Nicolás Tabárez
Periodista de cultura y espectáculosEspectáculos y Cultura > CINE
Utama, un hallazgo cinematográfico con música de Fernando Cabrera y equipo uruguayo
Utama es una historia sobre el arraigo, la pertenencia y el apego a un hogar. Es una reflexión sobre el paso del tiempo, el progreso, la decadencia, la voluntad de irse peleando y sobre las tradiciones. Utama es realismo puro y duro, y realismo mágico. Es una historia pequeña sobre una familia, pero también es global. Tira puntas sobre el calentamiento global y el cambio climático sin bajar línea. Utama es un descubrimiento, una película con momentos de brillantez cinematográfica, y es uno de los estrenos de esta semana.
Se trata de la primera película de Alejandro Loayza Grisi, y es una coproducción boliviana (la tierra de su director y guionista y donde se ambienta la historia) y uruguaya, con algunos de los principales roles técnicos en manos de orientales como Bárbara Álvarez, directora de fotografía, Fernando Epstein como montajista y Federico Moreira como director de sonido y productor, además de la participación de Fernando Cabrera en la banda sonora.
La película llegó este jueves 16 a las salas de Cinemateca luego de casi un año rodando por festivales del mundo. Estuvo en abril de 2022 en el festival de la propia Cinemateca, ganó el gran premio del jurado en Sundance, apenas uno de los galardones que la convirtieron en el filme más laureado de la historia de Bolivia, país que la eligió como su candidata a los Oscar que se acaban de entregar, y además una de las más nominadas a los próximos premios Platino.
Loayza Grisi logra que Utama camine la línea entre lo monumental y lo íntimo, para contar una historia enfocada en apenas tres personajes en un remoto paraje del Altiplano boliviano. Virginio y Sisa son un matrimonio anciano encarnado por Luisa Quispe y José Calcina, una pareja de no actores casados en la vida real, que residen en una solitaria casa desértica, rodeados por las montañas.
El rocoso Don Virginio se encarga de criar y cuidar a un rebaño de llamas (que se roban la película con cada aparición), y Sisa tiene a su cargo el hogar. Es uno de esos matrimonios que solo con la compañía mutua se dicen todo lo que hay que decir, donde los silencios no pesan, y los gestos de ternura o las bromas todavía tienen su espacio en la rutina.
Todo está en paz en la casa, pero hay un manto de preocupación en el paraje: hace casi un año que no llueve, las pocas fuentes de agua están cada vez más secas y todo escasea. Los locales se aferran a sus rituales y a sus tradiciones para romper la sequía, pero nadie contesta a los sacrificios y a las plegarias.
En ese marco, llega a la casa Clever (Santos Choque, el único actor profesional del elenco), el nieto de la pareja que se crio en la ciudad después que su padre decidiera alejarse del terruño algunas décadas atrás. Clever llega prendido a su celular, sin entender el quechua que hablan sus abuelos, con noticias y un pedido para sus parientes: que se vengan con él a la ciudad y abandonen ese desierto yermo y cada vez más inhóspito.
Ese será el conflicto central entre los tres protagonistas, con la oposición radical de Virginio, que a pesar de estar incubando una enfermedad grave, se resiste a dejar lo suyo por humilde que sea, y por moribundo que se encuentre ese estilo de vida ante “la piqueta fatal del progreso” y los cambios climáticos. Esa conexión entre tierra y habitante es analizada en Utama sin tomar partido por ninguno de sus personajes. Nadie tiene la verdad absoluta y ninguno tiene razón.
Aunque en buena parte de su metraje la película maneja un tono realista al filo de lo documental hay unos precisos salpicones de magia que elevan el encanto del relato a un siguiente nivel, como la aparición ocasional de un cóndor, uno de los símbolos de Utama y que proporciona algunas de las escenas más memorables de la obra.
Otros de esos momentos indelebles están repartidos en una película que tiene una solidez cinematográfica patente y que son un elogio tanto al director como al equipo técnico, como un momento de Virginio en el desierto mientras arrea a sus llamas, o algunas de las interacciones entre los dos veteranos en su cuarto.
Destaque aparte merece la dirección de fotografía, que logra crear cercanía y monumentalidad a partes iguales. Los cielos, las montañas, la extensión interminable del desierto y la tierra agrietada impactan y sobrecogen, pero los paisajes no están embellecidos ni idealizados. Como sus habitantes, son duros y resistentes, pero ahí no hay nada de glamur ni de elogio de la sencillez. Hay algo casi místico en esos lugares, sin romantizar ni exagerar.
Y también amerita un elogio propio el trabajo sonoro de Utama. Además de un contado pero preciso uso de la música, la película juega todo el tiempo con los silencios prolongados y lentos, con sonidos que funcionan como hilos conductores, como la respiración cada vez más cascoteada y sufrida de Virginio, latidos, los balidos de las llamas, el cuchareo de la comida, los quejidos de una bomba de agua, cada ruido sacude los oídos y raja como una cuchillada la quietud que domina el relato, dándole un poder especial a cada sonido.
Utama (que significa “nuestro hogar” en quechua) es un gran hallazgo cinematográfico. Capaz de generar un encanto peculiar y de enternecer a pesar de su ritmo pausado y momentos de honda melancolía y derrotismo, es una experiencia removedora que incluso con sus silencios, dice muchísimo.
