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La historia de Alba Otero, la bisabuela que cumplió 100 años en pandemia

El 7 de octubre festejó su centenario acompañada de sus hijos, nietos y bisnietos
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20 de octubre de 2020 a las 05:01

A las tres de la tarde del 7 de octubre Alba Otero le preguntó a Fernando, uno de sus nietos, qué hora era. Ante la respuesta reaccionó: “Ah, hace 100 años que nací”.

La bisabuela, conocida en el barrio Punta Gorda por sus famosos ravioles, se levantó ese miércoles con la inmensa alegría de poder festejar un siglo de vida rodeada de su familia. En estos últimos años uno de sus anhelos era alcanzar la gran cifra y juntar a todos los familiares, ya que algunos hoy viven en España.

Sus familiares destacan que Alba siempre se caracterizó por las ganas de vivir. Su nieto Fernando dice que no se quiere ir porque todavía tiene cosas para hacer. “La familia es su motor y sus ganas de seguir viva día a día'', agrega Jimena, la primera nieta. 

“Después de todas las nanas que pasó, llegar a los cien años era su mayor logro hoy en día”, cuenta su otra nieta Iara

Si bien soñaba con tener un "cumpleaños de 15", la pandemia no se lo permitió y tuvo que conformarse con un festejo más íntimo. Pero la lista inicial era como de 100 invitados, aclara.

Alba junto a su hermana menor, Amanda

De la gran fiesta al festejo íntimo

Un globo con forma de uno cuelga sobre la pared. Iara, su nieta más chica, infla el resto que formará el número 100. 

El día arrancó temprano con la visita de un cura a su casa. Alba quería comulgar ya que con la edad y la pandemia la visita a la iglesia se volvió un poco engorrosa. 

Las llamadas no pararon en todo el día. Algunos familiares viajaron desde España, otros acompañaron a distancia y se hicieron presentes con regalos. Recibió videollamadas desde Venezuela y desde Islas Canarias, en la que sus bisnietos le cantaron el feliz cumpleaños. También los vecinos del edificio le mandaban saludos a través de los invitados que iban llegando, y el portero subió a felicitarla. Nadie quería dejar de felicitar a Alba en su centenario.

Alba tiene cinco hijos (Ricardo, Fernando, Guillermo, Pablo y María Lourdes “Aluri”), nueve nietos (Gonzalo, Jimena, Diego, Santiago, Martín, Andrés, Fernando, Matías e Iara) y siete bisnietos (Martina, Mateo, Olivia, Brisa, Lautaro, Alba, Maia). Entre risas, asegura que no tiene nietos preferidos.

 

Un siglo de vida

Alba vio ganar a Uruguay en los mundiales del 30, del 50 y vivió los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928. Pasó una guerra mundial, una dictadura y desde que nació transcurrieron 21 gobiernos en el país.

A nivel personal ha tenido sus propias batallas. Perdió a dos de sus hijos y quedó viuda a los 56 años. Pese a ello nunca perdió la sonrisa. 

Su primer trabajo fue a los 17 años como secretaria y dactilógrafa en el Ministerio de Industria. Tenía que transcribir informes sobre patentes de invenciones, importaciones, exportaciones. Recuerda que escribía cien palabras sin mirar, incluso copiaba textos en inglés, idioma que desconocía.

Su marido no le dejaba pintarse ni las uñas ni los labios para ir a trabajar porque le daba celos, cuenta sonriendo. Trabajó en el ministerio por 30 años hasta que se jubiló. 

Se casó en 1948 con René Cabano, vivieron un tiempo en el barrio Sayago y años más tarde se mudaron a Punta Gorda porque querían estar cerca del mar. Cuando compraron el terreno, sobre la calle Brenda, Alba recuerda que toda la manzana era arena, no había ni una casa. 

Alba es hincha de Nacional, le encanta escuchar la radio y la merienda es la comida que no negocia saltearse. Tanto sus hijos como sus nietos destacan que más allá de su edad tiene una memoria de elefante. Se acuerda de casi todos los cumpleaños y de muchos números de teléfonos que hoy, sin gozar de buena vista, aún puede digitar.

Es muy coqueta, suele pedirle a su nieta Iara que le pinte las uñas y la ayude a arreglarse,. Siempre le gustó mucho bailar y cocinar. Hoy comparte las recetas con su nieta, a quien casi los fines de semana le pide que le prepare alguna torta.

Contar anécdotas es una de las cosas que más disfruta Alba. Ella dice que no son cuentos, que son historias de su vida. ”Dos por tres las repite, pero son buenas historias'', aclara Iara que comparte mucho tiempo con la abuela.

La gran anfitriona

La casa de Alba siempre fue punto de encuentro. Los nietos recuerdan la casa de la abuela con constante movimiento de personas, el aroma a las pizzas y a Alba como la gran anfitriona. “Al ser una familia numerosa siempre tuvimos como punto de reunión su casa y la tradición aparece mucho en las comidas”, cuenta Fernando. A los hijos y los nietos se le sumaban amigos y algún vecino. “Éramos como unos 15 o 20”, recuerda. 

En la memoria de Fernando está el recuerdo del almacén Martínez y el ritual de acompañar a la abuela con el carrito a hacer las compras. El nieto resalta el valor por lo casero. 

“Tengo de abu un recuerdo familiar, de primos, de las comidas y de un hogar divertido al que, siempre querías volver” cuenta Jimena, su nieta mayor que viajó desde la isla Fuerteventura (España) con su hija Olivia porque les hacía ilusión acompañarla en este festejo tan importante. 

Su sobrino Gabriel cuenta que Alba supo ser como una segunda madre para él y recuerda que "ella siempre era el centro de todo, tenía que estar en todo”.

La pandemia

Cuando el 13 de marzo el gobierno decretó la emergencia sanitaria Alba les pidió a sus nietos que no fueran porque no se quería morir. Por unos meses suspendieron los almuerzos y las visitas. 

La vida cotidiana de Alba cambió rotundamente. Pasó a tener que ocuparse de ella misma y a estar bastante sola. Una noche de mayo Alba sufrió un pequeño ACV y tuvo que ser internada. Por suerte solo fue un susto y luego de un par de días con la fuerza que la caracteriza y las ganas de vivir volvió a su casa. Y para aprovechar el tiempo con la abuela volvieron los almuerzos de los domingos con todos los cuidados pertinentes. “Hoy sigue caminando, sigue estando lúcida, no ha perdido su carácter alegre, no la ha detenido eso”, cuenta Fernando.

En el segundo festejo con hijos, nietos y bisnietos

Alba confiesa que no tiene un secreto para llegar a los cien años. “Ser feliz, trabajar, bailar tanto, esa es mi ciencia”, afirma. “Yo nunca pensé llegar, pero aquí estoy”, concluye emocionada.

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