Los estudiantes de la Escuela Nacional de Artes y Oficios formados como equipo y con la bandera que le regalaron los jugadores campeones uruguayos con Peñarol en 1905

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La historia de la primera barra brava organizada de Peñarol en 1906

El Museo de Peñarol exhibe la bandera de la primera hinchada que tuvo el club
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21 de mayo de 2023 a las 05:00

La guerra civil de 1904 había dejado una huella muy grande en todos los uruguayos y con el país dividido. Debido a ello fue que no se disputó el Campeonato Uruguayo que correspondía a ese año.

Sin embargo, en agosto, se disputó la final del Uruguayo 1903 que Nacional le ganó 3-2 a CURCC (en Peñarol, reivindican que su club es la continuidad histórica del CURCC, algo que los tricolores rebaten afirmando que son dos instituciones distintas) con el regreso de los hermanos Céspedes, fundamentales para el triunfo, desde Argentina, en donde estaban jugando.

Peñarol afrontó entonces el Uruguayo de 1905 con todo. Tanto fue así, que lo ganó de punta a punta el mismo, terminando invicto y sin goles en contra.

Los dos clásicos los ganó 2-0 como local y 1-0 en el Gran Parque Central.

Ya en 1902, los hinchas de Peñarol de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, que acompañaban al equipo en todos los partidos, habían mostrado su gran relación con ellos y les regalaron una plaqueta que hoy está en el Museo de Peñarol.

La plaqueta que demuestra que ya en 1902 había muy buena relación entre los estudiantes de la Escuela Nacional de Artes y Oficios y los jugadores de Peñarol

“Al CURCC, los alumnos de la E. N. de A. y Oficios, agosto 11, 1902”, dice la misma.

Los hinchas de Peñarol de esta escuela –que es lo que hoy sería la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU)–, siguieron yendo a ver al equipo siempre.

Eso llevó a que en marzo de 1906, –luego de conseguido el título invicto y con el arco en 0 de 1905– se llevara a cabo un asado de camaradería entre los jugadores y los hinchas, con un partido entre ambos que ganaron los futbolistas carboneros 2-1. Fue el club el que los invitó. El presidente era el segundo en la historia de Peñarol: Frank Hudson.

Allí, los futbolistas campeones tomaron la resolución de regalarles la bandera con la que salían al campo de juego.

La bandera de Peñarol de 1905, entregada en 1906 y con la banda sobre la izquierda que dice "Escuela Nal. de Artes y Oficios: 1906-1946" y el pergamino abajo; hoy se encuentra en el Museo de Peñarol

Los alumnos decidieron que se la quedara uno de ellos, el más representativo, cuyo nombre era Alberto Aldama.

“Fue la primera hinchada organizada de la historia de Peñarol”, dice a Referí, Eduardo Cicala, historiador de los carboneros.

El plantel de Peñarol en 1905

Germán Arímalo
Francisco Carbone
Ángel Irisarri
Aniceto Camacho
Luis Carbone
Guillermo Davies
Lorenzo Mazzuco
Ceferino Camacho
Luis Carbone
Juan Pena
Edmundo Acebedo
Eugenio Mañana
Pedro Zibechi

La carta y el reencuentro 40 años después

En 1946, 40 años después, los mismos hinchas, ya exalumnos de la Escuela de Artes y Oficios, organizaron un encuentro con aquellos jugadores para devolverle la bandera al club a través de ellos.

Y dejaron documentado ese acto en una carta que expresaba su sentimiento hacia el club y hacia aquellos jugadores.

