Juan Samuelle

La historia de los "vinos humanos" que se producen en Rincón de Carrasco

La historia de los vinos humanos de Casa Grande, a su modo, comenzó cuando Juan, bisabuelo de la enóloga Florencia De Maio, llegó desde un pueblito de pescadores cercano a Nápoli

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29 de abril de 2022 a las 21:25

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En Canelones, en Rincón de Carrasco –a 10 minutos del aeropuerto–, se producen “vinos humanos” (así los definen quienes los elaboran). Son vinos que además de la calidad óptima que le confieren lo que se obtiene de las vides y el proceso de vinificación tienen un encanto adicional. Es lo que se denomina como “el cuarto terroir”.

Florencia De Maio, enóloga e integrante de la cuarta generación de una familia dedicada a la producción en este rubro desde que su bisabuelo emigró de Italia –desde Torca, un pueblito de pescadores, cerca de Nápoli–, explicó que el diferencial de la bodega Casa Grande es que se produce un vino fino que se elabora con “calidad humana”, con un aporte extra que sale de lo que entrega cada integrante del equipo, valor agregado que se expresa en la viña y en el proceso de vinificación.

“Tenemos toda la materia prima para llegar a un vino fino de máxima calidad y a eso le agregamos como diferencial que le ponemos a ese vino lo que vibramos, el famoso cuarto terroir, lo que suma la mano del hombre”, comentó, en tanto a su lado su padre –Washington Di Maio, de quien heredó su cariño por la vitivinicultura– respaldaba esa definición.

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Cada aporte de cada integrante del equipo añade valor al producto.

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La vendimia pasó y la actividad se concentra en la bodega.

Para elegir: 19 variedades

Bodega Casa Grande posee el 100% de sus viñedos en un predio de 30 hectáreas, próximo al Río de la Plata. Los accesos están a la altura del km 31,500 de la ruta 101 y del km 23,900 de la Interbalnearia, en ambos casos tomando luego por camino De los Horneros.

Toda la uva que se utiliza es de producción propia. El 60% de lo que los viñedos dan en cada zafra se procesa en la bodega y el resto se comercializa a otras empresas.

De las 30 hectáreas, hay 14 con viñedos y 10 de esas 14 hectáreas aportan la uva que se utiliza para los vinos Casa Grande. Todo el vino que se produce es fino, no se produce vino de mesa.

Uno de los diferenciales de esta firma, comentó Florencia, es la amplia gama de variedades. De momento son 19. Algunas son Sauvignon Blanc, Viognier, Albariño, Cabernet Franc, Merlot, Tannat, Marselan, Caladoc, Arinarnoa y Syrah. También hay italianas no tan conocidas en el mercado uruguayo, como Nero D’Avola Nebbiolo y Barbera.

La capacidad de la bodega es de unos 100 mil litros, con una producción anual de unos 70 mil.

Y allí se aprecia otro de los diferenciales: hay un porcentaje mayor de vinos blancos en el total de lo que se produce y vuelca al mercado, seis de cada 10 botellas, cuando lo habitual es que suceda lo contrario.

Los vinos Casa Grande ya se exportan a Brasil, existiendo el objetivo de sumar destinos.

En el mercado local, están en góndolas de Iberpark y Los Domínguez –en la capital y en el interior–, en las cartas de varios restoranes y hay venta directa, en ese caso en la tienda propia que posee la bodega.

Otro de los objetivos es, ahora que pasó la emergencia sanitaria por la pandemia de covid y las actividades presenciales se han ido reanudando, retomar las actividades de degustación en la bodega, que se puede visitar de lunes a viernes; pronto eso se podrá hacer los sábados, dada la demanda de visitas que se va perfilando.

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Washington y Florencia, delante de uno de los cuadros del viñedo.

Dos en la foto, son muchos más

Washington y Florencia, en la charla con El Observador, remarcaron como vital el apoyo de toda la familia, que integran además la señora de Washington, Francesca Dito Di Giorno, y Fabrizio, hermano de Florencia.

Francesca, en cuya familia no hay antecedentes de vitivinicultores, sí en la actividad hortícola, es artista plástica y sus obras las pueden apreciar quienes visiten la bodega, en la sala que se utiliza para las degustaciones.

