Héctor Amodio Pérez

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Amodio admitió que ayudó a identificar tupamaros que estaban libres, pero insistió en que no participó en su detención

El extupamaro le mandó una postal al general Queirolo y recibió la visita de Armando Méndez en España. Cobró US$ 26.000 por haber ido preso injustamente. Sostiene que ahora, por fin, su voz es escuchada
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19 de julio de 2022 a las 05:01

La entrevista se dio en dos partes: una en una cafetería, otra en el escritorio donde Héctor Amodio Pérez trabaja, en el apartamento de una de sus hermanas. Hay allí una biblioteca con decenas de libros sobre la llamada “historia reciente”, el tema que obsesiona el exguerrillero, acusado de traidor por la historia oficial tupamara.

Amodio, de 84 años, sostiene que su tarea hoy en Uruguay es seguir reuniendo información sobre aquella época y luego divulgarla para reafirmar su versión de la historia. “Sigo encontrando documentación que avala lo que yo he venido diciendo”, dice. Está satisfecho, además, con dos recientes libros que toman en cuenta su palabra: “Los audios del ocaso” de Esteban Perroni y “Operación Verdad” de Álvaro Alfonso.

“Hoy se me toma en serio. Al principio se trató de desvalorizar todo lo que decía. Como era la palabra de un ‘traidor’ no valía, independientemente de lo que dijera. Hoy eso ha quedado totalmente superado”, afirma.

¿Dónde busca y encuentra nueva documentación?
Me llega. Por ejemplo, declaraciones de mis excompañeros del MLN en los cuarteles o en la justicia militar.

Hace unos meses leyó en el programa “Buscadores” una declaración de Jorge Manera a propósito del asesinato del peón rural Pascasio Báez. ¿Se puede saber quién se la hizo llegar?
No.

¿Tienen valor esos documentos, sabiendo que los militares torturaban para obtenerlos?
Cuando vos ves el desarrollo de esas declaraciones, te das cuenta que hay una voluntad de decir todo lo que se sabe. Puede ser por los efectos de la tortura, puede ser por el temor a que la tortura se repita… eso no lo cuestiono. Lo que sí cuestiono es que habiendo declarado todo lo que sabían la inmensa mayoría de los presos, le echen la culpa a dos o tres, y los demás callen. Si aceptamos que todos colaboramos, es una cosa. Lo que no es correcto es separar y decir: este es el grupito de los traidores y los demás somos los héroes. Yo no los culpo, pero que no me echen la culpa a mí. Cuando yo digo que el MLN le debe una explicación al pueblo uruguayo, lo que estoy pidiendo es que cuenten con sinceridad lo que pasó, en qué nos equivocamos, por qué nos equivocamos.

Repasemos esa historia. ¿Hubo un hecho determinante que lo llevara a abrazar la lucha armada?
Fue un proceso. Comenzó mucho antes, con los grupos de autodefensa del Partido Socialista. Ahí empezamos a pensar no solo en política, sino en organizarnos y armarnos. El detonante fue la Revolución Cubana. Nos dijimos: si nunca vamos a llegar al gobierno por la vía electoral, pues vamos a llegar por la vía armada. Si los cubanos pudieron, nosotros también.

¿Hubo alguna instancia en la que se reflexionara acerca de que el camino que estaban tomando seguramente implicaría matar a otras personas y quizás morir en acción?
No. Yo tenía una visión muy positiva de las cosas. Sabía que me podía pasar, pero tenía confianza en que no me iba a tocar a mí. Pero no era algo de lo que se hablara. Vos no le decías a un tipo que querías reclutar: “Mirá que te pueden matar y que vos a lo mejor tenés que convertirte también en un ejecutor”. Se daba por supuesto.

¿Cuál fue el trayecto que lo llevó a convertirse en el líder de la Columna 15, la mejor organizada y más temida del MLN?
Siempre fui de pensar en lo organizativo por encima de todo. Sin una organización bien aceitada no podías hacer nada.

