificar los precios. Pasó con el café de especialidad y con la cerveza artesanal. También con la moda. Marcas y productos que son experiencias de consumo y, por lo tanto, tienen una preocupación por la comunicación, el diseño y cómo trabajan en otras partes del mundo.

Afiche de la obra Mónica pone el hombro, por Carlos Palleiro (1971)/ Afiche de concierto de jazz en el Solís, por Hermenegildo Sábat (sin fecha).

Luego de la expansión de la computadora personal, la ventana digital y las redes sociales colocaron al diseño gráfico en otra categoría. Hoy, guste más o menos, todos los que tengan un teléfono inteligente en el bolsillo son potenciales creadores de contenido. Por eso las marcas y productos que quieran destacarse por sobre todo lo demás tienen que hacer un trabajo de diseño muy fino, de lo contrario pueden perderse en el abismo y la competencia del vórtice virtual. 

Dos logos ilustrados por Horacio Añón con fecha desconocida/ Logo del PIT-CNT, creado por Espínola Gómez en 1964.

El trabajo de diseño moderno, dicen en Mundial, está en constante búsqueda de insumos y referencias de otros tiempos. Es por eso que el incipiente archivo de gráfica ilustrada uruguaya está abierto a la colaboración y necesita participación para seguir creciendo. Así, el hábito del diálogo con el pasado y con la historia tendrá, para las nuevas generaciones, un reducto potente. 


 

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