No fue igual. La marcha del “Ni una menos” que congregó este viernes a cientos de mujeres por 18 de Julio despertó otras emociones en los padres de Lola Chomnalez.
Habían recorrido las calles de Montevideo y Buenos Aires en otras movilizaciones contra la violencia machista, pero esta vez, todo estaba impregnado de otras sensaciones.
Por primera vez, no hubo bronca. O quizás, no a flor de piel. El sucinto viaje en auto hacia la explanada de la Intendencia de Montevideo —donde se lanzó la marcha bajo la consigna “Nos queremos vivas y libres”— ya lo dejaba a entrever: “Estamos aliviados”, dijo ella. “Montevideo es distinto”, agregó él, durante el trayecto. Aunque el recuerdo de la adolescente argentina está allí. Sobrevuela. Lo empapa todo. No solo la pantalla de Diego Chomnalez, teñido por una de las últimas fotos de la joven, sino también buena parte de la conversación entre él y Adriana Belmonte, la madre de Lola.
Pero hay algunos chistes y, de vez en cuando, un par de carcajadas. En sus estilos distintos –a veces incluso contrapuestos–, ella se complace de que a la noche podrán descansar. El enfado, la verborragia, el enojo y la ira con la que antes caminaron pidiendo justicia, se transformó esta noche en una mezcla de calma y nostalgia que la mujer identificó con estar “a las puertas del comienzo de un cierre”. Ahora, el “real duelo”–Adriana se ocupa de enfatizar lo de real– está allí más cerca. Aún en pausa. Pero luego del segundo procesamiento por el asesinato de su hija –tras la identificación del hombre cuyo ADN estaba mezclado con la sangre de Lola– ahora se sienten más próximos a la verdad. Y más en paz.
La madre de Lola dialogó con El Observador minutos antes de caminar por la avenida principal de Montevideo —aunque su marido también aprovechó para dejar algunas de sus impresiones—. Por 18 de Julio, ella no gritó. No cantó. Acompañó detrás de todo el tumulto, junto a su esposo, casi como queriendo pasar desapercibida. El sosiego de Belmonte apenas se rompió cuando, aún en la explanada de la sede comunal, recibió un cartel y leyó con detenimiento y en pausa: “¿Dónde está Yamila?”. Su cauta voz casi imperceptible apenas se sumó allí al grito de la mayoría: “Ni una mujer menos, ni una muerta más”.
A continuación, un resumen de la entrevista.
(A la madre) El día que se confirmó el procesamiento usted habló en Todo Noticias y dijo que sentía un montón de emociones. Habló de alivio y de esperanza. ¿En qué han decantado esas emociones?
AB: Al principio, fue una conmoción. Ahora estamos tranquilos y contentos de alguna manera con esta respuesta de la Justicia. Pero también con euforia y adrenalina por todo esto. A veces nos pasa que tenemos una alegría intensa que después pasa a momentos de mucha nostalgia y tristeza. Es un ciclo. Pero ahora es calma... amabilidad con esta noticia.
En el último procesamiento fue clave el papel que jugó la genetista Natalia Sandberg y usted se comunicó con ella para agradecerle. ¿Cómo fue esa conversación?
AB: Estábamos muy emocionadas las dos. Le manifestamos con Diego nuestro agradecimiento, pero mucho en sí no pudimos hablar. Quedamos en encontrarnos personalmente porque tenemos un montón de cosas que conversar. Fueron muchas emociones, así que estamos esperando esa charla íntima que queremos tener.
¿Qué les dijo ella?
AB: Que intentó ayudar desde su conocimiento y que la había conmovido lo de nuestra hija. Ella trató de poner todas las herramientas que tenía a disposición en el caso de Lola, así como lo hizo en otros asesinatos. Pero, sobre todo, hablamos de las emociones.
En varias ocasiones dijo que sentís una conexión especial con Lola. ¿Cómo es eso?
AB: Yo siento que Lola me habita. Cuando, de alguna manera, yo digo que mi hija es mi despertar espiritual es porque me marcó para siempre. Fue un antes y un después. Y creo que solamente eso es ella. Está su muerte, sí, pero también está el renacimiento espiritual que tuvo en mí. Siempre va a estar viva. Siempre vamos a ser madre e hija. Así como es para siempre el compromiso de defenderla, cuidarla y seguir este proceso hasta lo último.
