El presidente de Argentina, Alberto Fernández, y el de Uruguay, Luis Lacalle Pou, durante la Cumbre del Mercosur en Montevideo

Opinión > ANÁLISIS

Querer negociar sin querer negociar: el gobierno en el Mercosur y su salida al mundo

Si el Uruguay quiere negociar comercialmente con el mundo tiene que querer negociar primero diplomática y políticamente en el barrio
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07 de diciembre de 2022 a las 13:10

El gobierno de Luis Lacalle Pou ha evangelizado durante los últimos tres años –al igual que lo hicieron sus predecesores– sobre la imperiosa necesidad de “modernizar” y “flexibilizar” el Mercosur para que los socios tengan, entre otras posibilidades, la capacidad de mantener negociaciones bilaterales con otros estados de forma unilateral, es decir: sin el “lastre” del Mercosur, para ponerlo en palabras del presidente. 

Pero en su elogiable intento de abrir nuevos mercados ha tropezado una y otra vez con un elefante fabricado en casa: su renuncia a una negociación intrabloque para lograr los objetivos que se propone.

En este punto se advierte una paradoja incuestionable. El gobierno quiere abrir negociaciones comerciales. Quiere un Tratado de Libre Comercio con China, con Turquía, con Estados Unidos. Y quiere ingresar en el selecto club del Acuerdo Transpacífico. Pero en tres años han sido escasas las negociaciones diplomáticas y políticas para lograr distender los rígidos músculos de los socios del Mercosur.

Por fuera de cualquier discusión jurídica –siempre habrá dos o más bibliotecas que se acomoden estratégicamente en función de los intereses de las partes– la cuestión tiene una naturaleza esencialmente política.

Es simple de entenderlo: en vez de procurar imponer una narrativa a partir de declaraciones o arrojarse a acciones unilaterales inconducentes, lo deseable hubiera sido negociar condiciones que acercaran al gobierno a sus objetivos. Como en cualquier vínculo que pretenda funcionar se trataba de pedir y ofrecer. De dar y recibir. 

¿La negociación intrabloque era una tarea fácil? Claro que no. Nadie dice eso. Se podrá reparar con razón en el poco poder negociador de Uruguay frente a Argentina y Brasil.

Se podrá argumentar que el gobierno de Alberto Fernández ha jugado el triste rol de contra, como quedó claro al impulsar y coordinar la declaración que junto a Itamaraty y Paraguay emitieron contra Uruguay pocos días antes de la última cumbre. Se podrá señalar que con la oposición de la cancillería brasileña era muy difícil llegar a buen puerto, sobre todo porque los dos gigantes de la región siempre se acomodan sus asuntos. Todo eso es verdad.

Pero tampoco era imposible. Se podrá argumentar que las tres décadas de historia de este bloque el Uruguay protagonizó fieras discusiones y que, en algunos casos durante los gobiernos de Lacalle Herrera y Batlle, el saldo de la negociación se puede interpretar como positiva para los intereses nacionales.

Se podrá señalar que Uruguay contaba con el apoyo del Ministerio de Economía de Brasil –una situación extraordinaria que difícilmente se vuelva a repetir con el nuevo gobierno brasileño– que había logrado balancear la puja interna con Itamaraty. Con Bolsonaro y Guedes en el mismo barco, en algún momento del pasado, hubiera sido más fácil procurar iniciar una negociación con Argentina. Y todo eso también es verdad.

Por lo pronto, con los profesionales idóneos y experimentados que hay en el Servicio Exterior se hubiera podido aproximarse a una negociación. Al menos intentarlo, recorrer un camino. Y después, si no se lograban los objetivos, se podrían pensar en alternativas. Porque para romper –para decir que estás negociando con China o procurar adherir a alguna otra asociación pocos días antes de ser el anfitrión de una cumbre– siempre hay tiempo.

En cualquier caso, el mensaje que recibe China (y quizás los miembros de CTPP) con todo esto quizás no sea el más conveniente. Los representantes de Beijing lo han dicho de todas las formas posibles y con meridiana claridad (el último fue Cai Wei en Montevideo): no harán un solo movimiento que rompa al Mercosur. Y el mensaje subliminal ha sido siempre el mismo desde que Tabaré Vázquez y Xi Jinping abrieron las puertas a un TLC en 2016: si Uruguay quiere libre comercio con China tiene que trabajar dentro del Mercosur para eso. Y lo mismo aplica al CTPP o a cualquier caso.

Si el Uruguay quiere negociar comercialmente con el mundo tiene que negociar primero diplomática y políticamente en el barrio.

Tiene que querer negociar. 

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