Valor sentimental: el último gran estreno de cine del año es una tragicomedia familiar con aspiración al Oscar
Este 26 de diciembre se estrenó la película Valor sentimental, una de las mejores del 2025, centrada en la tensa relación entre un padre cineasta y sus dos hijas
27 de diciembre 2025 - 5:00hs
Valor sentimental se estrenó esta semana en los cines uruguayos
Aunque no sea una película navideña, el estreno en los cines uruguayos deValor sentimental este 26 de diciembre tiene mucho sentido. Porque es una época del año en la que los lazos familiares con todas sus complejidades y complicaciones están a flor de piel, y las visitas a las casas de la infancia destapan recuerdos o refrescan historias.
Y en Valor sentimental esas dos cuestiones son centrales: el lugar de las casas (aunque no necesariamente se sientan como hogares) como guardianas de las historias y los vaivenes de las generaciones que las habitan y las tensiones que pasan de padres a hijos, a veces de forma involuntaria, y que cada uno carga como puede.
Más allá de sus protagonistas humanos, en esta película hay una casa que sirve no solo como escenario sino también como coprotagonista inmueble. Una casona hermosa en el medio de Oslo, construida a principios del siglo XX y que por un defecto de obra está agrietándose y hundiéndose de a poco.
Embed - VALOR SENTIMENTAL | Tráiler Oficial #2 | En cines, diciembre 25
Una casa con secretos, con personalidad y con paredes que han sido testigos de amores, muertes, locuras, peleas y alegrías. A esa casa, el hogar de su infancia, vuelve el cineasta Gustav Borg (Stellan Skarsgård) luego de la muerte de su exesposa con la intención de reclamar la propiedad que legalmente le pertenece y de retomar el vínculo con sus hijas, la historiadora Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), madre de un hijo y dueña de un pasado como actriz infantil en las películas de su padre; y la actriz de teatro Nora (Renate Reinsve), que no quiere saber nada de su progenitor y menos del proyecto que este le ofrece: interpretar a su abuela, la madre de Gustav, en una película semiautobiográfica.
Ese reencuentro será el disparador de incomodidades, intentos de reconciliación y recuerdos (no siempre agradables), a la vez que obligará a las hijas a revisar el pasado familiar y a confrontarse con sus propias oscuridades.
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Las peores personas del mundo
Detrás de Valor sentimental está uno de los directores de mayor proyección de los últimos años, el noruego Joachim Trier. El cineasta fue edificando su reputación con una trilogía espiritual ambientada en la capital de su país natal compuesta por Reprise – vivir de nuevo, Oslo, 31 de agosto y sobre todo La peor persona del mundo, nominada a dos premios Oscar en 2022 y una de las películas más celebradas de ese año.
Trier renovó esas credenciales con este nuevo largometraje, ganador del Grand Prix en el pasado festival de Cannes (el segundo premio de la competencia principal, por detrás de la Palma de Oro), y ya en la preselección para el Oscar a Mejor película internacional, de cara a una ceremonia en la que quizás se meta en otras categorías.
Escrita junto a su habitual colaborador Eskil Vogt, esta nueva película de Trier tiene algunas de sus marcas de estilo, como sus personajes cargados de fallas y capaces de ser tanto unos soberanos hijos de puta (con perdón de la expresión) como personas bondadosas y dignas de lograr sus objetivos vitales.
Eso pasa con los miembros de la familia Borg, a veces tan desagradables como queribles, tan maniáticos como rotos por una herencia familiar que incluye participaciones en la resistencia contra la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial y divorcios dolorosos.
En esa turbulencia aparece el arte (sobre todo el cine y el teatro) como herramientas para procesar las dudas, dolores y demonios internos, y también como forma de conectar con los otros, sean desconocidos o los propios miembros de la familia.
La desconexión con esa herramienta es la que perjudica a los protagonistas. Gustav lleva 15 años sin hacer una película, vive enroscado en retrospectivas y celebraciones de su obra pasada, y su proyecto está complicado por las dificultades para conseguir financiamiento.
En ese esquema aparece una joven actriz estadounidense, Rachel Kemp (Elle Fanning), dispuesta a sacudirse de encima su pasado como protagonista de sagas juveniles, que pega buena onda con Gustav y se ofrece a conseguirle la plata necesaria para filmar. Eso genera algunos chistes buenísimos sobre el estado actual del cine con la aparición de un grupo de ejecutivos de Netflix, pero también algunas tensiones con sus hijas, que ven con recelo la participación de una “extranjera” (en más de un sentido) en algo tan íntimo y cercano.
Nora, por su parte, sufre con el pánico escénico, su incapacidad de generar relaciones de pareja del todo sanas, y el dolor del reencuentro con un padre ausente y distante.
Tanto Skarsgård como Reinsve confeccionan dos personajes monumentales, y cada interacción entre ellos es una joya dentro de una película cargada pero que nunca llega a sentirse como excesiva.
Y el guion –aún con sus derivas, puntos de vista cambiantes, películas y obras dentro de esta película, flashbacks y demás caracoleos– destaca también por su capacidad de apelar al humor como herramienta para no solo alivianar el drama familiar, sino también para reflejar los disparates que surgen dentro de cada casa, aún en momentos incómodos o aparatosos. Aunque parezca y tenga sus momentos emocionales, Valor Sentimental saca una inesperada cantidad de carcajadas a lo largo de sus poco más de dos horas de duración.
Como esa casa al borde del colapso, Trier, Vogt y el elenco logran crear un hogar cinematográfico en el que se disfruta cada minuto que se pasa. Y como buena reunión familiar, lo tiene todo. Tensión, drama, lágrimas, risas, memorias, anécdotas, incomodidades, fantasmas, pases de facturas, chistes. Y aunque parezca que en algún momento puede hundirse, esta película, como la casa, aguanta. Trasciende. En los últimos compases de este año, llegó una de sus mejores películas. Vale la pena pasar las fiestas con los Borg.