Sacaste tres discos en dos años. ¿Cómo haces para sacar tanta música?
Soy alguien que compone mucho conceptualmente, me gustan mucho los discos y los trabajos discográficos. Me gusta pasar tiempo escuchando la estética de sonido, como el artista unió el trabajo, cual es el mensaje grande, y entonces me motivaba más a hacer música también por el hecho de ver la foto grande, y no tanto la canción suelta.
Me imagino que hay una necesidad tuya de que esas 40 canciones tenían que estar ahí.
Sí, y también me pasa que me gusta sacar mucha música porque soy alguien que va cambiando todo el tiempo, y las canciones van envejeciendo. Me pasa mucho con el repertorio del primer disco, que han sobrevivido tres o cuatro canciones que digo “quiero tocarlas”.
¿Te aburrís de vos mismo?
Mucho. Soy muy inquieto con las cosas, pero tengo que tener las rutinas claras. Vengo de una escuela de música clásica donde todos los días le dedicas unas horas, de agarrar una obra y estudiarla compás por compás. Después de haber pasado mucho tiempo así llegó un momento en el que dije “quiero ser un poco más descontracturado, hagamos lo que sea, no importa”. Por eso capaz que esa explosión de canciones y discos. Quizás porque hice mucha música desde muy pequeño, pero nunca la había podido materializar en canciones. Cuando tuve una tarjeta de sonido y una compu en condiciones en casa, fue como, wow, por fin.
Para componer, ¿sos metódico o sos más de dejar que venga la inspiración?
Soy muy...vomitivo. Agarro un hilo por donde tirar y lo sigo, lo sigo, lo sigo, lo sigo hasta que llega un momento en el que digo, “bueno, hasta acá”. O no aparece nada, o está la canción, que es lo más difícil. Porque las canciones, como los discos, no es que estén prontos, es que se abandonan. Se abandonan en el momento adecuado, o en lo más cercano a lo final. Nena! es una canción que la hice en cuatro horas. Porque grabo en casa y todo lo que suena en los discos lo grabé yo. Igual eso no es algo de lo que estoy orgulloso, es más una cosa de que soy ansioso, porque perfectamente podría decirle a un amigo, “grabame una frase de trombón”, pero ta, no me lo permite mi ansiedad.
Para componer, ¿empezás en el piano y después vas a otro instrumento?
Depende. Últimamente estoy mucho desde la compu porque me considero como alguien que le gustan mucho las texturas musicales y ya de escuchar tanta canción de estructura clásica, no me copa tanto componer desde ese lente. Estoy buscando mucho más textura, me gusta mucho samplear cosas. De repente hay una canción que samplee tres o cuatro canciones y bueno, es un Frankenstein. La música ya está hecha, uno roba cosas y las junta de manera que hace otra cosa. Es la alquimia. Es una reconstrucción.
Foto: Leonardo Carreño. Facundo Balta se presentará en La Trastienda el 9 de junio Venís de una casa con mucha música, con mucho Carnaval, pero ¿en qué momento te diste cuenta que vos también querías ir por ese lado?
Creo que desde siempre. Es complejo, el Carnaval siempre para mí fue la vida entera y es complejo saber cuándo decirle que no, porque para vos es tu sueño. Mi plan era ser músico, no tanto cantante y compositor, hasta que en un momento exploté. Porque claro, mi sueño era llegar a la Filarmónica y a la Sinfónica, yo tocaba en la Juvenil del Sodre. Y un día me cansé. Dos años de tocar repertorios de otras personas que vivieron hace 100 años o más, que está genial, es increíble. Bach es mi Dios, es mi padre, pero fue como un impulso: ¿Por qué no crear? ¿Por qué no componer? ¿Por qué no salir de este lugar y tocar música? Y ahí me fui al otro extremo que me enamoré del jazz y toqué mucho jazz y estudié mucho eso. Habrá sido a los 17 años, que dije “quiero tener mi carrera personal, con mis canciones”. Y ahí empecé a estudiar composición, con la idea de juntar el mundo académico y también puedo juntar el mundo de romper cosas, que para mí lo fue el jazz. Todo puede convivir en el mismo mundo, esto es algo que lo voy redescubriendo igual a medida que pasa tiempo.
El Carnaval ¿qué papel juega en tu carrera?
