El artefacto pesaba apenas 70 gramos, lo que permitía montarla con un arnés en el pecho de las palomas mensajeras sin dificultarles el vuelo

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Cuando los drones eran de carne y hueso: la increíble historia de las “palomas cámara”

Producto del ingenio de un boticario alemán de principios del Siglo XX al que se le ocurrió diseñar una cámara automática muy liviana que pudiera adosarse a una paloma mensajera, tuvieron su debut bélico fotografiando posiciones enemigas durante la batalla de Verdún, en 1916
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17 de junio de 2022 a las 05:03

La batalla de Verdún quedó en la historia como la más larga y sangrienta en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial. Durante casi diez meses – entre el 21 de febrero y el 18 de diciembre de 1916 –, los ejércitos alemán y francés se disputaron, con avances y retrocesos, las colinas ubicadas al norte de Verdún-sur-Meuse, en el noroeste de Francia.

Según los cálculos más ajustados, en esos 303 días murieron en combate 377.231 soldados franceses y 337.000 alemanes, lo que hace un total de 714.231 bajas, a un promedio de aproximadamente 70.000 muertos por mes.

Batalla de posiciones y trincheras en las que el terreno se disputaba metro a metro a punta de bayoneta, a lo largo de los años las escaramuzas de Verdún han sido relatadas por libros y películas, entre las que se destaca la inigualable “Senderos de gloria”, protagonizada por Kirk Douglas y dirigida por Stanley Kubrick.

Sin embargo, poco se ha escrito – y ninguna película ha contado – sobre el papel que cumplieron en ese episodio las “palomas espías” utilizadas primero por los alemanes y luego también por los franceses para tener una visión panorámica y actualizada del campo de batalla.

Antecesoras de carne hueso de los actuales drones, las “palomas cámara” – como también se las llamó - se empezaron a utilizar gracias a la idea de un boticario alemán que jamás imaginó que su invento sería transformado en un arma de inteligencia para la guerra.

El artefacto pesaba apenas 70 gramos, lo que permitía montarla con un arnés en el pecho de las palomas mensajeras sin dificultarles el vuelo

Un farmacéutico ingenioso

A principios del Siglo XX, Julius Neubronner se ganaba la vida como boticario en la ciudad alemana de Kronberg y dedicaba el tiempo libre a cultivar sus dos pasiones: la fotografía y un palomar que tenía en los fondos de su casa.

Había descubierto que las palomas mensajeras, además de entretenerlo, podían acelerar el desempeño de su negocio. Las utilizaba para recibir las recetas del hospital local y, si los medicamentos pesaban menos de 75 gramos, enviarlos con ellas colocándoles un arnés liviano.

Esa mecánica de trabajo funcionaba de manera aceitada hasta que un día de 1903 una de sus palomas no volvió. Neubronner lo consideró un accidente – a la paloma le podía haber pasado cualquier cosa – y pasados unos días se olvidó de ella. Por eso se sorprendió cuando, cuatro meses más tarde, la paloma perdida regresó al palomar, sana y bien alimentada.

El farmacéutico se preguntó dónde había estado ese tiempo y sintió curiosidad el recorrido que hacían sus palomas cuando iban y volvían del hospital.

Para descubrirlo se sirvió de su otra afición, la fotografía. Ideó una cámara de aluminio de acción neumática, con un temporizador que la disparaba cada 30 segundos. El artefacto pesaba apenas 70 gramos, lo que permitía montarla con un arnés en el pecho de las palomas mensajeras sin dificultarles el vuelo. Era el mismo peso que cargaban al trasladar los medicamentos.

El artilugio funcionó y el boticario logró interesar a la Compañía de Palomas Mensajeras de Baviera, que resolvió financiarle el desarrollo de nuevas cámaras y arneses, más pequeños y livianos.

Finalmente patentó su invento en 1907, cuando ya había ideado doce modelos diferentes. Intentó venderlos a varios organismos del Estado, pero todos lo rechazaron por no encontrarle utilidad.

El invento de Neubronner quedó en el olvido, hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial hizo que alguien le encontrara utilidad.

Globos y palomas en Verdún

Desde el principio de la guerra, los bandos enfrentados venían utilizando la fotografía aérea de los campos de batalla como recurso para conocer las posiciones y movimientos de las tropas enemigas. Lo hacían con globos aerostáticos dotados de cámaras, que presentaban no pocas dificultades: dependían de la dirección y la velocidad del viento, muchas veces caían en manos del enemigo y otras era muy difícil recuperarlos.

En el Ministerio de Guerra prusiano alguien recordó el invento que había ofrecido el boticario y lo convocó. Las palomas podían ser una solución, pero había que entrenar a las palomas de manera diferente, porque las aves siempre volvían al mismo palomar de origen.

Se idearon entonces palomares móviles y se entrenó a las aves para retornar a ellos. Para 1916, el ejército prusiano contaba con varios, que trasladaba en remolques de dos pisos. En la parte superior estaba el palomar; debajo de él montaron un cuarto oscuro para revelar las fotografías en el mismo lugar.

Los franceses no descubrieron la existencia de las palomas espías hasta que una de ellas cayó casualmente abatida y descubrieron que llevaba adosada una cámara en el pecho. En poco tiempo entrenaron sus propias palomas y para el final de la batalla de Verdún ya contaban con doce palomares móviles muy parecidos a los de los alemanes.

