La banda argentina Él Mató a un policía motorizado
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > El Mató a un policía motorizado

Santiago Motorizado: la historia detrás de su música para Okupas, su colaboración con Niña Lobo y su amor por el cine

El líder de Él Mató a un policía motorizado —que se presenta el 16 de marzo en el Teatro de Verano— conversó sobre sus proyectos solistas y la vuelta de la banda a los escenarios luego de la pandemia
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05 de marzo de 2022 a las 05:00

En la casa de la infancia de Santiago Barrionuevo había mucha música y mucho cine, y las dos disciplinas terminaron combinándose de alguna forma en su carrera artística. Barrionuevo, más conocido como Santiago Motorizado, líder de la banda argentina Él Mató a un policía motorizado, reconoce la compra por parte de su padre de una videocasetera —una rareza para una familia obrera de La Plata en la década de 1980— como una instancia fundamental para desarrollar su cinefilia, que después se terminaría filtrando a su música.

Letras visuales, melodías que podrían estar en una película, portadas de discos influenciadas por distintos géneros. La música de Él Mató es cinematográfica y así lo reconoce su vocalista, bajista y compositor principal. Pero el vínculo en los últimos tiempos también agregó una nueva conexión: los primeros trabajos solistas de Barrionuevo fueron la banda sonora para el filme La muerte no existe y el amor tampoco, y una serie de composiciones se sumaron al reestreno de la serie argentina Okupas en Netflix.

Si bien es un comienzo atípico para un camino solista, también está conectado con la labor de su banda, que reversionó algunas de sus canciones para esa misma serie, de la que Barrionuevo es fanático obsesivo, y que funcionó como un atisbo de actividad para el grupo en el período pandémico, en el que aprovecharon a descansar luego de algunos años intensos.

Ahora que la pandemia parece haber amainado, la banda se lanzó nuevamente al camino, empezando con un show para cinco mil personas en Buenos Aires que reavivó la llama que la banda enciende cada vez que sale a escena. “Salir al escenario es un momento muy especial, hay nervios, ansiedad, vértigo”, dice Barrionuevo a través de zoom, desde su casa. “Esta vez tuvo un plus por haber estado tanto tiempo sin tocar. Pero inmediatamente toda esa marea de gente a tu favor, esperando para celebrar y para conectar logra que todo pase, es algo hermoso y muy único. Estar ahí es para mí el momento más feliz de mi existencia”.

Además de recorrer varias ciudades de su país natal, la banda sigue con una gira internacional que los llevará a México, Estados Unidos, España, Alemania, Francia, Chile y Uruguay. Él Mató se presentará el próximo 16 de marzo en el Teatro de Verano, con Niña Lobo (con quienes Santiago Motorizado colaboró en la canción Fin de año) como banda invitada.

Su banda se convirtió ya en una referencia del rock indie argentino que ha extendido su música por la región, convirtiéndose en influencia también para bandas de este lado del Río de la Plata. En la previa de su regreso a Montevideo, Barrionuevo/Motorizado habló sobre su trabajo en Okupas, de su vínculo con el cine, y de cómo percibe junto al resto de Él mató el haberse convertido en guías para otros músicos.

¿Cómo surgió la posibilidad de hacer la nueva música para Okupas?

Bruno Stagnaro, creador y director de la serie, necesitaba hacer reemplazos musicales por un tema de derechos para poder reestrenarla en Netflix, y se comunicó conmigo para invitarme a usar siete canciones de El Mató, que ya estaban grabadas, para siete escenas. Me pareció genial. Me mostró las escenas, algo que no era necesario porque yo iba a aceptar todo ciegamente, y en esa charla, él me comentó que le faltaban 45 canciones más, de 45 artistas diferentes, para que encajaran en las otras piezas que tenían que reemplazar. Era un trabajo complicado: había que buscar la canción, hacer que encaje y respete lo que necesita la escena, contactar a los artistas, ver si estaba todo bien. Y ahí surgió la posibilidad de que componga, por fuera de El Mató, en un formato solista, aunque con otros músicos como invitados, esa otra música para Okupas. Bruno buscaba que me corriera del registro de la banda, que sonara diferente para que la serie mantuviera eso heterogéneo que tiene la versión original, y también el ejercicio de sumergirme en géneros raros para mí, como el folclore, la cumbia, el tango. Fue una aventura increíble, un sueño hecho realidad.