Para mí fue una escuela increíble a nivel de solvencia escénica, ver gente que admiro que soluciona en el aire, que son artistas del público: hay un grito y hago una mecha con eso, o no está sonando un micro, bueno, uso el del bombo de la batería, pero soluciono. Y también tiene lo de hacer reír a la gente; es un trabajo difícil emocionar a la gente. Para mí es muy importante el Carnaval por eso, a mí me gusta la música pero más por el lado de mover emociones, de cautivar. En un momento me alejé porque uno tiene que matar a sus padres psicológicamente, pero después terminas volviendo porque te das cuenta que lo único que vale la pena es hacer sentir cosas y la música es mi herramienta para hacerlo.
Foto: Leonardo Carreño. Facundo Balta Juntás lo popular con lo académico, ¿cómo coexisten esos mundos?
Siempre me sentí como el sapo de otro pozo. En la Juvenil del Sodre era el carnavalero y en Carnaval era el de la Juvenil del Sodre. En el ámbito del jazz me ven como alguien súper pop y en el ámbito del pop me ven como alguien súper jazz. Igual disfruto de eso, me gusta. Y un poco jode también, como que no te terminas de sentir acompañado por los colegas.
¿Y hay una cuestión ahí de prejuicios?
Sí, obvio, pasa en todos lados, aunque hay lugares que son más abiertos que otros. Pero en todos lados pasa y te rechina. Yo soy muy uruguayo y amo Uruguay, soy muy orgulloso de haber nacido acá, pero sé que Uruguay tiene un montón de limitaciones a nivel de público, de búsqueda. Entonces, de repente sos Gardel en algunos lugares, pero te estigmatizan mucho. Por eso también tuve que dejar Carnaval, no solo por el tiempo que implica salir, sino también por el hecho de que está eso de “¿para qué lo voy a ir a ver a La Trastienda si lo veo en febrero haciendo de Soldado 2, en la parodia de la guerra?". No digo que todo el mundo lo piense, pero es lo más común. En otros ámbitos no tanto quizá, pero sí, al carnavalero se ve como eso y chau. Andá a cantar con la guitarra, sos el cantautor, y no otra cosa. En el jazz no pasa tanto. El jazz es bastante abierto, es un lugar de expresión.
¿Sos de investigar, de buscar música nueva?
Sí, todo el tiempo estoy buscando cosas nuevas, que de hecho es hasta medio peligroso. Porque claro, vivo en la época de Spotify, vivimos en esta época en donde hay mil playlists. Y es una locura la cantidad de artistas que hay, es brutal. Intento ser la antítesis a lo que critico, que es a la gente que se queda con lo que ya escuchó y ya le hizo sentir algo, Escucho, y amo a Jaime (Roos), pero no escucho solo a Jaime. A Rada lo amo, es una de las primeras personas negras que vi, de mi país, que podía hacer lo que él hizo. Y es un ejemplo, no solo a nivel musical, sino a nivel personal. Pero también amo a sus hijos, a Julieta, a Matías. Vamos a ver a Rubén, pero también vayamos a ver a Julieta.
¿A tus padres les haces escuchar tu música?
Mi padre también es músico, tenemos una relación muy parecida porque ambos tenemos el mismo trabajo. Con mi madre es una relación más letrística, me hacía hacer ejercicios emocionales. Poníamos una canción y me hacía cerrar los ojos y me decía “ahora imaginate qué imagen o qué cosa iría con esta canción”. Me hizo plantearme al momento de hacer una canción cómo lo digo y con qué acorde. ¿Qué instrumentación uso? Les muestro a los dos porque tienen cosas distintas. Si Papá me dice, “está buenísimo el ritmo, funciona”, y Mamá me dice, “vi bien la canción”, yo confío.
¿Sos de proyectarte hacia adelante y pensar qué te gustaría que pasara con tu música?
La verdad es que sí. Intento tomármelo como una responsabilidad laboral. Quiero lograr romper una barrera de los músicos uruguayos, hay muchos que son increíbles, pero que la parte de marketing no la tienen bien encarada, o por lo menos eso lo veo desde mi ignorancia. No está igual de encarada que la música, y también es un labor que tenemos nosotros los músicos, el de saber vendernos bien. Capaz que es la parte menos divertida para algunos, pero es necesario, vivimos en una época que te escucha uno que está en Noruega en dos clics. Entonces es un poco nuestra responsabilidad hacer que llegue lo más lejos que pueda. Capaz que le escuchan 350.000 personas y se quedan 10, pero llegué a que escuchen 350.000. No por el número grande, sino por expandirlo porque creo que se lo merece. Mi madre me dijo una vez una frase que me marcó mucho: “Va a haber mucha gente que te impida las cosas, no te las impidas vos también”.