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Alguna de las obras de Francesca en la sala donde se realizan las degustaciones.

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Una de las obras.

También pusieron especial interés en que tenga destaque la labor de todos los que trabajan en la bodega, entre ellos el ingeniero Luis Benvenuto –“que empezó trabajando con mi abuelo”, dijo Florencia– y la encargada Leticia Miranda –su padre, ya fallecido, fue capataz en el establecimiento y “fue un segundo padre para mí”, dijo Washington–. También recordó ella al casero, Julio, ya fallecido: “Era como mi número dos, siempre acompañando”.

Otro desafío trazado –los retos en este equipo son constantes– es encarar la actividad turística, “pero haciéndolo a nuestra medida”, dijo Florencia, dando a entender que el toque artesanal, humano y familiar también será algo innegociable.

Otro, según destacó en ese caso Washington, es avanzar todo lo que se pueda en manejos tendientes a instaurar un sistema cada vez más sustentable.

El de Florencia, como lo fue en su momento el de Washington, es un buen ejemplo de que la ausencia de un adecuado recambio generacional en rubros de la producción existe, pero con excepciones, cuyo éxito depende de que se genere la oportunidad y que quien se incorpora desde una nueva generación la aproveche. Y eso es lo que sucede en Casa Grande.

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La tienda de la bodega.

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La tienda de la bodega.

La bodega en el galpón del abuelo Gaetano

Washington recordó que su abuelo –Juan De Maio– fue el primero en la familia que tras llegar desde Italia se dedicó a esta actividad. Su padre –Gaetano– siguió ese camino. Fue él, Washington, quien en 1980 fue más allá de producir y vender uva e inició la elaboración de vino de mesa, lo que hacía en otra bodega. Otro mojón clave llegó en 2013 cuando Florencia, ya recibida como enóloga, condujo la primera vendimia en Casa Grande y se avanzó hacia la producción exclusiva de vino fino, sumando variedades en forma constante.

La incorporación de Florencia, lo avaló su padre sonriendo, fue una sorpresa. “No me tenían”, dijo ella. Cuando era chica no todos tenían seguro que le gustara dedicarse a la vitivinicultura, que estudiara enología y que hoy sea uno de los puntales en la bodega.

La bodega propia, un sueño, cristalizó en lo que era el viejo galpón de las herramientas del abuelo Gaetano. Ahí Florencia, para cumplir su sueño e inyectarle orgullo a toda la familia, puso lo suyo para que Casa Grande sea lo que ha llegado a ser.

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La bodega está en el mismo predio en el que se encuentran los viñedos.

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Hay vinos de 19 variedades.

Primero se invirtió en un laboratorio propio para los controles de calidad en uvas y vinos y luego se fue desarrollando la bodega, contaron, todo lo cual fue generando un entusiasmo que se percibe hoy en la gran variedad de vides y vinos, con una constante búsqueda de nuevas opciones.

Incluso hay alguna anécdota sobre cómo se llegó a utilizar alguna de las variedades, el Albariño: no fue a partir de una decisión, en una partida de plantas que se compró llegó esa variedad mezclada, pero igual se la probó, anduvo muy bien y hoy es parte del mencionado variado portafolio.

Una buena vendimia

La vendimia de 2022 en Casa Grande “fue distinta, veníamos de dos muy buenas vendimias y capaz eso no le tocó a todos esta vez, pero a nosotros nos fue bien, se pudo procesar toda la uva y con una muy buena sanidad”, dijo Washington.

Florencia explicó que, pese a que en parte del verano hubo lluvias que para muchos fueron excesivas, lo que a esa altura del ciclo productivo no es bienvenido, la vendimia en Casa Grande fue buena y no por un factor suerte.

“Es fundamental que papá y todo su equipo de viñedo estén en cada detalle de la viña, él tiene la capacidad de adelantarse a las cosas, eso hace que años que se ve que pueden no ser buenos terminen siendo buenos”, resaltó.

Añadió que “es como en la gastronomía, podes seguir la receta al pie de la letra, pero si alguien pone su toque el resultado será especial”.

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