Rosario Martínez, en su casa en Santa Lucía

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Rosario Martínez: "Mi carrera no terminó, me falta dirigir a Peñarol"

En una charla de fútbol de Referí, el entrenador que espera volver al ruedo, que tiene ganas y no se siente retirado, habló de todo: qué dijo de Nacional, de Carrasco, de la selección y sobre las cábalas
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13 de septiembre de 2020 a las 05:04

*Esta fue la última entrevista que Rosario Martínez dio a El Observador, y fue publicada originalmente el 13 de setiembre de 2020. 

 

La charla por teléfono con Rosario Martínez, para conocer más información sobre el zaguero de Peñarol, Rodrigo Abascal (al que dirigió en Fénix, y Mario Saralegui había probado en su segundo entrenamiento como volante central previo al partido con Liverpool), terminó en promesa de una charla más profunda sobre fútbol, y en un desafío. “¿Viene hasta Santa Lucía?”, disparó el entrenador. “¿Por qué no?”, le retrucó el periodista. “Porque parece que fueran los 60 kilómetros más largos del mundo”, apunta en tono de broma y con una carga de ironía, porque de la última vez que un equipo periodístico lo fue a visitar a su casa ya pasaron tres años.

“¡Pufff! La última vez que vinieron por acá fue el Gallego González (Tenfield) hace como tres años”, recuerda.

“¡Queda lejos Santa Lucía!”, le dice el periodista al llegar para retomar la charla en aquel punto que había quedado una semana atrás.

“¡Montevido queda lejos! Yo iba y venía todos los días a entrenar”, dice.

¿En qué anda Rosario Martínez?

En una vida muy tranquila. Me levanto tarde, no tengo nada que hacer para madrugar. Almuerzo. Conocí la siesta, sí, porque nunca hice. Leo, miro televisión, me conecto en la computadora y veo mucho fútbol, casi todos los partidos ahora que los pasan por televisión.

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Pero sigue corriendo.

No, no. Dejé hace como un año, por problemas cardíacos. Me dijeron que caminara, pero tampoco camino.

¿Qué le devuelve el fútbol uruguayo cuando lo que observa hoy por televisión?

Sigo pensando que quieren cambiar al fútbol uruguayo. La prensa y nosotros, los entrenadores, estamos tratando de llevar al fútbol uruguayo a otro fútbol que no es lo que marca la historia. La forma en que ganamos siempre y la forma en que nos destacamos en los mundiales, incluso en los mundiales, no es como queremos jugar acá muchas veces.

¿Eso es bueno o es malo?

Con lo viejo conocido habíamos ganado, con lo nuevo por conocer no ganamos aún. La historia dirá más adelante si es bueno o es malo.

Interpreto de sus palabras que se queda con el viejo modelo. ¿Por qué?

Estoy totalmente afiliado a la historia del fútbol uruguayo porque es un modelo que nos dio resultados, porque prácticamente jugábamos todos de la misma forma, desde Montevideo a Rivera y de Cerro Largo a Río Negro estábamos identificados con ese tipo de fútbol. Hoy hay dos versiones, unos apuestan a una cosa y otros a algo diferente. Con esto que está sucediendo, corremos el riesgo de perder identidad.

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¿El cambio se puede interpretar como la evolución del fútbol en Uruguay?

Es una supuesta evolución que está teniendo el fútbol en el mundo, que sostienen muchas personas con sus razones. Y para mí también apunta a ese lado, en determinados países donde jugar así les sienta bien, pero los equipos con gran historia, como Uruguay, no tienen que cambiar su filosofía y su manera de ser porque la onda venga de otra manera. Creo que hay que potenciar lo que hicimos. Y me aferro a eso. Creo que deberíamos investigar por qué nos cuesta ganar tanto hoy, y allí encontraremos en la cantidad de jóvenes que se van, y que vienen a la selección potenciados, una de las razones. No estoy de acuerdo que hay que cambiar el estilo de fútbol para lograr mejores resultados que hasta el momento no encontramos.

El fútbol empieza a formar parte del show.

Sin dudas que eso es así, pero también les estamos haciendo el show a ustedes, los periodistas. Todos los periodistas están involucrados en esto, porque impulsan el concepto que hay que jugar mejor. ¿Qué es jugar mejor? Además, muchos entrenadores agarran por ese lugar. Y le digo esto: hay jugadores míos que pensaban el fútbol de una manera diferente, como lo jugamos siempre, y ahora que son técnicos se pliegan a esta movida. Sin dudas que esto nuevo vende más, pero hay que conseguir resultados porque solamente con el piquito no se sostiene en el tiempo.

