Uruguay en la final del Mundial sub 20: un equipo que vibra, un técnico valiente y la descarga emocional en zona mixta

"Uruguay nomá". Hay puños que se aprietan en la tribuna del Estadio Único de La Plata. Hay lágrimas de emoción entre los que revolean la bandera bicolor. En el palco están Federico Valverde, Mina Bonino y Nicolás De La Cruz que aplauden a rabiar. Más arriba, autoridades trajeadas de la AUF: Ignacio Alonso, Fernando Sosa, Jorge Casales, con el director nacional de Deportes, Sebastián Bauzá, que gritan como cualquier hincha de tribuna con trompadas al viento. Uruguay venció 1-0 a Israel en la final del Mundial sub 20 Argentina 2023 y está en la final, tras superar un montón de adversidades.

Es el Uruguay de un técnico valiente y que va al frente. A pesar de los obstáculos. Es un grupo de botijas que compraron una idea de juego, la hicieron propia y la respaldan con buen juego y también la defienden con el alma, 

"Defender es un arte", dijo Broli en la conferencia de prensa pos partido. 

Pero antes de defender la ventaja que sacó, el equipo fue al frente, con actitud propositiva, con ambición, con ímpetu para hacerse sentir en el balón dividido. Con ganas, que en el fútbol uruguayo es un bien sagrado.

Con ese plan de juego de ir al frente, de ensanchar el campo de juego, de ser punzante en ofensiva, Uruguay dominó el primer tiempo. Más por la presión con la que perturbó y maniató al rival que por su caudal de juego asociado. Así y todo, Anderson Duarte tuvo dos chances claras de gol. Además, en el balón parado, el equipo lució más peligroso que el rival. 

Pero Broli sintió que le faltaba algo. Y con 45 minutos por delante se jugó la carta ganadora: Andrés Ferrari, centrodelantero, en lugar de un volante, Ignacio Sosa. 

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En la primera pregunta de la conferencia de prensa, realizada por Referí, el entrenador dijo que el cambio obedeció a una búsqueda de mayor posicionamiento en campo rival y en lograr más "punch" en ataque. 

Ferrari, desgarrado ante Túnez en la tercera fecha del grupo y que hizo un gran esfuerzo físico y mental para llegar a este partido, se posicionó como extremo derecho y Anderson Duarte se mantiuvo como delantero centro. 

La pegada que faltaba llegó con una patriada de Alan Matturro, un gran remate cruzado y un rebote pescado por Anderson. 

Después de conquistar lo buscado, recién ahí, Uruguay defendió.

La atajada de Randall Rodríguez se gritó como un gol en la hora. Fue una locura. Mezcla de técnica, timming y mucha, pero mucha, determinación. 

Cuando el juez terminó el partido el festejo en la cancha fue interminable. 

Los jugadores demoraron una eternidad en llegar a la zona mixta, un lugar donde los futbolistas atienden primero a los medios televisivos y radiales y luego a los medios escritos. 

Fabricio Díaz, el capitán, fue el primero en llegar. Con los brazos detrás de la espalda atendió a todos con calma, paciencia, orgullo y mesurada alegría. 

Randall solo atendió a las radios y luego pasó al galope rumbo a vestuarios. Es que los goleros son así, un mundo aparte en el mundo del fútbol

Anderson Duarte lo hizo con una bandera de Tacuarembó sobre los hombros. Porque los orígenes, humildes, sin papá, cuidando motos en las afueras del Goyenola, no se olvidan. 

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Después, con una sonrisa, asomó Alan Matturro. Como si viniera de la playa de jugar con amigos. Humilde, contento, tranquilo. En la cancha definió el partido. Cerró tan bien su sector en un ataque rival, en la era del arte de defender, que Facundo González y Randall Rodríguez lo abrazaron como si hubiera hecho un gol. El compañerismo, la solidaridad, la hermandad se palpa a lo lejos en este equipo. 

"Al prinicpio la sufrimos, Israel es un buen equipo, metían como caballos, por algo están acá, le ganaron a Brasil. Pero demostrarmos que Uruguay fue mejor. El partido se fue planteando con el correr de los minutos, sabíamos que estaba por mi lado porque yo le ganaba al lateral de ellos y por ahí se dio el resultado del partido", dijo Matturro respondiendo con atención a todas las preguntas que le hicieron. 

La cancha fue un factor extra. Está en pésimo estado, algo impropio para un torneo FIFA y más en estas instancias.

Sin embargo, estos gurises no quieren saber nada de excusas. 

Consultado por Referí, Ignacio Sosa se encogió de hombros: "Está horrible, sí, pero en formativas jugamos en potreros peores que estos. El jugador uruguayo está acostumbrado y se adapta a las circunstancias". 

Lo mismo dijo Fabricio Díaz: "A mí y a mis compañeros nos tocó jugar en cada poterro de chicos..." y largó una sonrisa con la que rompió su formalidad de capitán y referente.

Ahora, para aquellos criados en césped sintético, atendidos de chicos por el confort del vestuario calefaccionado, la atención médica, la formación integral completa... Y sí, a esos capaz que se les complica jugar en canchas así. 

Rodrigo Chagas, por su parte, pasó con la bandera de Artigas al hombro, y quebrado de emoción al declarar enfiló a vestuarios. La descarga emocional se puede palpar en el ambiente techado donde al fondo de un túnel asoma el campo de juego.  En esta zona están prohibidas las fotos y grabar videos.

El último en desfilar ante los medios fue Sebastián Boselli, otro bastión defensivo. También mesurado, cauto, sabiendo que aún falta lo mejor. 

Después Broli, sin estridencias, cerró su conferencia con una frase probada. Palabras que después son hechos: "Voy a ir por todo por esa final. Hace unos meses me quedé sin dirigir con la Cuarta de Peñarol la final de la Intercontinental sub 20. Esto es otra oportunidad que me da el fútbol. Y sé que los jugadores van a dejar la vida por intentarlo".

La conferencia terminó en aplausos y Broli, se los devolvió a los medios presentes. Y el grito de Uruguay nomá volvió a sonar en La Plata.