La Columna 15 ha sido responsabilizada por sesgar al MLN hacia lo militar. Usted estaba al frente. ¿Le cabe esa responsabilidad?
La 15 nunca hizo ninguna acción que no tuviera el respaldo del Ejecutivo. ¿Qué pasaba? Que estaba mejor organizada. Mientras otras columnas tardaban un mes en hacer un operativo, nosotros hacíamos tres. Esa fue la diferencia. Esa crítica, además, se nos hace después de la derrota. Había que encontrar un responsable. Y por supuesto, no podían ser aquellos que habían cometido los errores más graves, como llevar la guerrilla al campo, instaurar la guerrilla rural y hacer planes para tomar Montevideo.

Se refiere a Sendic y Fernández Huidobro.
Sí. El libro de Perroni deja en claro que Sendic llevó adelante una cantidad de planes que la dirección del MLN había desechado, como llevar la guerra al interior. Y el Ñato estaba en la misma. Otra cosa que surge clarísima del libro es que los sucesos del 14 de abril fueron responsabilidad de quienes siempre trataron de deslindarse: Fernández Huidobro y Rosencof. Ahí comenzó a procesarse la derrota del MLN, el desmorone total. Yo ni siquiera había caído todavía.

Hubo otros errores graves anteriores, en la base misma del MLN. Por ejemplo, la famosa “teoría del foco”, según la cual instaurado un pequeño foco guerrillero las grandes masas se plegarían a una revolución.
Lo creímos. Estábamos plenamente convencidos.

De ese error y sus consecuencias, que duran hasta hoy, usted es tan responsable como los demás.
Sí. Yo fui “foquista” y lo admito. Creí que iba a ser así. Porque las experiencias que yo conocía me indicaban eso. Los cubanos empezaron con un grupito y fueron creciendo…

Que hubiera pasado en Cuba no quería decir que fuera a ocurrir acá.
No, claro. Pero nosotros creímos que sí.

Tampoco resultaron otras cosas que ustedes previeron y aseguraron: que las fuerzas armadas se iban a dividir...
Nosotros no conocíamos a las Fuerzas Armadas. No sabíamos que tenían una cantidad de gente que, si nos hubiéramos acercado de otra manera, si no los hubiéramos convertido en enemigos, podríamos haber hecho otra cosa. Nosotros pensábamos que el gobierno iba a caer por desgaste. En los inicios nunca creímos que íbamos a necesitar un ejército.

Pero terminaron declarándole la guerra a las Fuerzas Armadas cuando la toma del aeropuerto de Paysandú.
¡Esos fueron los errores! Ese fue otro de los errores inconsultos de Sendic. No lo decidió el Ejecutivo, Sendic nos enfrentó a un hecho consumado.

Muchos de los asesinatos cometidos por el MLN fueron responsabilidad de algunos de los cuadros que usted formó en la Columna 15. ¿Se siente responsable?
Era una guerra. Yo no los formé para matar, sino con un criterio organizativo. También fueron los que hicieron las acciones que le dieron prestigio al MLN. Es un todo. Hay muchos otros tupamaros que mataron, que yo no conocí. Además, se dice: “fueron asesinatos”. Pero la muerte de Morán Charquero paró las torturas de la Policía.

Usted ha admitido haber votado en el Ejecutivo del MLN a favor del ajusticiamiento de ese oficial.
Sí, sí. Yo voté la muerte de Morán Charquero.

En Uruguay no existía la pena de muerte. Ustedes –y el llamado Comando Caza Tupamaros- la instauraron.
Instauramos la justicia revolucionaria. Lo considerábamos un acto en defensa propia. No nos podíamos dejar torturar.

¿Sigue pensando que estuvo bien matar a Morán Charquero?
Puesto otra vez en aquellas circunstancias, digo que sí, que la vuelvo a votar, con aquellos criterios y con la experiencia que tenía en aquel momento. Hoy no, porque pienso de otra manera. Hoy me doy cuenta que nos extralimitamos. Lo hicimos porque nos autoadjudicamos la potestad de traspasar los límites: éramos la vanguardia, queríamos hacer la revolución. Y todas esas frases de que “La violencia es la partera de la historia”, nos las creímos.

¿Cuándo conoció a Alicia Rey, su compañera en el MLN, en la salida de Uruguay y su pareja durante tantos años?
En 1966. Yo la recluté. Tuve la fortuna de que congeniamos rápidamente. Yo le debo mucho a Alicia, muchísimo. Tengo la esperanza de que yo también le haya servido de algo a ella.

