Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado en 1948, cuando se perfilaba como posible ganador de las elecciones presidenciales. El magnicidio fue narrado por Gabriel García Márquez

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Jorge Eliécer Gaitán, el hombre que quiso hacer justa a Colombia y lo pagó con la vida

Hace 86 años, el 8 de junio de 1936, Gaitán asumía como alcalde de Bogotá. Líder del Partido Liberal y denunciante de la sumisión colombiana a los capitales extranjeros fue asesinado en 1948, cuando se perfilaba como posible ganador de las elecciones presidenciales. El magnicidio fue narrado por Gabriel García Márquez
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08 de junio de 2022 a las 05:04

Jorge Eliécer Gaitán apenas cumplió 50 años cuando fue asesinado. Corría 1948. Doce años antes, un 8 de junio de 1936, tras un recorrido político importante, Gaitán asumía como alcalde de Bogotá, su ciudad natal. Surgido de un hogar humilde, llegó a ser abogado, catedrático de Derecho Penal, rector de la Universidad Libre y dio un salto en su carrera como líder del Partido Liberal que incomodaba a la parte de la dirigencia de esa agrupación y del Partido Conservador en el gobierno.

En 1928, cuando Gaitán tenía 30 años, se produjo en Colombia el cruel exterminio de trabajadores conocido como la Masacre de las Bananeras. El gobierno conservador de ese momento envió al ejército a los campos donde operaba la United Fruit Company. Había un conflicto por las condiciones de trabajo que llevaba un mes. Los militares mataron, en la madrugada, a un número impreciso de obreros. Gabriel García Márquez recrea aquel hecho cruel en su imperdible Cien años de Soledad.

Gaitán, orador destacado, tomó la palabra pública para denunciar la sumisión del Estado colombiano a una empresa extranjera. La prensa se hacía eco de sus discursos y fue electo como diputado y apenas dos años después, en 1931, se convertía en presidente de la Cámara de Representantes.

En la década de los cuarentas su figura traspasaba las fronteras nacionales. Dos años antes de las elecciones de 1950, habiendo ya perdido una elección presidencial empezó una campaña para reintentar llegar al Palacio de Nariño, la sede de la Presidencia. El apoyo logrado en los sectores populares era tan indiscutido como el temor entre la aristocracia colombiana por los cambios que Gaitán llevaría a cabo.

El 9 de abril de 1948 lo mataron. Juan Roa, un joven que tenía admiración por Gaitán, había adquirido un arma dos días antes y todo indica que fue quien disparó los tres tiros que acabaron con la vida del caudillo. No pudo confirmarse en el momento porque Roa fue linchado.

A las dos de la tarde de ese día fatídico, Gaitán tenía cita con un joven cubano, inquieto, decidido a ser parte del cambio de América Latina. Su nombre luego cobraría fama, Fidel Castro. Quiso el destino que también estuviera ese día, en la mañana bogotana un joven periodista y escritor cuyo nombre todavía impacta en las letras del continente y el mundo: Gabriel García Márquez estaba allí y muchos años después reconstruyó esas horas en el libro autobiográfico Vivir para contarla.

El Bogatazo, por Gabo

(Fragmentos de Vivir para contarla) El 7 de febrero de 1948 hizo Gaitán el primer acto político al que asistí en mi vida: un desfile de duelo por las incontables víctimas de la violencia oficial en el país, con más de sesenta mil mujeres y hombres de luto cerrado, con las banderas rojas del partido y las banderas negras del duelo liberal. Su consigna era una sola: el silencio absoluto.

(…) el discurso de Gaitán en la plaza de Bolívar, desde el balcón de la contraloría municipal, fue una oración fúnebre de una carga emocional sobrecogedora. Contra los pronósticos siniestros de su propio partido, culminó con la condición más azarosa de la consigna: no hubo un solo aplauso.

 (…) el viernes 9 de abril Jorge Eliécer Gaitán era el hombre del día en las noticias, por lograr la absolución del teniente Jesús María Cortés Poveda, acusado de dar muerte al periodista Eudoro Galarza Ossa. Había llegado muy eufórico a su oficina de abogado, en el cruce populoso de la carrera Séptima con la avenida Jiménez de Quesada, poco antes de las ocho de la mañana, a pesar de que había estado en el juicio hasta la madrugada.

-Se jodió este país -me dijo-. Acaban de matar a Gaitán frente a El Gato Negro.

 Apenas una semana antes nos había anunciado que el más inminente y temible, por sus consecuencias arrasadoras, podría ser el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Sin embargo, esto ya no impresionaba a nadie, porque no hacían falta presagios para suponerlo.

 Apenas si tuve alientos para atravesar volando la avenida Jiménez de Quesada y llegar sin aire frente al café El Gato Negro, casi en la esquina con la carrera Séptima. Acababan de llevarse al herido a la Clínica Central, a unas cuatro cuadras de allí, todavía con vida pero sin esperanzas. Un grupo de hombres empapaban sus pañuelos en el charco de sangre caliente para guardarlos como reliquias históricas. Una mujer de pañolón negro y alpargatas, de las muchas que vendían baratijas en aquel lugar, gruñó con el pañuelo ensangrentado:

-Hijos de puta, me lo mataron.

 (…) El agresor, aferrado a un agente de la policía, sucumbió al pánico ante los grupos enardecidos que se precipitaron contra él.

 -Agente -suplicó casi sin voz-, no deje que me maten.

 (…) Permanecí en el lugar del crimen unos diez minutos más, sorprendido por la rapidez con que las versiones de los testigos iban cambiando de forma y de fondo hasta perder cualquier parecido con la realidad.

Los secretos del asesinato y la Colombia de hoy

Los silencios y complicidades permitieron que durante décadas no se llegara a esclarecer el crimen. El 9 de abril de 2018, 70 años después del magnicidio, los descendientes de Gaitán se acercaron a la Comisión de la Verdad de Colombia -creada en el marco de los Acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC- para solicitar a la Fiscalía General de la Nación que declarara el magnicidio como crimen de lesa humanidad y poder así reabrir la investigación sobre las verdaderas causas del asesinato.

Eso no se logró.

Colombia acaba de pasar el primer turno de las elecciones presidenciales. Gustavo Petro, exguerrillero y líder de una coalición de izquierda por un lado; y Rodolfo Hernández, magnate de bienes raíces y figura emergente de la derecha populista, acaban de dar una cachetada a los liberales y conservadores que por décadas gobernaron un país plagado de desigualdad y violencias.

El balotaje se llevará a cabo el 19 de junio. La polarización convive con el hastío y el miedo a los políticos tradicionales.

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