El artefacto pesaba apenas 70 gramos, lo que permitía montarla con un arnés en el pecho de las palomas mensajeras sin dificultarles el vuelo

Años más tarde, algunas de las imágenes “tomadas” por las palomas espías de Neubronner en Verdún fueron exhibidas en la Exposición Internacional de Fotografía de Dresde y en la actualidad otras pueden verse en una sala dedicada a ellas en el Museo Internacional del Espionaje, en Washington.

Pero lo de Verdún fue apenas el principio.

Al servicio de Su Majestad

Durante la Segunda Guerra Mundial, las “palomas cámara” como las de Verdún – aunque con dispositivos mucho más pequeños y sofisticados – fueron utilizadas en muy pocas ocasiones, con fines específicos. Fueron reemplazadas por aviones espías, utilizados tanto por los Aliados como por los países del Eje.

Sin embargo, las “palomas espías” cumplieron otras misiones, sobre todo al servicio de la inteligencia inglesa, que incluso creó una sección de colombicultura en el Ministerio del Aire.

La mayor operación con palomas se inició en abril de 1941 y contó con la colaboración de centenares de colombófilos británicos que pusieron sus aves y palomares al servicio de Su Majestad para el espionaje detrás de las líneas enemigas.

Durante tres años, aviones británicos arrojaron en paracaídas contenedores con palomas mensajeras en los países ocupados por las fuerzas alemanas. Se utilizaron 16.554 palomas en los territorios que iban desde Copenhague en Dinamarca hasta Burdeos en el sur de Francia.

En los contenedores había también un mensaje donde se pedía la colaboración de los pobladores de los países ocupados con las fuerzas aliadas. Se les pedía que enviaran con las palomas datos sobre las tropas alemanas, sus movimientos, la ubicación de los aeródromos y el efecto causado por los bombardeos ingleses. También preguntaban cómo se escuchaban las transmisiones de la BBC.

Las instrucciones mostraban cómo enganchar correctamente el pequeño cilindro verde en la pata de la paloma luego completar el cuestionario.

Al final del mensaje se decía: "Gracias. Ármense de valor. No los olvidaremos".

La “Operación Columba” – como se la llamó - fue rápidamente descubierta por los alemanes, cuando derribaron un avión británico Cargado de contenedores con aves en la frontera franco belga, pero los británicos resolvieron no detenerla, aún con el riesgo de recibir información falsa. Confiaban en que el trabajo de inteligencia al cotejar los mensajes permitiera distinguir los informes verdaderos de los falsos.

Al ver que muchas de las “palomas espías” no volvían y que podían haber caído en manos alemanas, en las semanas previas al desembarco de Normandía, los aliados intentaron aprovechar el hecho a su favor y enviaron palomas con datos falsos que hicieran suponer a los alemanes quela invasión sería por Calais y no en las playas de Normandía.

“Operación Tacana”

Durante mucho tiempo se creyó que después de la Segunda Guerra Mundial, las palomas espías – y sobre todo las “palomas cámara – habían sido dejadas de lado para realizar inteligencia.

Sin embargo, una serie de documentos desclasificados por la CIA en 2018 revela que la inteligencia norteamericana las siguió utilizando, junto a otras aves.

La “Operación Tacana” – como se la llamó - se desarrolló a partir de investigaciones realizadas durante la década de 1960 sobre el uso de distintos animales para tareas de espionaje.

Según los archivos desclasificados, la CIA entrenó cuervos para colocar y recoger pequeños objetos – por ejemplo, micrófonos – en el alfeizar de las ventanas de edificios soviéticos. Usaban un haz rojo de rayo láser para marcarle el objetivo al cuervo y una lámpara especial que ayudaba al ave a regresar al punto de origen.

El artefacto pesaba apenas 70 gramos, lo que permitía montarla con un arnés en el pecho de las palomas mensajeras sin dificultarles el vuelo

También reflotaron a las “palomas cámara”, armadas ahora con una minicámara de alta definición que pesaba apenas 35 gramos y que costaba alrededor de 2.000 dólares. La primera misión fue sobre los astilleros de Leningrado, donde los soviéticos construían sus submarinos más sofisticados.

Una confusión y un misterio

En el Siglo XXI, con el desarrollo de los drones, las viejas “palomas cámara” fueron definitivamente jubiladas por los servicios de inteligencia. No obstante, su leyenda sigue vigente y ha provocado más de una confusión.

En enero de 2015, la inteligencia vietnamita tuvo un sofocón cuando se enteró que varios civiles habían capturado unas palomas mensajeras muy particulares en una plaza de Da Nang. Las aves tenían ciertas marcas en sus alas, en colores rojo y azul, y unas bridas de plástico en sus patas con números y las siglas ‘CHN’, que los hicieron sospechar que podían ser parte de una operación de espionaje de los chinos.

Cuando investigaron un poco más descubrieron que los bichos alados no eran peligrosos espías sino que estaban participando de una competencia colombófila internacional, que las marcas de las alas fungían de “camisetas” de su equipos y que las letras del anillo de plástico eran las iniciales de sus países de origen: Taiwán, Filipinas, China, Indonesia… y el propio Vietnam.

Otro misterio relacionado con estas aladas espías sigue aún sin resolverse. En 1982, un vecino de Surrey, en el sur de Inglaterra, descubrió en su chimenea – que evidentemente no limpiaba desde hacía décadas – el cadáver de una paloma que llevaba un tubo rojo atado a una de sus patas.

Al abrirlo, encontró un texto en clave. Bajo el título “Servicio de paloma” había 27 letras escritas a mano. Se supone que el mensaje data de la Segunda Guerra Mundial, pero casi 40 años después de que se lo descubriera, todavía nadie ha podido descifrarlo.

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