¿Fue raro trabajar en una banda sonora para una obra que ya estaba terminada, y que incluso vos ya habías visto con otra música?

Había que buscar el equilibrio entre mantener la esencia musical de la versión original y presentar algo nuevo. Podía apoyarme en lo que había antes, pero tenía que proponer algo nuevo, de forma que quien ya la hubiese visto encontrara algo novedoso, y el que nunca la vio, también. Para mí era importante pasar desapercibido. Bruno no me lo pidió, pero como fan, como seguidor de la serie, lo sentía necesario. Que no se notara un cambio sustancial en lo que estaba pasando musicalmente, y creo que se logró. En total hubo cerca de 70 reemplazos musicales, incluyendo las canciones de El Mató, las que compuse yo y algunas que puso Bruno de rock argentino, y creo que los fans más duros se dieron cuenta de diez. Y eso significa que el trabajo, a mi forma de ver, estuvo bien hecho. Se mantuvo la esencia y la recorrida narrativa de Okupas, acompañada por esta música que está muy presente, que es muy protagonista en la serie.

De alguna manera fue el inicio definitivo de tu carrera solista, más allá de toques en solitario ocasionales. ¿Cómo fue el proceso para entender que era el momento de hacerlo?

Fue raro. Mis dos primeros discos (como solista) son bandas sonoras. Nunca concreté el viejo disco que arranqué mucho antes de todo esto, nunca lo pude terminar de grabar, y espero pronto empezar a hacerlo, porque pasa el tiempo y hay cosas con las que ya no conecto tanto. Pero sí, hay más invitaciones, hay giras, más cosas. No me generaba problema en este formato tocar con los protocolos de la pandemia; me parecía que iba bien tocar con sillas, en teatros, es un clima distinto. Me permitió tocar mucho solo, y estuvo bueno, es algo que disfruto bastante. Ahora con la música de Okupas todavía más, porque es una recorrida musical muy extraña, muy divertida, muy diferente, pero lo vivo de otra manera. Con Él Mató siento otra presión, me lo tomo más en serio, estoy más en los detalles, quiero que salga todo perfecto, que todos estén bien. Siento que tengo que liderar algo más, y seguramente exagero. Cuando toco como Santiago Motorizado estoy más relajado, me permito hacer más tonterías, con Él Mató siento que lo que tengo que decir y hacer arriba del escenario de alguna manera tiene que representar a toda la banda, entonces soy más medido. Pero me gusta que la banda sea música y pocas palabras, pero estando solo no me importa nada y prefiero que todo sea más conversado y relajado.

¿Cómo fue para vos meterte en géneros a los que no estabas acostumbrado?

Fue un trabajo, primero, de investigación. Porque son géneros populares, parte de nuestro día a día en Argentina, pero no es lo mismo a la hora de componer estar más familiarizado con las formas, con la poesía, con todo lo que conllevan esas marcas de estilo muy puntuales que definen a un género. Quería respetar eso, porque sentía que en Okupas, cuando sonaba una cumbia, no tenía que ser una fusión rara de indie y cumbia, tenía que ser cumbia. Tenía que meterme de lleno. Escuché mucho, hice listas de cosas que me acordaba, traté de respetar el momento histórico de la serie, el final de los 90, principios de los 2000, y cómo sonaba la cumbia de esos años. Lo mismo con el tango y el folclore. Se trató de sumergirme en los géneros y probar y probar hasta que algo que apareciera me convenciera. 

Tu padre canta contigo en una de las canciones, ¿Cómo fue esa colaboración?