La nueva camada viene con Guardiola…

Debe estar ahí el asunto. Vio que todo el mundo trata de hablar de Gaurdiola. Y por supuesto que Guardiola ganó cosas muy importantes pero ha invertido más de 1.000 millones de euros para reforzar  a sus equipos, y  esas posibilidades no se la dan a Rosario Martínez ni a Juan Pérez. Eso también hay que verlo. ¿Cómo ganaron? ¿Qué hicieron paga ganar? ¿En qué país? ¿Bajo qué circunstancias? Tenemos que partir que el fútbol uruguayo es totalmente atípico, tiene poco dinero, casi no tiene jugadores jóvenes ni en su plenitud porque se van, y cuando estás al frente de un equipo en Uruguay tenés la obligación de conseguir resultados.

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¿Se ve dirigiendo de nuevo?

Sí.

¿Cómo es la vida de un entrenador que espera afuera cuando ve que alguno de sus colegas empieza a tambalear? Usted va a la tribuna para que lo vean…

Si puedo voy todos los fines de semana a varios partidos, pero nunca seducido por esa posibilidad que usted plantea, que caiga un entrenador, porque me parece muy poco ético. A mí me gusta el fútbol, y si alguien puede caer, a ese equipo ya lo vi y lo conozco, porque los veo a todos. Respondiendo su pregunta: no creo en esa de ir a la tribuna a hacerse ver.

¿Nunca lo hizo?

No.

¿Cómo lo contrataron?

Mi llegada a Fénix (en 2008) se produjo después de muchos años dirigiendo en Bolivia, Ecuador, Guatemala, porque en Uruguay me costó muchísimo tener oportunidades. Hasta ese momento solo había tenido un pasaje por Progreso. A Fénix, le decía, llegué a través del gerente deportivo del club, Maño Ruiz. Me ofreció la Tercera. A los cuatro partidos cesaron al técnico del primer equipo, dirigí dos partidos en forma interina y logramos buenos resultados. Luego vino Julio Ribas, quien dirigió toda esa temporada, no le va bien, y cuando llega enero, para el siguiente torneo, me designan a mí. Todo lo que conseguí fue peleando duro, porque en Tercera fuimos campeones. Después que estás en el ruedo es más fácil.

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¿Es difícil entrar?

Es dificilísimo porque son pocos lugares, muchos candidatos, nadie que está dentro quiere salir y todos los que estamos afuera queremos entrar.

En 1997 fue asistente de Roberto Fleitas en Nacional y en 2006 de Gregorio en Peñarol. ¿Qué descubrió en cada uno de los grandes?

Descubrí que son dos equipos grandes, que existe la obligación de ganar hasta los amistosos, y que la mística que se habla de Peñarol, por más que últimamente no consigue resultados, es cierta.

¿Usted dijo que en Nacional no lo quieren?

Sí. Es así. No sé por qué, pero desde que dirijo a Fénix cada vez que me toca entrar a la cancha con Nacional desde que entro a la cancha me empieza a insultar la hinchada. Sinceramente, no sé por qué. No tengo la menor idea.

¿En algún momento hizo algo?

No. Jamás. No tienen motivos, pero lo hacen.

¿Cuesta desprenderse del rol de asistente para asumir como entrenador?

A mí no me costó. Desde que jugaba tenía cabeza de entrenador y siempre soñé con que cuando me retirara del fútbol, iba a ser entrenador. Así sucedió. Entre mis aspiraciones están llegar a un equipo grande como técnico, aún no llegué pero estoy ahí.

Aunque en general lo llaman para asumir en equipos en los que debe asumir en situaciones extremas.

Es así. En el fútbol uruguayo nunca tuve una fácil.

Y se identificó con el carácter para salir de lo difícil.

Es parte del fútbol uruguayo, del técnico, del jugador. Si no mostramos carácter no hubiésemos ganado nada de todo lo que logramos en la historia. En 1950 lo ganamos así. Todos los triunfos fueron en base al temple y al estado anímico de los jugadores uruguayos.

Sigue vigente, o ahora…

Creo que ya no está tan vigente, porque ahora se quiere jugar diferente, se juega a otro cosa. Desde el léxico cambiamos mucho y lleva a eso.

¿Somos más blanditos?

Estamos intentando serlo, y es muy malo eso. Creo que el hecho de apostar a otro tipo de fútbol nos está haciendo más livianos y al hacernos más livianos pasamos a estar a niveles competitivos de Bolivia, Venezuela, Perú. Ya no somos invencibles en el Estadio. No podemos olvidarnos que perdimos 3-0 con Venezuela. Eso era impensado, pero sucedió.

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Cuando en 2011, en la encuesta que anualmente organiza Referí, un centenar de periodistas lo eligieron Mejor entrenador de la temporada 2010-2011 del Campeonato Uruguayo, ¿fue el mejor momento de su carrera?

