La aparición de una araña del banano días atrás en Treinta y Tres se suma a una decena de registros en distintos puntos del país. Desde los años 90 han documentado varias mordeduras, pero ninguna de ellas con consecuencias graves.
Las arañas del banano llegadas a Uruguay pertenecen al género Phoneutria. Para distinguir entre las dos especies posibles -Phoneutria nigriventer y Phoneutria keyserlingi- es necesario un análisis del animal que pocas veces se hace.
Hasta donde se conoce hoy, estas arañas no forman parte de la fauna nativa. Su presencia aquí se debe a que han llegado en cargamentos de banana, o en el alije de barcos que la transportaban, o en vegetación transportada aguas abajo por el río Uruguay.
En 1988, un trabajo científico propuso no importar más la banana en cachos, sino en cajas, para evitar la llegada de estos peligrosos arácnidos. Sin embargo, apariciones recientes han venido a demostrar que, a pesar de que el cambio se operó, las arañas del banano siguen llegando en algunas ocasiones.
Al repasar los casos ocurridos en Uruguay, la alarma que rodea cada aparición de estos animales parece desmedida.
Un informe del Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico refiere que entre 1994 y 1997 se recibieron tres consultas por mordeduras de arañas del género Phoneutria, apenas un 2% de todas llegadas por arácnidos.
Los zoólogos Carlos Prigioni, Álvaro Sappa, M. Aguiar Ghan, R. Medina Ramos y Martin Moreira refieren, en un informe publicado en 2020 en la publicación científica Actas Platenses, a otro caso ocurrido a comienzos de los 2000 “en una cámara de maduración de banana” en Treinta y Tres. No tuvo consecuencias graves.
Los zoólogos documentaron otro caso sucedido en 2012 la isla del Zapallo, en el río Uruguay, 40 kilómetros al sur de Bella Unión.
El caso se documentó en el hospital de esa ciudad, cuando un monteador llegó tras haber sido mordido por una araña del banano en su mano derecha. El animal lo sorprendió mientras levantaba leña. El hombre mató a la araña y la llevó consigo al hospital, lo que permitió documentar su caso. Los médicos anotaron que el paciente evidenciaba una gran inflamación en el dedo mordido, “sudoración, mareos y palidez”, además de “dolor punzante”. No la pasó bien, pero sobrevivió.
Los zoólogos que registraron el caso se preguntaron en Actas Platenses si el animal llegó a la isla del Zapallo arrastrado por las aguas del Uruguay, o si quizás en el extremo norte del país pueda existir una población nativa de estos arácnidos. De momento, no hay ninguna evidencia en ese sentido.
Prigioni, por su parte, recoge varios casos ocurridos en Treinta y Tres. En 2003 una persona fue mordida sin consecuencias graves. Otra mordedura fue documentada en esa ciudad en un pequeño supermercado, en 2019. Un empleado fue picado mientras manipulaba una caja de bananas. La mordedura no le acarreó problemas de salud importantes. Otro registro se dio en 2024, aunque no se documentó. La serie se cierra con la aparición registrada hace una semana, otra vez en un supermercado.
Según el zoólogo, pocos meses atrás el personal del mismo comercio había detectado otra araña de la banana, pero aquella vez la mataron y no conservaron el ejemplar.
En 2023 se produjo un caso en Montevideo, cuando un verdulero en Pocitos fue mordido y fue atendido por una emergencia médica. Pocas horas después ya estaba trabajando nuevamente. Ese año también apareció una de estas arañas en un supermercado de Piriápolis.
Las razones por los cuales los casos en Uruguay no han alcanzado de momento la gravedad que tienen en otros países no están del todo claras. En 2005, los doctores Darío Pose y Luis Carlos Heuhs, del Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina, señalaron que “la ausencia de cuadros graves podría estar vinculado a un cambio cuantitativo y cualitativo en la composición de la ponzoña producto del estrés del transporte”, según cita Prigioni.
Tras la mordedura al verdulero, el docente y doctor en Ciencias Biológicas Luis Fernando García buscó la explicación en otro lado: en declaraciones a El Observador señaló que el veneno afecta en especial a menores de 10 años y mayores de 70, además de personas con la salud debilitada. Y por el momento los afectados en Uruguay no han estado dentro de esos grupos.
A pesar de que el veneno de estos animales es potente y es preferible evitarlos, la capacidad de dañar al ser humano es baja. En Brasil se estima que hay 4.000 mordeduras al año, pero solo un 0,5% son graves. Un trabajo científico publicado en 2018 señaló que en ese país se han producido 15 casos mortales desde 1903.