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El arte de ganar

Peñarol extendió su dominio, manejó el partido, controló las emociones y dejó expuesto a un Nacional que se fue lleno de interrogantes
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23 de enero de 2018 a las 05:00

La tranquilidad de uno, la desesperación del otro. La simpleza en el juego de uno, la impotencia del otro. El primer clásico de la temporada extendió aquellos nuevos parámetros que Peñarol estableció en el torneo local en el último semestre de 2017. Aquel en el que selló con el título del Uruguayo y que estuvo pautado por la superioridad futbolística y anímica frente a Nacional y, fundamentalmente, por el control y equilibrio emocional que le permitió afrontar el juego con la concentración y disciplina que exige el fútbol.

Ganó Peñarol el primer clásico de verano, apenas un detalle para la estadística porque Nacional lleva 20 días de trabajo al comando de su nuevo entrenador, pero quedó flotando un asunto de fondo y que empieza a inquietar al hincha para el torneo local porque lejos de brindar buenas señales, el equipo que ahora orienta Alexander Medina profundizó sus debilidades futbolísticas, con relación a las que terminó en diciembre, y fue rehén del desequilibrio emocional de sus principales referentes, que dejaron a su equipo con ocho jugadores.

El foco en este primer clásico de Nacional estaba puesto en el giro que el nuevo entrenador le podría brindar a los albos. Sin embargo, lejos de acertar falló desde la conformación hasta en el desarrollo, empezando desde aspectos básicos como la disciplina. Ese que en el fútbol local muchas veces se descuida y que hace a la esencia del juego, cuando los futbolistas confunden la guapeza con un codazo o con una patada fuera de lugar, que limita las posibilidades de su equipo.

Nacional terminó con ocho, en el cierre del partido, cuando pudo quedar en inferioridad numérica mucho antes, después que el árbitro Fuentes le perdonó la expulsión al capitán Diego Polenta luego de lanzarle un codazo a Cristian Rodríguez, tras quedar trenzados en el piso, a los 19 minutos.

Diego Polenta
Diego Polenta
Diego Polenta

Futbolísticamente las deficiencias de los albos partieron desde la formación, de las que Ramos supo sacar provecho. Medina apostó por Carlos De Pena como lateral izquierdo, en una improvisada función. Por ese mismo sector colocó a Luis Aguiar, un volante que debutaba, con escaso recorrido por la banda y lejos de transformarse en un socio era una carga para el marcador de punta. Y por ese mismo sector, el izquierdo de los tricolores, colocó a un tercer jugador, en ofensiva, que ve la cancha solo para adelante: Tabaré Viudez.

Rengo, Nacional enfrentó a un Peñarol fortalecido por la derecha, donde tiene al mejor lateral derecho, Guillermo Varela, y al debutante Giovanni González. Así estableció las diferencias para apropiarse del partido y encaminar el juego, hasta el triunfo.

La esperanza de los hinchas de Nacional de comenzar a descubrir un nuevo escenario se fue diluyendo en una defensa desbordada por la actitud de Polenta, los pases largos de Aguiar que se perdieron en el área mirasol, en un mediocampo que no tuvo el control del juego y en un ataque que generó ocasiones, a través de un Viudez que es capaz de hacer la diferencia, pero que extraña a un goleador, ese por el que reclama Medina desde el primer día.

Peñarol es la contracara. Con un libreto aprendido, cuyo éxito fue comprobado, con un propuesta bien ensayada y la seguridad de que todos están alineados con la idea, el juego fluye. Porque la presión defensiva está en la piel de este equipo y el buen trato de pelota en cada pase. Además, porque entra Fidel Martínez y no lo pueden contener. Debuta Gabriel Fernández y se presenta con un golazo. Se estrena el juvenil Piñeiro y, pese a que resolvió muy lentamente la corrida que terminó en el segundo gol, porque demoró desprenderse del balón y –en cualquier otra circunstancia le debían haber abortado su contragolpe– se encontró con un Nacional tan mal parado que le hizo una pasarela de bienvenida al juvenil.

Ganó Peñarol. Extendió su dominio. Establece su ley y le traslada a Nacional una innumerable lista de problemas, que no debería resolver antes del viernes, en la Supercopa.

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