Fue uno de los momentos más especiales, porque me tocó algo que nunca había vivido. Era todo un reconocimiento. Pero no hablo mucho de eso, porque no me gusta sacarme cartel ni me ando ventilando con eso que fue un gran reconocimiento, el mejor entrenador del fútbol uruguayo con Fénix.

¿Es muy cabalista?

En este país a todo el mundo se le pone etiqueta. Unos llevan la de “No le gusta entrenar”, otros “Llega tarde”, están aquellos a los que le etiquetan con “Le gusta la noche”. A mí, como no me pueden acusar de nada de eso, me encasillan como muy cabalista. Tengo cábalas como toda la gente en el e fútbol. Ni más ni menos.

¿Puede ganar con las cábalas?

De ninguna manera. Se gana con buenos jugadores y buenas estrategias.

Pero usted no permite los colores verdes en sus entrenamientos.

Trato de evitarlos, ¡pero mire que dirigí a Racing!

¿Eso era de Cubilla?

Sí. Lo aprendí con él. En la Fórmula 1 no hay autos verdes. Son cosas del deporte.

¿Cómo fue su etapa con Cubilla?

Había terminado el curso de entrenador. Iba a ver todos los entrenamientos, cuando se podía entrar a ver las prácticas. Fui a las dos Copa América que dirigió. Hablé mucho con él, aunque hablaba poco, pero siempre dejaba cosas hablando y mostrando.

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¿Qué fue lo más increíble que le sucedió en su etapa como entrenador en Bolivia?

Una vez fuimos a jugar a Santa Cruz. Le di libre a todo el plantel después del partido porque habíamos conseguido un buen resultado y los cité al otro día en el aeropuerto a las 13, para volver. El mejor de los bolivianos que tenía en el plantel no aparecía. Y no apareció. Nos volvimos sin él. Al otro día cuando recién había llegado a casa, después del entrenamiento, golpean la puerta. Era este jugador. “Pase”, le dije muy serio. Hablábamos en el living y mi señora estaba en la cocina. Y el jugador comentaba lo que le había sucedido. “… llegué a mi casa y estaba mi madre muy mal, tuvimos que salir como locos atrás de los médicos y al final la terminaron operado”. En eso salta mi señora y pregunta, “¿de qué la operaron?”. “De la próstata”, respondió. Le dije “vaya, vaya”. No son buenos ni para mentir.

Y no jugó más.

Sí, jugó. Era el mejor. (Hace un gesto intentando justificar lo que tenía que hacer)

¿Qué se hace con el mejor en esas circunstancias?

A veces hay que mirar para el otro lado. Si tenés ocho o 10 mejores, podés sacarlo, pero si no tenés... Eso pasa ahí y acá, también.

¿Cuál fue el momento que le costó más acomodar el cuerpo en Uruguay?

En Uruguay nunca me sucedió. Tuve muchísima suerte con los jugadores. No viví enfrentamientos concretos en los que tuve que plantarme. Me resultó más fácil y espero que siga así en lo que queda en mi carrera.

¿Cómo llegó a ser el asistente de Fleitas?

Fui jugador de él en La Luz y Santa Rosa. Siempre hablaba mucho con él, hasta que un día me dijo: “Cuando se retire me gustaría que trabaje conmigo”. Empecé a hacer el curso, y un día fui a hablar con él, en su casa de Julián Laguna. Estuvimos mucho rato, le dije que había empezado el curso y allí me respondió que cuando me recibiera iba a ver qué hacer. Me recibí, pasó un año, dos, le surgió la posibilidad de volver a Nacional y me llevó a trabajar con él. Antes había estado en Wanderers de Santa Lucía, en Atlético Florida y en las inferiores de Danubio, porque Rafa Perrone, con quien hicimos juntos el curso, dirigía Primera y teníamos buena relación.

¿Y de Gregorio Pérez con Peñarol?

Tenía una relación de cercanía con Gregorio, pero no éramos amigos. Un día me sorprendió la llamada de él. “Quiero que venga a trabajar conmigo”, me dijo. No había terminado de cortar que ya estaba pronto para arrancar. Era la posibilidad de trabajar con Gregorio y en Peñarol, algo que seduce a cualquiera.

¿Qué aprendió ahí?

Que Gregorio tiene un manejo de grupo notable. Es un técnico que no tiene problemas con la figura ni con el que juvenil que asciende. Los trata a todos por igual.

¿Cuál es el secreto? ¿Ser severo?

No, no es de lo más severos que conocí. Es ese don que tiene de llegar con facilidad a los jugadores.

¿Nunca pudo trabajar con Pelusso?

Tuve opción y estaba comprometido con un equipo en el exterior, y le dije que me disculpara pero no pudo ser.

¿Se arrepiente de algo que no hizo? ¿Se quedó con ganas de algo?

