Así empezó todo el 5 de enero de 2021

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Peñarol campeón: el trabajo de hormiga de Larriera y el espíritu de Bengoechea

Larriera llegó cuestionado, pero bajo el paraguas de Bengoechea, saltó todos los obstáculos, le mostró al presidente que se construye "todos juntos" y no "contra todos" y llevó a Peñarol al lugar más difícil en el año del tri de Nacional
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05 de diciembre de 2021 a las 00:46

Aquel 5 de enero de 2021 lo encontró a Maurico Larriera en un lugar icónico para el fútbol uruguayo (Los Aromos) y envuelto en un tsunami de emociones. La oportunidad de estar frente al equipo del que fue hincha, respaldado por el histórico Pablo Bengoechea, pero con un cuestionamiento inmenso (que el entrenador calculó en un exagerado 99,9%) de quienes no habían seguido su trayectoria en el fútbol, le presentaban el desafío más complejo que podría haber imaginado alguna vez para su historia como entrenador.

Este sábado, después de ganar el título del Clausura con Peñarol y culminar primero en la Tabla Anual, se permitió, primero, desahogarse, con una expresión en la que exteriorizó todo lo que cargaba: “Yo sí luché contra todos, yo sí, no por los arbitrajes, por la forma en que llegué”. Luego, confesó que no sabía estar tan templado para recorrer el camino de la forma que lo hizo y, finalmente, lanzó una complicidad con su socio en este emprendimiento: "Solo a Pablo Javier Bengoechea se le podía ocurrir esa locura de tenerme acá, dirigiendo a Peñarol, y a partir de ahí fue todo una montaña rusa de emociones".

Once meses después de su primer entrenamiento en Los Aromos, Larriera se colgó la medalla de campeón del Clausura

Que Peñarol haya conquistado lo que alcanzó en el Campeón del Siglo ante Sud América es uno de los logros más importantes de los últimos tiempos, y nada tienen que ver en esto los arbitrajes, que es lo primero en los que se les ocurre pensar a los hinchas de Peñarol, que al impulso de los estados de Whatsapp del presidente Ignacio Ruglio fue poniendo de punta los nervios de un club que estuvo al borde de perderlo todo, por esa olla a presión que en el cierre del torneo trasladó a la concentación de Los Aromos y que con dificultades pudieron descomprimir.

Porque quien crea que los empates que sufrió Peñarol en las fechas 12, 13 y 14, ante River, Cerro Largo y Progreso, son responsabilidad de los arbitrajes no apunta al centro del problema que fue ese club explosivo que construyeron desde la dirigencia, y que Larriera (y Pablo Bengoechea en su trabajo silencioso) alivió.

Porque mientras Ruglio iba a la carga con su frase "Contra todos", Larriera instalaba en Los Aromos "Todos juntos". Así el entrenador hizo más que su trabajo en el campo y contagió un espíritu que les permitiera blindarse para atravesar las adversidad de cualquier competencia deportiva.

Lo que logró Peñarol en el cierre de este 2021, que aún debe coronar ante Plaza (lo logrará ganando el martes), es un paso enorme que al que llegó derribando muros. Sus propios muros. El primero, el de Peñarol. Porque no es real que los enemigos del club estaban afuera, como los dirigentes quisieron mostrarlo. Durante muchos años, el problema estuvo en su estructura.

La alegría del mejor plantel del Campeonato Uruguayo

Peñarol es un gigante que luego de su último quinquenio se autoflageló en luchas intestinas. Ese entorno, que le impidió estar fuerte ante un Nacional que ofrecía solidez en el terreno deportivo y político, conspiró contra sus propios intereses.

Cuando en diciembre de 2020 los socios de Peñarol eligieron a Ruglio y, especialmente al proyecto deportivo de Bengoechea por encima del de Diego Aguirre, le dieron al capitán que marcó historia la oportunidad de refundar la mística del club.

Allí nació todo. En ese simple acto y con el mensaje de Bengoechea de terminar con las disputas internas, blindar Los Aromos (como en la década de 1990), apostar a un proyecto, confiar en un plan y seguir hasta el final, terminó de dar forma a este Peñarol ganador.