“Era el mes de marzo de 1906 cuando los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios fueron invitados por el Club Atlético Peñarol a concurrir a la fiesta que dicho club realizaba anualmente en la localidad de Peñarol y en su propia cancha. En honor a dichos alumnos se sirvió un suculento asado a la criolla, realizando después juegos atléticos en los que intervinieron varios alumnos saliendo victoriosos en una carrera Carlos M. Tapia primero y Julio Bostica segundo. Después de esto se realizó un partido de football entre el team del C.A. Peñarol y un combinado de la E.N. de A. y Oficios saliendo vencedor los Aurinegros por dos a uno, lo que motivo muchas felicitaciones y en especial por los jugadores de dicho club (maestros en football) por su comportamiento”, comienza.

El equipo de Peñarol campeón uruguayo en 1905

Y sigue: “Terminada esta fiesta, exhortan a reunir a todo el alumnado de la Escuela de Artes y Oficios y una delegación compuesta por miembros de la directiva y jugadores de Peñarol les hacen saber que en vista de su amor y fe partidaria a dicho club, tienen el mayor placer de obsequiarlos con una bandera con los colores de Peñarol. De esta bandera se hace cargo el alumno Alberto Aldama, el que por sus cualidades representaba cariñosamente a todo el alumnado de dicha escuela, y en breves y elocuentes palabras, agradece infinitamente esa ofrenda, que será cuidada y defendida celosamente, en los campos de lucha donde actúe nuestro querido Peñarol”.

“Al día siguiente, ya en la Escuela y al salir al recreo pide Alberto Aldama a la superioridad que no hiciera romper filas, porque él deseaba presentar a todos sus compañeros una bandera que Peñarol les donó, lo que fue concedido, y reunida las tres divisiones formada por trescientos cincuenta alumnos, les hace saber; que pueden sentirse orgullosos de su amor partidario porque hemos sido estimulados en nuestra fe de Peñarolense, tanto por nuestros viajes a pie hasta la cancha de Peñarol como por las luchas sostenidas con nuestros adversarios, por el regalo de esta bandera, la que al ser flameada exclamaron todos un grito de VIVA PEÑAROL y al romper filas fue abrazado y felicitado Aldama, éste fue el recreo de más algarabía que se vio en dicha escuela, haciendo causa común los mismos superiores”, continúa.

La carta de los exalumnos de la Escuela Nacional de Artes y Oficios por el reencuentro con los exjugadores de Peñarol campeones uruguayos en 1905

“En el año 1933 Alberto Aldama, sintiéndose agravar una enfermedad que lo aquejaba y temiendo un fatal desenlace llama a su viejo amigo y condiscípulo Juan Román y le pide se haga cargo de la bandera de Peñarol la que él supo conservar durante veintisiete años con cariño, ese símbolo inolvidable y lo cuide como él supo hacerlo. Y así llega el 20 de marzo de 1933 y la fatídica presunción del querido Aldama se cumple arrebatándolo de la vida cuando todos sus condiscípulos y socios del Centro de Protección de Choferes (del que era gerente) esperábamos mucho de él. Desde esa fecha la bandera queda al cuidado de Juan Román, y a fines del año 1945 encontrándose éste con sus condiscípulos Santiago Torres y Joaquín M. Royer les sugiere la idea de devolver esa gloriosa bandera, para que ocupe un sitial en las vitrinas de nuestra celebrada Institución, idea ésta que es acogida con el mayor beneplácito, encargándose Royer de hacer una propaganda para reunir a todos los alumnos de esa época de la E. N. de A. y Oficios poniéndose al habla con Luis Pedriel que muy gustoso se apresta a colaborar con  se viejo amigo, consiguiendo reunir  un crecido número de ex alumnos, los que resuelven constituir una comisión de emergencia siendo elegidos Rodolfo Larrosa, Joaquín M. Royer, Luis Achira y Julio Bostica”.