¿Cómo definiría el proceso judicial? En su momento, lamentaron lo trancado que estaba el caso.
AB: Si me preguntás hoy, creo que estamos a las puertas del comienzo de un cierre. ¿No, Diego?
DC: Sí. Si yo puedo responder, el expediente –al que tuvimos acceso muchas veces después de pedirlo–, era un mamarracho. La lectura era imposible porque estaba muy confuso y muy mal escrito. Era una cosa que no se sabía si lo había hecho un niño de cinco años que no sabía escribir, desconexo, inenarrable.... Si era así la investigación, me imagino que era una porquería todo.
AB: Al comienzo y en la prepandemia teníamos una sensación vaga de lo que pasaba. Pero después de hablar con Juan Gómez y ver cómo el juez y la fiscalía habían blindado la causa, te digo que es otro el parecer. No fue uniforme.
¿La Justicia uruguaya se reivindicó?
AB: No sé si es la palabra. Pero sí que, de alguna manera, tuvimos una respuesta contundente como la que veníamos pidiendo. Aunque no fue una constante.
¿Qué significó tener que inmiscuirse en el expediente y en toda la causa judicial?
AB: Es que era eso o quedarnos sin respuestas…
DC: Fue jodido. En una palabra, jodido. A mí me costó un huevo. No podías entender lo que había ahí…
AB: Era necesario estar informados con todas las herramientas disponibles para poder ayudar a la Justicia y que esto prosperara… Leer el expediente fue feo. Fue un proceso doloroso. Era como que yo no terminaba de conectar con todo eso porque obviamente quería negar todo lo que pasaba ahí que era horrible. Pero también después entendí que ahí logramos tener avances… Entonces nos pusimos la causa al hombro y, de alguna manera, nos hicimos cargo.
¿Por qué la decisión de marchar en el “Ni una menos” de este viernes aquí en Uruguay?
AB: Nos parece que es una fecha para visibilizar el tema de la violencia de género. Más a 15 días de haber tenido esta respuesta tan contundente: es una manera de hacerlo visible. Durante tres o cuatro años también marchamos en Buenos Aires, pero hoy creíamos que teníamos que estar acá.
DC: Nos gustaría que lo que nos pasa a nosotros ahora le pueda pasar a más personas. Que todos puedan tener la respuesta que nosotros tuvimos de la Justicia.
La movilización, entonces, tiene otro sentido para ustedes luego de lo que pasó hace algunas semanas...
AB: Sin dudas. Es distinta. Como dice Diego, quisiéramos que lo que nos está pasando a nosotros le pase a más madres y padres. Gracias a trabajos como los de Natalia (Sandberg) sabemos que es posible acceder a que muchos otros casos como el de Lola se resuelvan...
(hace un breve silencio)
Ojalá la Justicia sea más firme con los criminales.
¿Qué esperan de ahora en más?
AB: Si en un momento se da el cierre del caso, poder de alguna manera comenzar el real duelo de Lola y saber que hicimos todo y más de lo que estaba a nuestro alcance... Va a estar bueno el momento en que se dé ese cierre porque va a ser el comienzo de nuestro real duelo... A mí me gusta decirle así: real duelo.
¿Cómo es venir a Uruguay después de lo que pasó con Lola? ¿Qué significa para ustedes el suelo uruguayo?
AB: Es venir a un lugar al que nosotros veníamos de antes...
DC: Yo vengo desde los 15 años. Tengo 63. Uruguay para mí es como moverme dentro de Argentina.
AB: Los recuerdos que tenemos de acá son muy buenos...
DC: Mi padre compró la primera casa acá en Uruguay después de unas vacaciones en el '73 o '74 y jugábamos cuando éramos chicos con mis hermanos. Lo más (serio) que nos pasó fue que nos mordieron unos perros a las cuatro de la mañana volviendo de jugar al flipper... Eso es Uruguay para mí. Un placer absoluto.
O sea que el caso Lola es otra cosa en ese sentido...
AB: Es otra cosa, sí. Cuando se cierre el caso no es que va a quedar en el recuerdo, pero me parece que va a ser una buena excusa para poder mirar todo ese atrás y saber que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. Ojalá finalmente podamos cerrarlo para que los sobrinos y amigos de Lola sepan que intentamos todo.... (piensa) de la manera más amorosa, de la mejor manera que hemos podido.
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