“No nos debería preocupar qué los jóvenes en Uruguay trabajen si es que no pueden estudiar, lo que nos debería preocupar es que esos jóvenes ni estudien ni trabajen”, reflexionó Norberto Pereyra, integrante del movimiento Un Solo Uruguay (USU).
“El trabajo desde joven es algo que genera orgullo y, especialmente, genera personas de bien”, afirmó.
Pereyra realizó esas reflexiones a El Observador en respuesta a comentarios realizados por Juan Castillo, ministro de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), cuando se desarrolló hace algunas semanas la presentación del Boletín Técnico Trabajo Infantil y los datos de la “Encuesta nacional sobre las actividades de niñas, niños y adolescentes”, emprendida por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el segundo semestre del año pasado.
La encuesta analizó a la población de niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años en todo el país. A nivel nacional, la tasa de trabajo infantil se ubicó en 6,8%, lo que equivale a unas 40.200 personas. Por región, se observó una mayor incidencia en el interior del país (7,7%), en comparación con Montevideo (5,2%). Por sexo, las cifras son similares: 7,0% en mujeres y 6,6% en varones, lo que corresponde a unos 20.100 casos en cada grupo.
La mirada de USU: evitar que estén en la calle sin estudiar ni trabajar
Pereyra dijo que “el ministro Castillo, sobre que el 6,8% de los menores de 18 años, o sea 40.200 menores, trabajan opinó que es un flagelo más que preocupante y que hay que revertir eso, fortalecer las inspecciones y tomar medidas para combatirlo”.
Admitió que “está muy claro que lo primordial es el estudio, que hay que tratar de que la juventud estudie, pero si por diversos factores finalmente el joven no estudia, más en un país con 60% de deserción liceal, lo que hay que hacer es que esos jóvenes trabajen, que hagan algo, para evitar que estén en la calle sin estudiar ni trabajar”.
Consideró, además, que la mirada de USU tiene como base algo clave: “Que estén sin estudiar o al menos trabajar no le hace bien primero que nada a esos jóvenes y a sus familias y entornos, y obviamente no le hace nada bien al país”.
“El trabajo no es malo, hace bien, es lo que precisa este país, necesitamos jóvenes con esos hábitos y esa cultura, obviamente con todos los cuidados, no estamos diciendo que los jóvenes trabajen en cualquier cosa, que se les den labores riesgosas o inapropiadas… pero el trabajo promueve el desarrollo personal, genera independencia, es emocionalmente positivo, fortalece los vínculos y la cohesión social, teniendo todos los cuidados que corresponden es algo muy bueno”, afirmó.
Es "un deber" del gobierno
Para Pereyra, es “un deber” del gobierno generar las condiciones para que “trabajar, incluso a una edad temprana si se optó por no estudiar, genere orgullo y signifique algo positivo para la comunidad a la que ese joven pertenezca”.
Citó, a modo de ejemplo, que no tiene nada de malo que un joven o una joven recojan huevos en una granja avícola, cuiden animales, ayuden en un tambo o en tareas agrícolas o que colaboren en el hogar, todas tareas habituales en el medio rural principalmente.
“No entendemos que un joven ayudando a su padre en un comercio, moviendo mercadería, sea algo tan malo que dé lugar a que caiga una inspección del INAU (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay) y ponga una multa”, puntualizó.
El integrante de USU entiende que el mensaje que se quiere dar “tiene una contradicción, porque por un lado queremos sacar el país adelante, queremos que el país crezca… pero a la vez hacemos todo para que los jóvenes que no estudian tampoco trabajen y estén sin hacer nada”.
Enfatizó, de inmediato, que “acá no estamos promoviendo el trabajo infantil, hay que tener criterios, no pedimos que nuestros jóvenes vayan a cargar cajones pesados, sí que se les permita insertarse en un medio laboral adecuado para ir tomando hábitos saludables”.
Ejemplos: escuelas de alternancia y agrarias
Pereyra señaló como buenos ejemplos de convivencia de estudio y trabajo lo que sucede en las Escuelas de Alternancia (Ciclo Básico Tecnológico Agrario) o en las Escuelas Agrarias donde los jóvenes estudian, se capacitan, con contenidos prácticos que son en definitiva lo que se hace al trabajar: vacunar a un animal, ordeñar, plantar, cosechar… entre otras labores.
Eso, agregó, “no sólo funciona en Uruguay, funciona en Argentina, funciona en Brasil por ejemplo las empresas grandes deben contratar incluso un cierto porcentaje de jóvenes para justamente ir promoviendo en ellos el trabajo”.
Los jóvenes y la cruzada libertadora de 1825
A modo de reflexión final, Pereyra citó que al investigar sobre este tema detectó que varios integrantes de la Cruzada Libertadora en 1825, aquel 19 de abril, realizada por los Treinta y Tres Orientales, eran jóvenes: “Manuel Oribe tenía 17 años, Juan Spickerman 17 años, Pedro Oribe 16, Miguel Barreiro 17 y Manuel Meléndez tenía 16, uno de cada seis era menor de edad, por lo tanto antes que Uruguay existiera los jóvenes eran protagonistas y eso no lo decimos nosotros, lo dijeron historiadores como Juan Ernesto Pivel Devoto y Ana Ribeiro”.