Como mi carrera todavía no termino, o eso espero, me falta dirigir a Peñarol y a un montón de equipos. Espero que se pueda dar. No soy de los que piensa que está terminado, no creo que sea el último orejón del tarrón como creen que soy o quieren verme.

¿No está jubilado ni retirado?

No. Para nada, sino ya me hubiese retirado.

¿Cuándo lo llamaron por última vez?

De Bolivia, en noviembre o diciembre del año pasado. Al final no cristalizó. Cuesta salir del país. Ya llevo casi 15 añs sin emigrar. Antes era diferente, pero cuando me casé, tuve un hijo, no quería dejarlo. Hoy está grande pero vive conmigo, y me cuesta arrancar.

¿Mira mucho el teléfono para ver si suena?

Ya estoy acostumbrado a que no suena (se ríe). Tampoco iba a sonar este año, en plena pandemia. No iba a haber ningún cambio de entrenador.

¿Cómo ve la selección?

Creo que estamos ante la última posibilidad de aprovechar a esta generación. Hay que pensar en el recambio para la eliminatoria posterior. El Maestro está manejando muy inteligentemente con los recambios que tiene. Tabárez consiguió con la selección lo que ningún otro técnico de igual o mejor jerarquía. Por tanto no entro en esa que no me gusta cómo juega, que es muy defensivo, que es esto o que aquello. No íbamos a mundiales a 10 cuadras, como el de Argentina, ni al otro de habla hispana (España), ahora vamos a todos y salimos cuartos o quintos. No es hazañoso lo de Tabárez, pero hay que respetarlo. Esto es una cuestión de capacidad y al técnico hay que juzgarlo por su capacidad.

¿Qué paso en el Parque Central aquella vez que lo llevaron detenido?

Ese día nos estaban esperando. ¡Nos estaban esperando!

¿Quién?

La gente que armó todo el problema, la Policía. Llegamos por el mismo lugar de siempre al Parque, a la hora que arribamos siempre a cualquier escenario y nos trancaron porque no podíamos entrar. Teníamos que hacer 30 metros y no nos dejaron hacer esos 30 metros. Luego nos sacaron a pasear por Montevideo durante media hora. Llegamos cuando faltaban 35 minutos para el partido, para bajarnos e ir al vestuario. Encima nos pararon frente a la entrada donde ingresaban los hinchas de Nacional. Hubo varias cosas, que si no fueron premeditadas dejaban mucho que desear sobre la eficacia y profesionalidad de quienes estaban a cargo de esa tarea.

Dijeron que usted no permitió que el ómnibus fuera marcha atrás por cábala. ¿Es cierto?

Eso lo dijo un colega suyo, bastante mala gente, y sin fundamento. Luego, cuando me bajé del ómnibus se me escapó un disparate. Sí, lo mandé a la puta que lo parió (al policía) y un policía que estaba arriba de una moto de 1.000 cilindradas que pesan una barbaridad, la tiró y salió corriendo a agarrarme. Dirigí, de allí me llevaron a la seccional Novena, entré al calabozo, me senté y al minuto me dijeron que me tenía que ir.

¿Cuál fue el mejor partido que jugó con Fénix?

Mi equipo siempre jugó bien.

Bueno, pero cuál fue perfecto.

El día del 3-0 ante Nacional en el Parque. También tuvimos buenos partidos con Peñarol, a quien también le ganamos. Hubo otro contra Defensor, que venía muy bien, y le pasamos por arriba en el Capurro.

Rosario Martínez

¿El momento más difícil en Rampla?

Haber agarrado.

¿Por qué agarró?

Porque me tenía fe. Muchísima fe, como me tengo siempre. Después que estaba allí me di cuenta que no había ido al lugar correcto. Era un equipo que estaba acostumbrado a pelear abajo y a salvarse en el final, y no estaba la mentalidad de algo más que salvarse.

Los momentos exitosos de Fénix en las últimas dos décadas fueron con usted y Carrasco. ¿Lo ve a Carrasco?

Sí.

¿Le gusta cómo juega?

De mitad de cancha para adelante mucho. De mitad de cancha para atrás no tanto. Juan se mata de la risa con eso. Es más, creo que lo hace de ex profeso. Hizo grandes equipos en ofensiva y, coincidentemente, todos sus defienden mal de mitad de cancha para atrás.

Nunca pensó qué buena dupla haría usted con Carrasco.

¿Él sería mi ayudante?

¿Y si fueran los dos técnicos?

No se puede eso. Más vale un mal general que dos buenos generales, lo decía Napoleón.

Cada uno en lo suyo…

Pero nos faltan jugadores, porque si preciso ocho para defender Carrasco no me los va a dar, y si Juan precisa siete u ocho para atacar no se los voy a dar.

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