He leído en sus escritos y en entrevistas la gran admiración con la que cuenta cómo ella se entregó para permitir que otros compañeros –entre ellos Mujica- pudieran escapar. Noto que la quería mucho en aquel momento y que la quiere aun hoy, todavía.
Sí, sí.

¿La caída de Alicia fue el golpe que terminó por hacer quebrar su fe en el MLN?
Ella cayó en mayo. Antes había ocurrido el 14 de abril, un desastre tras lo cual la organización quedó totalmente en el aire. Alicia y yo le plantamos entonces a Marenales y a Sendic que teníamos que salir de la calle. Yo antes les había entregado una nota, –que se ha publicado diciendo que fue mi pedido de baja y no es cierto- donde les pedía cuentas de lo que estaba pasando. Les decía que otras veces habíamos vivido momentos dramáticos y nos habíamos repuesto. Pero había decisiones que me tenían que explicar.

¿Y cuándo pidió la baja?
Después. En mayo.

Tras la caída de Alicia.
Sí. La noticia me la dio Efraín Martínez Platero: “La Negra está presa”. Y me desmoroné. Porque recordé las heridas, la picana, las manos llagadas, me imaginé lo peor. Fue terrible, terrible. Si enterarme de la muerte de Gabriel Schroeder, Armando Blanco y Alberto Candán el 14 de abril había sido un golpe tremendo para mí, la caída de la Negra fue un masazo doble. Además, era al día siguiente a la muerte de los cuatro soldados, con lo cual más me angustió. “Pobre, la van a matar”, pensaba. A partir de ahí mi único pensamiento fue ella. Después me enteré que ella se había entregado para salvar a Mujica y dos compañeras. Y que nadie hizo nada por ayudarla, que la dejaron ahí, sola, tirada. Y presenté mi renuncia. Caí unos días después.

Lo que ocurrió de aquí en adelante es la parte más polémica y cuestionada de su vida. Siempre entendí que su reaparición después de 30 años tuvo la intención de dar su punto de vista sobre este período.
Sí, por supuesto. Tardé mucho porque no pude hacerlo antes. Desde que terminó la dictadura estuve interesado en desmentir la historia que se había tejido. Fue definitorio leer “Alto el fuego”, porque es el compendio de medias verdades e inventos más grandes. Se decía que yo me había quedado con dinero de los asaltos, cuando todo el mundo sabía que si nosotros nos llevábamos 200.000 pesos, el banco decía que habían sido 300.000. Yo ya estaba acusado injustamente por la caída de la Cárcel del Pueblo y a eso se le empiezan a sumar otras falsedades, de modo de hacer un prontuario que tenía como único objetivo justificar la derrota. Habíamos perdido porque yo había traicionado. Eso era todo.

Usted ha dicho que, una vez detenido, los militares le trajeron la declaración de Píriz Budes, otro importante tupamaro, donde ya estaba dicho todo lo que podía ser importante saber sobre el MLN. Que le ofrecieron un trato similar al que le habían propuesto a él.
Sí. Y yo les digo: ahí ya está todo. ¿Qué más te puedo dar? Ellos me responden: “Esto no nos interesa. La información la tenemos toda”.

La biblioteca de Amodio en la casa de su hermano

Toda no. Porque si uno lee –y yo he tenido la oportunidad- las actas de los interrogatorios que hizo Gavazzo a muchos tupamaros en Tacuarembó y Paso de los Toros- ahí se nota su obsesión por aclarar algunos hechos puntuales (los asesinatos de Pascasio Báez y Roque Arteche, por ejemplo), y los contactos de los tupamaros con los políticos. O sea, le faltaban piezas.
Es cierto. Pero eso es más adelante. Cuando hablan conmigo la información a la que se refieren es aquella que les permita seguir operando contra el MLN, seguir deteniendo tupamaros. Ellos me dicen que esa información ya la tienen, que lo que les interesa son los políticos. Ya tienen la lista de los políticos que trataron con el MLN, porque ya se la dieron otros antes. Quieren que yo les reafirme. Ellos ya tenían elaborada la idea de que el sistema político había que tirarlo abajo. Me piden que yo me comprometa a firmar declaraciones contra Erro, Wilson, Gutiérrez Ruiz. Con eso alcanzaba.