Algunos detalles importantes se fueron perdiendo en el tiempo. Hoy es necesario rescatarlos. Cuando Peñarol fue a buscar al entrenador, la mayoría pensó en un histórico o alguien con trayectoria.

El razonamiento de Bengoechea fue: en 20 años Peñarol había tenido dificultades para ganar con la más variada gama de entrenadores. Por tanto, planteó este escenario para que entendieran su razonamiento: cuando Gregorio Pérez llegó al club en 1993 era un desconocido para la mayoría de los hinchas. Por eso, ¿qué hicieron hace 12 meses? Fueron en busca de un entrenador que reuniera eso mismo que Gregorio hace 30 años. Así llegaron a Larriera.

Cuando su nombre cayó en la mesa, los dirigentes se miraron sorprendidos. Ruglio se alineó con Bengoechea y le dieron para adelante.

Aquel 5 de enero en Los Aromos, la foto que acompaña este artículo, resume en una imagen la postal del nuevo Peñarol. El conocimiento técnico de Larriera y, a su espalda a la derecha Gabriel Cedrés y a la izquierda Bengoechea, como guardianes del proyecto deportivo.

Lo que ocurrió de allí en más fue la expresión más pura de fidelidad a un plan. Porque lo que quedó claro en este Peñarol (no ahora, sino desde los primeros partidos) es que Larriera construyó, en su trabajo paciente, de hormiga, lo que se conoce en el mundo (en Uruguay es difícil verlo) un equipo de fútbol. Lo moldeó con la convicción del camino que quería recorrer, aunque no fuera del paladar del hincha de Peñarol, y lo terminó imponiendo por su propio peso.

Hoy el hincha siente orgullo cuando ve a su equipo jugar como lo hace este Peñarol, porque además de la elegancia, el estilo moderno, la frescura en su planteamiento, la velocidad en las transiciones, la pausa y la intensidad, la capacidad para manejar los tiempos, para sostenerse ante la adversidad circunstancial de un gol recibido, lleva a que transmita una identidad que contagia.

Todo eso es el resultado del trabajo. Porque a este equipo le costó una enormidad serenarse después de recibir un gol. Sin embargo, lo consiguió. Allí estuvo el trabajo de Larriera en Los Aromos.

La copa del Clausura fue para Peñarol

A este equipo le costó manejar la ansiedad. También lo consiguió.

A este equipo no le costó nada integrar a los futbolistas de la cantera, y allí se esconde otro de los secretos de Bengoechea y Larriera.

Por es razón, cuando en la tarde del 26 de febrero, después del empate ante Liverpool en Belvedere, los hinchas exigían cambios en la conducción e ironizaban sobre la decisión de Bengoechea de apostar por Larriera, en el análisis del partido reflejé un concepto que resumía el sentir de la incrédula tribuna y de la confianza silenciosa (imperceptible para los pasionales) que emanaba desde el campo.

"En tiempos en los que el desconsuelo agobia al espíritu del hincha, este Peñarol empieza a devolver algo muy importante y que tal vez por la pasión, no percibe: están construyendo el futuro. Una lectura difícil de pedir al hincha, mucho menos si en un mes Nacional consigue el bicampeonato (como finamente ocurrió), pero que es desde donde se debe observar y avanzar si se aspira a cambiar el rumbo. Es allí donde se enfoca este club que en otras circunstancias, con público en la tribuna, sería una hoguera, y hoy no habría Bengoechea que sostuviera, aunque el equipo jugara con buena proyección de futuro y pudieran culpar al árbitro por el perjuicio. Es el problema de vivir a destiempo". De aquel análisis a hoy, en la convicción de Larriera y la coherencia deportiva de Bengoechea, lo único que cambió fue el tiempo que le dieron al entrenador para encontrar el equipo y el funcionamiento, y que hoy disfruta todo Peñarol, que vive su tiempo.

Por esa razón, lo más valioso por estas horas para Peñarol fue haber regresado a sus raíces, con un fútbol moderno y sin techo. Bajo el proyecto de Bengoechea y la conducción de Larriera, este modelo por el momento no tiene techo en el fútbol uruguayo.

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