Yo tenía el sueño de cantar con mi viejo, que de alguna manera es el que, en mi casa, cuando éramos chicos, hacía sonar folclore. Él es salteño, del norte de Argentina, se fue a La Plata a estudiar, y era muy común en mi casa que sonara eso, y que él tocara. Tenía su guitarra criolla y tocaba mucho en solitario, en su pieza, o en reuniones o fiestas de fin de año. La zamba, la chacarera, el chamamé, todo estaba muy presente. Yo tenía ese sueño pero no sabía cómo ejecutarlo, tenía que buscar una canción propia que también lo interpelara a él. Okupas encajó perfecto porque tuve que componer folclore argentino y era la oportunidad de hacer esa conexión con mi viejo. Fue muy importante y muy lindo. 

De alguna forma, para vos este trabajo fue reconectar con los sonidos de tu infancia.

Totalmente. Fue redescubrir un montón de música, no solo de la infancia sino de toda la vida. Redescubrir bandas de cumbia que sabía que existían y me generaban cierta simpatía. A la hora de analizar las formas, las composiciones, de desmenuzar ese lugar básico de donde nace la canción, volvés a confirmar que la música y las canciones tienen la misma matriz. Después cada una tendrá sus guiños melódicos y estéticos, y en la producción final tendrá esas marcas de estilo definidas, pero en su esencia hay algo común a todas.

En tu música el cine está muy presente, de forma directa e indirecta. ¿Cómo empieza tu vínculo con él?

En esa infancia el cine estuvo muy presente. En mi casa había mucha gente, éramos una familia muy numerosa, y no sobraba nada. Pero mi viejo un día tuvo la osadía de comprar una videocasetera, que en los ochenta era un artefacto poco común en las casas de clase trabajadora. Eso cambió mucho la dinámica del hogar. Íbamos al centro de la ciudad, donde había uno o dos videoclubs, y era algo como de búsqueda del tesoro, de ver mucho cine en casa y disfrutar de esa experiencia de ir en la búsqueda de algo sorprendente. Eso repercutió mucho en mi vida, en mi existencia, en mi fanatismo por el cine y evidentemente también en mis canciones, en mis letras. Siento que son muy visuales. Algunas películas han sido inspiración directa para composiciones puntuales, y también para la parte visual de la banda, las portadas de los discos, los pósters. Eso es algo del cine que también tengo muy presente. 

La fantasía, las road movies; hay géneros que se notan más en la música de El Mató.

Hay algo de esos géneros y hay algo también musical en eso. Siento que la música acompaña esa especie de narrativa, y me copa que sea así. No sé qué tan intencional fue, no tengo un recuerdo de decir "que esto parezca la música de una road movie". Se fue dando. Es la repetición, todo esto que fuimos mamando de pequeños, y me gusta que sea así. La parte musical no fue tan planeada, la parte de la lírica quizás un poco sí. 

¿Y también hay algo de la idea de lo épico dentro de las situaciones cotidianas?

Sí, total, o que en la catástrofe y la tragedia también hay cosas cotidianas. Me copa esa combinación. Estaba más presente en los primeros discos, pero un poco más acá también. En La síntesis O'konor, por más que es un disco introspectivo y que habla más de las relaciones entre personas, hay momentos de acento en lo visual, en lo cinematográfico, y traté de marcarlo en el arte, en esas guerreras que emulan al cine de los 80 de fantasía medieval que venía del cómic, con Conan, Beastmaster y todo ese Rey Arturo mezclado con fantasía, y que un poco volvió con Game of Thrones, pero llevado a una estética más ochentosa, más kitsch, inspirado por el cine.

¿Cómo ves al rock hoy por hoy?