¿Aceptó?
En su momento, no. Yo me mantuve tupa hasta el 15 de junio. Ese día -la Cárcel del Pueblo ya había caído- vino Nepo (Wasem Alaniz) y me dijo: “Yo ya dije que la cárcel la entregué yo, pero el cabeza de turco sos vos”. Y me di cuenta que yo era el chivo expiatorio y entonces le dije al capitán (Armando) Méndez: “Acepto”.

Aquí viene el tema de los papales de la OCOA. Usted dice que negoció su libertad a cambio de “ordenarlos”.
Exacto.

¿Me puede explicar en qué consistió esa tarea? No me queda clara.
Le voy a poner un ejemplo. El MLN había diseminado a mucha gente en el interior. Entonces la misma información llegaba a una mesa central desde Artigas y desde Salto. La misma información la daban dos tipos diferentes. La información enviada desde Artigas era recibida aquí en Montevideo y derivada a una unidad X. La de Salto era derivada a otra unidad. Y entonces las dos unidades iban al mismo local y llegó a pasar que se mataran entre ellos.

He oído de algún caso.
Estaban, además, a la búsqueda de gente que ya estaba presa. Y estaban matando a palos a otros para saber dónde estaban Fulanito y Menganito y resulta que ya estaban presos y no se habían dado cuenta. Y mi función fue esa: primero les hice la lista de los locales que ya habían caído y después la individualización de algunos alias: algunos que conocía, y otros que por deducción, yo podía saber quiénes eran. Entonces, con esos alias, se llegó a la conclusión de que había una cantidad, como 25 tipos que estaban requeridos y ya estaban presos.

Pero el MLN todavía seguía operativo. No todos estaban presos. Algunos estaban libres.
Otros estarían ahí…

Entonces individualizó gente a partir de alias…
Exacto.

 Pero algunos de esos que individualizó estaban libres. Es imposible que todos estuvieran presos.
Alguno estaría libre, no se lo niego. Pero yo no los fui a buscar. Ellos ya tenían el dato, yo no los señalé.

Señaló sus nombres.
Claro.

Lo acusan también de salir a la calle a marcar gente y participar en sus detenciones.
Eso es falso.

Son muchos los testigos. Usted discutió mucho lo que cuenta Enrique Rodríguez Larreta en mi libro “Historias tupamaras”: que usted entró al cine Arizona con una patrulla militar, interrumpieron la función y se lo llevaron. Varias veces lo volví a consultar y él siempre se reafirmó con toda seguridad. En algún momento usted calificó ese testimonio como “aislado”, pero en el juicio que se le hizo se presentaron al menos otras tres personas que dieron fe de haber vivido hechos similares.

En el juicio aparecen Pascual Quartiani y Carlos Martel.

Y Julio Listre.
Sí, pero Listre no quiso participar en un careo conmigo.

Pero lo atestigua.
Lo dice, pero ¿cuáles son los elementos de prueba?

También lo dice un militar, Orosmán Pereira.
¡Orosmán Pereira es el ejemplo más paradigmático del acuerdo con el Poder Judicial en ese momento! Tanto él como Asencio Lucero están acusados por 28 mujeres por los mismos delitos sexuales. El único que dice que yo salía a la calle a detener gente con él es Pereira. A Lucero condenaron a pesar de estar enfermo de Alzheimer. La jueza Staricco constituyó despacho en el Hospital Militar y lo procesó. En cambio, a Pereira no se lo ha procesado.

Que haya un acuerdo, no quiere decir que mienta.
¡Se salvó así! ¡Se salvó!

Martel, Listre…
¡Ninguno pudo!

Pero son muchos…
¿¡Y qué!? Todos repiten una misma versión. Fíjese que en el juicio ni siquiera se citó a Rodríguez Larreta. Lo que indica que la fiscalía tampoco fue exhaustiva en la búsqueda de testimonios de personas que dicen haber sido detenidas con su ayuda. Presentaron a los tres testigos que se prestaron. Que no pudieron aportar ningún elemento concreto…

¿Cuál podrían aportar? ¿Una foto?
Ellos repiten una historia: es un único elemento, aunque sean tres. Porque tienen una sola fuente, que es el MLN.

Ellos dicen que les pasó a ellos, no están diciendo que lo oyeron en el MLN.
Sí, que les pasó a ellos, pero es una única versión.