Alberto Aldama, el alumno que se quedó con la bandera de Peñarol en 1906 en representación de sus compañeros

Y finaliza: “Con esta fecha 11 de noviembre de 1945 se hace una libreta de actas en la que constan todas las reuniones realizadas y en las cuales se resuelve donar una vitrina (la que es construida de su peculio por el exalumno Luis Pedriel) y dos metros de terreno del futuro Palacio Peñarol que serán propiedad de la vitrina, la que guardara la histórica bandera así como también un pergamino firmado por todos los exalumnos, encabezándolo jugadores y miembros del Club Atlético Peñarol de esa época y algunos de la actual directiva 1945-1946”. Firman la misma, Rodolfo Larrosa, presidente, y Joaquín Boyer, secretario general.

La prensa partidaria de la época

El reencuentro también fue seguido por parte de la prensa partidaria de dicha época.

Así expresaba la revista La Voz Peñarolense en abril de 1946 lo que sucedía entonces. “Acaba de producirse un hecho que refleja honor sobre sus autores, y que habla elocuentemente del permanente cariño de un núcleo de peñarolenses. Los hombres que peinan canas saben bien que hace muchos años, funcionaba allí, donde hoy está la Universidad del Trabajo, la Escuela de Artes y Oficios, donde se cobijaban jóvenes que deseaban aprender un oficio por cuenta del Estado. En esa escuela, es donde se encontró de inmediato adeptos al football que recién hacía su aparición en nuestras canchas de la primera hora. Peñarol, que entonces se denominaba Central Uruguay Railway Cricket Club, pero que todo el mundo conocía y llamaba Peñarol, fue el que concitó el mayor número de simpatías entre esos muchachos, que aprovechaban el franco de los domingos para largarse hasta el lejano field de los ferrocarrileros”, comienza diciendo la nota.

El pergamino firmado por exjugadores de Peñarol y exalumnos de la Escuela Nacional de Artes y Oficios en el reencuentro 40 años después de la entrega de la bandera

Y agrega: “Tanta consecuencia tuvo su recompensa y un buen día, los jugadores del viejo Peñarol, resolvieron obsequiar con una bandera a los muchachos de la Escuela, por su entusiasmo. Ese acto dio lugar a diversas manifestaciones de regocijo. El suceso fue comentado en la época por lo poco común, pero los acontecimientos siguieron su curso normal. Uno de ellos, de acuerdo con todos, se llevó la bandera, y la guardó como preciada reliquia. (…) Cuarenta años después, esos muchachos de otrora, vuelven a encontrarse bajo la misma bandera aurinegra, con el mismo entusiasmo de aquellos tiempos, sin haber perdido la fe. Recuerdan el episodio de la bandera y resuelven, tras breve deliberación, devolverla al actual comando, para que la guarde como preciada reliquia. Se reúnen, circulan citaciones, y comprueban que todavía quedan muchos de la primera hora. Algunos se marcharon en el viaje sin retorno, pero los que quedan, siempre, como siempre”.

La entrega de la bandera de parte de los exestudiantes a los exfutbolistas de Peñarol, en 1946

“Noches pasadas se efectuó la entrega de la bandera y la ceremonia constituyó un acto en verdad emocionante. Casi todos los exalumnos estaban allí presentes. Apretones de manos, abrazos, recuerdo y reminiscencias del pasado, matizaron la reunión, grata por tantos conceptos. Alberto Macció, el viejo y querido compañero, fue el encargado de entregar la ofrenda y lo hizo con palabra certera, emotiva, recordando épocas que causaron gran impresión. Le contestó el presidente de Peñarol, Dr. Turturiello, agradeciendo el obsequio que quedará en las vitrinas del Palacio, como uno de los más preciados trofeos. El público aplaudió a los oradores, y luego se entregaron por largo rato a demostraciones diversas”, termina diciendo.

Esa noche, se entregó una especie de pergamino que firmaron tanto exalumnos como exjugadores, entre ellos, Juan Pena, el goleador.