Es raro lo que pasa con el rock, pero es raro lo que pasa con la música en general. Están pasando cosas novedosas, de cómo escuchamos, cómo la música es parte de nuestras vidas, cómo quedó de lado la experiencia de la recorrida y la aventura hasta llegar a ese momento musical, algo que parece una tontería, pero no lo es. Hoy, con la inmediatez, se mueren un montón de cosas que repercutían en nuestra experiencia puntual de estar sentado escuchando música. Había un descubrimiento, una sorpresa, una charla previa con un disquero, un primo, un amigo, o con alguien que venía de otro país con música nueva. Eso tenía algo muy potente que se fue perdiendo. Hoy todo lleva a que sea más fácil, inmediato y directo. Hay música genial que sigue saliendo en todas partes, hay un nivel de tecnología y de alcance para los músicos que nunca existió, pero a la vez falta lo otro. Hoy está muy presente la figura del productor, algo que no me parece mal en sí, es solo un cambio que se ha generado; la figura del músico productor de sus propias canciones se ha ido perdiendo, y ahora son equipos de producción que sacan cosas impresionantes. Quizás pasa más en el mundo del pop, o la música urbana, pero algo nos aleja del lugar más aventurero, de esa experiencia de vivir la aventura. Creo que una de las mejores cosas de esta extraña existencia en el mundo, de esta vida breve que nos toca, es vivir eso. Si lo estamos perdiendo, es una alerta. Hoy una canción al mes ya es vieja, los músicos tienen que tratar de conectar entre una marea de información y, a pesar de tener herramientas mucho más potentes para llegar al público, tienen el desafío de estar en medio de una hiperinformación global, que hace que todo empiece como a vaciarse lentamente de algo que antes era más potente y que tiene que ver con ese misterio, esa distancia que había y se fue perdiendo en la inmediatez de los teléfonos móviles.

¿En algún momento tomaron conciencia de que la banda se había convertido en una referencia para otras?

Soy consciente cuando me escriben y me dicen "gracias a tus canciones, yo hago esto", o "esta canción me inspiró a hacer un corto", porque pasa también con otras facetas del arte. Eso me emociona un montón, porque que tu música inspire es de lo más gratificante. Y cuando alguien a quien inspirás es un artista que te enamora, como Niña Lobo, que me enloquecí cuando las descubrí y después me enteré de que Él Mató era una de sus influencias, se completa un círculo de amor genial. O cuando un artista que admiraste toda la vida te dice que conoció lo que hacés y le gusta, es otro giro hermoso. No estoy en un modo de pensar en eso, no obro para eso, me cuesta creerlo, pero cuando me lo dicen me encanta, me enamoro, me dura un día, y al otro día me vuelve a costar creerlo. Creo que está bien que sea así y lo disfruto. Me encanta también cuando pasa con artistas con los que pensaba que no había ninguna conexión, y eso está buenísimo, siento que es más potente todavía.

¿Cómo se generó Fin de año, la colaboración con Niña Lobo?

Las conocía de nombre, pero nunca les había prestado atención. Un día me puse a escucharlas y conecté inmediatamente. Eso es lo que más me enamora de Niña Lobo: cuando encontrás una banda y te pasa eso. Siento que con el paso del tiempo me cuesta más conectar con la música nueva, que hay muchas cosas que me gustan, que las asimilo y son parte de mi vida, pero no siento esa conexión especial con una banda que te interpela en lo más profundo de tu corazón y te dan ganas de cantar y escuchar una y otra vez, que no se te gastan las canciones. Es una conexión adolescente que te lleva a un punto primal de tu existencia. Eso me pasa cada vez menos seguido, y cuando me pasa lo celebro con todo mi ser. Y eso me pasó con Niña Lobo. Las escuchaba fascinado, y con ganas de tocarlas en la guitarra, lo que me pasaba de chico cuando me copaba con una banda. Toqué una canción de ellas en Instagram, lo vieron, conectamos y charlamos. Y después surgió la posibilidad de colaborar, que fue increíble, todo a la distancia, lo que fue muy raro. Después toqué en Montevideo y las pude conocer personalmente y tocar con ellas en el escenario. Generamos una amistad, las admiro mucho. Ahora las voy a poder ver en vivo en el show de marzo. 

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