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Wilmar, un toro generoso cargado de anécdotas

Fue Campeón de América y del Mundo con Nacional, brilló en el exterior y formó a Suárez; hoy encabeza un proyecto para que los niños de su pueblo cambien las calles por el deporte
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04 de noviembre de 2017 a las 05:00

La última experiencia de Cabrera ligada al fútbol fue en Artigas, donde estuvo en San Eugenio durante los últimos cuatro años: "En Artigas hice de todo dentro de la estructura de OFI. Varias etapas de fútbol infantil, pude dirigir juveniles, a la selección juvenil de Artigas y luego a la selección mayor. Es un ambiente diferente dirigir amateur que profesional y hay limitaciones lógicas a la hora de desarrollar todo tu potencial, aún en un equipo grande del departamento como en el que estaba. Armamos un proyecto lindo y el club tuvo un crecimiento social y deportivo muy importante, pese a que hay complicaciones de horarios y variantes que sabes de antemano y que exceden tu planificación porque los jugadores trabajan todos. Yo estuve 20 años en el circuito profesional y me encontré con cosas nuevas para hacer y para enseñar".

La pegada seca, el salto elástico y el cabezazo mortal en el área rival para festejar con los puños apretados. La lucha, el sacrificio y la marca férrea en el área propia para ganarse los aplausos y mandar al diablo ese prejuicio de que los goleadores no saben marcar.

Wilmar Cabrera es un todoterreno. Lo fue en la cancha donde se cansó de gritar goles en Uruguay, Colombia, España, México, Francia y Argentina. Lo es ahora, cuando a los 58 años dio por terminada su carrera como entrenador para volcarse a un programa solidario que tiene como objetivo devolverle a su natal Los Cerrillos parte de todo lo que le dio.

"Tengo un proyecto armado similar a la estructura de Gol al Futuro, para tener una referencia. La idea básicamente es sacar niños de la calle, que puedan encontrar un lugar para hacer ejercicio físico sin la necesidad de sacar jugadores de fútbol. El objetivo es que tengan una actividad física y técnica y que puedan adquirir valores a través del deporte", cuenta Cabrera a Referí sobre su nueva aventura, que tuvo el visto bueno de la alcaldesa de Los Cerrillos, Rosa Imoda, para trabajar en conjunto.

El goleador toma impulso, lo seduce la nueva idea, se entusiasma y define: "Pretendo hacer una actividad física dividida por edades para elaborar perfiles y poder transmitir a los chicos mi experiencia, de cómo un niño de pueblo llegó a ser profesional".

"A Nacional le di todo y Nacional me dio mi carrera. No puedo estar más agradecido".
Para embarcarse en este nuevo proyecto, Cabrera dejó de lado su carrera como entrenador, que lo tuvo como formador en Nacional y en la Primera de River Plate, El Tanque Sisley, Deportivo Quito y Liga de Loja de Ecuador, Atenas de San Carlos y Cerro Largo: "Por un lado ya estoy grande y más allá de querer seguir trabajando en el fútbol, porque es lo que amo, los equipos tienen cada vez menos recursos y cambian de línea de trabajo constantemente. Por el otro tuve la posibilidad de regresar a mi pueblo luego de 40 años con ganas de volcarle lo que pude aprender. Salir de mi pueblo para jugar al fútbol fue muy significativo y creo que puedo dar una mano".

La charla deriva por varios carriles y se detiene en un capítulo glorioso de su vida: Nacional. En los tricolores fue Campeón de América y del Mundo además de ganar tres Campeonatos Uruguayos.

Otra época, otro fútbol y otras realidades: "Tuve una carrera exitosa porque llegué a lugares que nunca imaginé. Salir campeón de América y del Mundo con Nacional fue impagable. Logramos objetivos para el país que fueron muy importantes. De niño jugué en cuatro cuadros de fútbol infantil y lo único que quería era jugar. No tenía cuadro, me gustaba jugar a la pelota. De adolescente, cuando recién uno podía opinar y elegir, me hice hincha de Nacional y le pedí autorización a mi padre. Me hice hincha del club sin verlo en vivo. Después tuve la suerte de poder vivir seis años dentro del Parque Central y conocí gente maravillosa como el Peta Ubiña. A Nacional le di todo y Nacional me dio mi carrera. No puedo estar más agradecido".

Entre 2001 y 2004 su nombre sonó para asumir como entrenador del primer equipo, pero los directivos de entonces eligieron a otros profesionales de la casa como Santiago Ostolaza, Daniel Carreño y Martín Lasarte.

Fue el único sueño que no cumplió, aunque le devolvió al club como formador a una camada de jugadores de primer nivel, como Diego Lugano, Luis Suárez, Mauricio Victorino, Juan Albín, Carlos Valdez, Sebastián Viera, Bruno Fornaroli, Martín Cauteruccio, Mathías Cardacio, William Ferreira y Gonzalo Castro.