Eduardo Cicala, historiador de Peñarol, habló con Referí

El mismo dice: “Era el año de 1906 cuando los jugadores del querido Peñarol obsequiaron a la barra brava de la Escuela Nacional de Artes y Oficios en prueba de su consecuencia esta gloriosa bandera. Los exalumnos que hoy sobreviven y que por transcurso de treinta y ocho años (sic) han sabido cuidar con amor y fe este símbolo aurinegro, ven con agrado que esta verdadera reliquia de amor partidario ocupe un sitio, bien ganado por cierto, en las vitrinas de nuestra institución, antes que el cruel destino arrebate de la vida al último exalumno peñarolense de dicha escuela. Enero 1946”.

Obviamente que la acepción de la expresión “barra brava” –más allá de que había incidentes luego de algunos partidos (no solo de Peñarol)– distaba mucho de lo que son las barras bravas de estos tiempos. Entonces, se refería con ese término a los grupos de personas que acompañaban a los equipos con entusiasmo.

La carta del alumno hincha de Nacional

De esa misma jornada, se puede leer una carta enviada por uno de los compañeros de aquellos alumnos de tal escuela, hincha de Nacional, pero felicitando tanto a sus excompañeros como a Peñarol.

Su nombre era José Pedro Quiñones y entre otras cosas expresa: “El hecho de ceder una Bandera tiene el reconocimiento pleno de un valor, de una primicia. ¿Qué valor podría representar para Peñarol aquellos pobres muchachos de la Escuela de Artes, colocados algo así como a un costado de la sociedad, para admitirles ventajas y excelencias que justificaran ese honor, el honor que significaba recibir una Bandera? Había una cosa en el ambiente que ni el frio de la orfandad ni el relego del encierro podrían refrenar, porque como el pensamiento y como la inteligencia, no hay barreras capaces de oponérsele: era el amor, el afecto cálido a la insignia querida que levantado como en una pira, supo hacerse ver y sentir y obtener personería como para que mereciera el honor de recibir esa Bandera”, comienza escribiendo.

La carta del exalumno hincha de Nacional, José Pedro Quiñones

Y continúa: “Y si da para pensar y meditar que la obra de un grupo chiquito de muchachos, con el solo calor de su corazón constituyó entidad en un recodo del camino, aparentemente sin ninguna perspectiva, más se presta para hacerlo la visión de los que supieron captar aquella onda de amor deportivo, para premiarlo con la luz de una Bandera, iluminada para siempre con estrellas. Por eso es emotivo el recuerdo de hoy y por eso es más emotivo el acto que hoy se realiza. Son dos potencias que se encuentran, pero no para chocar, sino para confundirse. Al gesto de ayer, se responde con el gesto de hoy. Si en el ayer hubo un caballero del pensamiento, hoy otro le sale al paso. El de ayer cumplió con un acto de justicia, el de hoy, reafirma y confirma aquel acto”.

Juan Pena, un goleador empedernido con la camiseta de Peñarol, fue el máximo artillero del Uruguayo 1903 con 16 goles y en 1905 tuvo un gran campeonato; estuvo en el reencuentro 40 años después

“La Bandera que fuera entregada como signo de primicia, ahora está cargada de glorias y su peso no puede ser resistido por hombros débiles y con el mismo gesto de hidalguía con que fuera recibida, se entrega. Pero en ella hay algo más que una bandera, hay un símbolo: es la imagen de una época que debe quedar en las vitrinas y en el historial de Peñarol, como un verdadero ejemplo de consecuencia y amor deportivo. 28 de marzo de 1946”.

Hasta el día de hoy, tanto la bandera, como la placa que hicieron los alumnos en 1946, permanecen en el Museo de Peñarol, el cual reabrirá sus puertas el próximo domingo 4 de junio.

“Por lo que se puede leer en la prensa de la época, fue un acto muy emotivo entre exalumnos y exjugadores de Peñarol, que explica cómo se vivía entonces, incluso con una carta muy especial de un hincha de Nacional. En el Museo tenemos la bandera y la guardamos en un lugar muy importante”, explica Cicala.

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