En su acuerdo con los militares, usted pidió también la libertad de Alicia.
Sí, sí. Antes.

¿La había podido ver?
No. Pero sabía que no la habían tocado, porque Méndez me informaba.

La contraparte que le dan los militares por su colaboración, que es irse del país, con una identidad nueva, con su pareja, ella también con una identidad nueva, es muy grande.
Sí. Enorme. Ellos pusieron el precio.

¿El general Queirolo los llevó a la frontera?
Sí. Fuimos en un auto Queirolo, que manejaba, Méndez, Alicia y yo. Ellos dos y nosotros dos. Nos dejaron en la frontera y se fueron.

Es un largo trecho de acá a Rivera. ¿Cómo fue ese viaje?
Yo bailaba en una pata.

¿Iban esposados?
No, no, por favor. Fuimos conversando. Hablamos de 200 cosas. Yo les dije: “Lo primero que voy a hacer cuando llegue es agarrarme un pedo con manzanilla”. Queirolo se dio vuelta, me miró y me dijo: “Pero ¿cómo va a hacer eso?”. No tenían sentido del humor.

Cuando el vigésimo aniversario del golpe, con el periodista Gerardo Maronna, hicimos en el semanario Búsqueda una crónica sobre la noche del golpe de Estado. Todavía había muchos protagonistas vivos. Uno de los que entrevistamos fue Queirolo. Al retirarnos de su apartamento nos mostró una postal y nos dijo: “A qué no saben quién me la envió”. Era una postal que usted le había enviado.
Puede ser.

Yo la vi.
Puede ser porque yo traté de mantener una relación buena con ellos porque me tenía que nacionalizar español. Cuando me fui, ellos me dieron cédula, credencial y pasaporte, que todavía los tengo. Pero cuando tuve que hacer en España los trámites para la residencia y luego la nacionalidad, necesité la partida de nacimiento. Y se la tuve que pedir. Ellos me la enviaron. Me nacionalicé en 1981.

El pasaporte que le dieron los militares a Amodio

¿Ha ido a visitar a Armando Méndez, que fue recientemente encarcelado?
No.

¿Nunca más volvió a hablar con él?
Lo vi dos o tres veces más en España, cuando él fue a visitarnos. Por problemas personales él fue a ver a Alicia Rey. Se habían hecho muy amigos, confidentes.

¿Tan amigos eran que fue a España a comentarle problemas personales?
Sí. Estuvo en mi casa.

¿Y siendo tan amigos no lo ha ido a ver a la cárcel?
No, porque no quiero alborotar el avispero, mi presencia puede no ser de ayuda. Puede ser malinterpretada.

A raíz del tiempo que estuvo preso, usted le hizo juicio al Estado y ganó. La justicia falló que debía ser resarcido con US$ 125.000. ¿Los cobró?
Cobré 26.000. La Suprema Corte, que fue juez y parte, apeló y un segundo fallo eliminó todo lo que era resarcimiento por daño moral, dejaron solo US$ 26.000 por prisión indebida. Ese dinero se los giré a mi exfamilia en España: la que era mi compañera al venir en 2015 y su hijo.

Esa compañera era una mujer española, su pareja ya no era Alicia Rey. ¿Hasta cuándo siguió junto con Alicia?
Hasta el año 90. Estuvimos veinticinco años juntos.

¿Qué los separó, si se puede saber?
Se dieron varios alejamientos. Ella mantuvo una buena relación con su familia en Uruguay, pero bajó la cortina del MLN.  Yo, en cambio, quise desde 1985 que se publicara mi versión de la historia, pero mi familia se negó. Todavía tengo el mail de mi hermano donde me responde: “No cuentes con nosotros”.

O sea que la actitud ante el tema MLN fue opuesta.
Sí. Cuando en 1974 nació nuestro hijo para ella fue su consagración como ser humano. Entonces dijo: hasta aquí llegué, no quiero saber nada más, y lo cumplió a rajatabla. Tanto es así que cuando yo mandé las cartas en 2013, la llamé y le dije: “Lee los diarios uruguayos. Hay unas cartas”. ¿Y quién mandó esas cartas?, me preguntó. Léelas y te vas a dar cuenta, le dije. Me colgó el teléfono. Y hasta hoy no he vuelto a hablar con ella.

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