Wilmar Cabrera
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Las anécdotas de su tiempo en la cantera tricolor se detienen, lógicamente, en el carácter indomable de Suárez: "Con Luis tenía un drama siempre por su personalidad y su comportamiento dentro de la cancha. Un día, con 13 años, lo lleve a jugar a Tercera para ver si bajaba la intensidad jugando con los más grandes. Quería testear su crecimiento. Jugamos un clásico en Flores y lo ganamos pero él salió malísimo porque no hizo goles. Juan Albín hizo los dos goles y no entendía nada (risas). Luis siempre tuvo la necesidad de ver la pelota dentro del arco. En unas vacaciones nos pidió libre para ir a ver a su novia (y actual esposa) que vivía en Barcelona y no le podías decir que no. Esas características lo hicieron grande. Era y es un pibe excelente. Siempre lo dejamos ser porque le veíamos un perfil de excelencia y no nos equivocamos con Suárez. Otros muchachos como Cardacio, Fornaroli o Cauteruccio no explotaron en Europa pero tienen un nivel bárbaro, y Ferreira fue goleador en todos lados. Era una obligación que su crecimiento sea acentuado en profundidad por los entrenadores. Hasta hoy Nacional disfruta de esas cuatro generaciones que marcan el eslogan de la cantera inagotable".

"Con Luis (Suárez) tenía un drama siempre por su personalidad y su comportamiento dentro de la cancha...Jugamos un clásico en Flores y lo ganamos pero él salió malísimo porque no hizo goles. Juan Albín hizo los dos goles y no entendía nada (risas). Luis siempre tuvo la necesidad de ver la pelota dentro del arco"
Wilmar retrocede en el tiempo, como hacía en la cancha cuando comenzaba jugando de nueve y terminaba en la zaga despejando pelotas. Su capítulo como jugador también recoge anécdotas deliciosas: "Me fui del Valencia porque me querían linchar. Fue una situación muy difícil. Nos jugábamos el descenso y me vine para los trabajos previos al Mundial de México 1986. No había fecha FIFA ni nada pero en mi contrato había dejado claro que me iba para el Mundial o las Eliminatorias. Le ganamos a Sevilla 2-0 con un gol mío y al otro día me vine a Uruguay para jugar un amistoso con Colombia. Cuando regresé habían descendido y me tuve que ir, fue entonces cuando apareció el Niza".

En Francia se encontró con un fútbol dinámico, donde se lució: "Salí goleador del equipo y el entrenador era francés. Al año viene un checoslovaco como técnico, que era ídolo en Niza, y trajo a dos yugoslavos. En la primera práctica lo agarré y le dije de frente que si me arreglaban bien me iba, y me pagaron todo el año junto".

Cabrera fue Campeón de América con Uruguay en 1983 y jugó el Mundial de México 1986, donde Argentina de Diego Maradona eliminó a la selección. De esos tiempos curtidos defendiendo a la celeste marca una diferencia enorme con la actualidad: "El sacrificio de jugar por Uruguay antes era un disparate, no teníamos ni 10 pelotas para entrenar, la ropa era muy poca, íbamos a la guerra nosotros. Hoy la cosa está mucho más ordenada, es un lujo".

Wilmar Cabrera
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Para graficar las diferencias entre aquellos días y hoy, Cabrera utiliza ejemplos propios. En la temporada 1986-1987, cuando el Toro rompía redes en suelo galo, su sueldo era de US$ 1.000 y su venta estuvo lejos de ser millonaria: "Me venden por U$S 120 mil y en los últimos tres años había anotado 70 goles. Era otra plata en ese momento. Hoy hacés seis goles en un equipo grande y te dan un dineral. En mi época el único que ganaba plata era Morena, y estaba perfecto porque era un animal. Mirá esta cifra: por clasificar al Mundial nos dieron U$S 12 mil de premio y estábamos como locos. En Colombia fui el jugador mejor pago y en Francia también se cobraba bien, pero fijate las diferencias. Este chico Amaral, cobraba US$ 10 mil en las juveniles de Nacional y nunca jugaba. Cuando ganamos la Intercontinental con Nacional nos dieron U$S 8 mil de premio y tirábamos cohetes, hasta que nos dijeron que esa cifra era para todo el plantel (risas)".

Pese al inoxidable paso del tiempo, el amor de Cabrera por Nacional se mantiene intacto y es algo que se ocupó de transmitir de generación en generación. Eso, según cuenta, le genera tanto o más orgullo que todas las copas conseguidas: "Tengo cinco hijos y dos nietos, vamos seguido al Parque Central porque tenemos butacas. Mi nieto tiene tres años y cuando jugamos a la pelota levanta los brazos y grita todo el día lo mismo. 'Nacional nomá'".

Su última experiencia como entrenador

El Toro guarda un recuerdo muy grato de su paso por Artigas donde destaca la predisposición que tienen sus futbolistas para el trabajo: "Me encontré con una recepción bárbara para el trabajo. Hay equipos y un circuito de clubes que está muy bien armado. Artigas es un departamento que jerarquizó mucho la formación de sus futbolistas. Si te fijas la mayoría de los que jugaron en Montevideo fueron figuras, Ruben Paz, Mario Saralegui, Venancio Ramos, Fabian Coelho, Carlos Bueno, Joe Bizera y los Aguirregaray, padre e hijo, hay un montón de gente que salió de Artigas y siempre les gustó trabajar".

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