"Esto es una vergüenza". Mónica Salomonovich grita mientras camina de un lado hacia el otro. Dice que esta escena, ella furiosa y maldiciendo al viento una mañana cualquiera de enero en la playa Mansa de Punta del Este, se repite año tras año. El motivo es que algunos edificios ocupan grandes espacios sobre la arena en los que instalan sombrillas, con sus reposeras y sillas, y en el mejor lugar de la playa: en la primera línea, a pocos metros de las olas.
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