Alberto Sonsol murió este jueves a los 63 años
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > OBITUARIO

Alberto Sonsol, el tipo de barrio que despertaba pasiones

El relator y conductor murió a los 63 años, luego de estar internado en CTI por covid-19, marcando un final abrupto para una carrera en la que se convirtió en un personaje popular y polémico
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25 de marzo de 2021 a las 19:42

Murió Alberto Sonsol, a los 63 años. Luego de estar internado en CTI durante varios días, el relator, periodista deportivo y conductor se convirtió en una de las víctimas del covid-19 en Uruguay. Su fallecimiento marca el final repentino de la carrera de una figura discutida pero, sin dudas, de las más populares de la televisión uruguaya. La de un hombre que entendía a la televisión como un show, y se veía a sí mismo como un showman.

“No soy nada y soy todo”, decía sobre su trabajo mediático, en el que buscaba reflejarse como un hombre de barrio. El tipo común, “con calle”, que decía lo que pensaba, sin callar e incluso atropellando a su interlocutor. En fin, en el que predicaba su autenticidad, uno de los valores más codiciados por las figuras mediáticas.

Actualmente trabajaba en canal 10, como parte del noticiero Subrayado y en los programas Polémica en el bar, Punto Penal y La peluquería de Don Mateo, era el relator principal de Tenfield para el fútbol y el básquetbol uruguayo, conducía La hora de los deportes en canal 5, y trabajaba en radio en El Espectador, al frente de los programas Bien igual, Tuya y mía y Básquet de primera, lo que lo convertía en una de las figuras con más tiempo al aire en los medios uruguayos.

Sonsol era uno de los rostros y las voces más representativas de los medios uruguayos

Sonsol era hincha de Atenas y de Peñarol. Era, de hecho, uno de los contados miembros de la prensa deportiva uruguaya que hizo público su cariño por un equipo. Pero sobre todo, era hincha suyo. Delante de un micrófono, el gol, el doble o el "pa-pa-pa triple" se convertían en la mercadería que tenía que vender. Y un buen vendedor no hace diferencia entre los potenciales clientes. Le vende a todos lo que quieren. Así lo pensaba él. Si Nacional hacía un gol, lo gritaba igual que uno de Peñarol, porque era su trabajo y si lo hacía bien, mantenía el puesto.

“No tengo universidad y no tengo profesión”, decía este odontólogo frustrado, que se desmotivó cuando se intentó inscribir para estudiar esa carrera y quedó en lista de espera. Después de probar varios trabajos –en una ferretería, como aduanero y también como representante de una empresa de maquinaria vial, lo que le implicó vivir un tiempo en Inglaterra y que era el trabajo que tenía su padre, al que en un momento se planteó suceder– en 1984 se estableció en Tel Aviv.

Un día, sentado en el restaurante El Gaucho de esa ciudad (y vestido como tal), se dio cuenta que tenía que replantearse su vida. Empezó a hablar solo.

“¿Qué te gusta, qué pagarías por hacer?", se preguntó Alberto. La respuesta apareció, clarísima. "Periodismo deportivo".

Y así, a los 27 años, se decidió volver a Uruguay y meterse en ese mundo. Empezó en el básquetbol. El 6 de noviembre de 1984 entró por primera vez a una cancha como periodista. En realidad, acompañando a uno, para ver como era el trabajo, pero es la fecha que Sonsol tomaba como el inicio de la carrera que lo hizo conocido.

Primero en radio, después en televisión, con La hora de los deportes, y como relator desde 2002 cuando la empresa Tenfield comenzó con las transmisiones de la Liga Uruguaya de Básquetbol. El paso a la pantalla marcó un salto de popularidad que se fue consolidando con los años, con momentos clave como el pase a ser también el relator principal del fútbol uruguayo a partir de 2019, o su consolidación como “entertainer” en canal 10, a través de su trabajo en programas como Escape perfecto o Polémica en el bar.

“Yo hago una separación entre los que venimos de abajo, que tuvimos que trillar la calle y salir a vender avisos para poder salir al aire; y los que ya empezaron de una en medios, en una situación más estable. Creo que esa cuestión te da un valor agregado y te curte. Te permite hacer de todo”, declaraba a El Observador en 2018. "Tenés que ser un poco showman. Como relator, además de contar lo que pasa en la cancha, tenés que transmitir las emociones, vos vibrás también. Y si un partido es un show, de ahí a algo como Escape Perfecto no hay mucha distancia”, añadía.

Desde hace años era el conductor de La hora de los deportes en TNU

Se jactaba de haber tenido una infancia y una crianza integrada. Nacido en el barrio Palermo, decía ser “el único rubio que tocaba el tambor” junto a sus vecinos negros. Estudiaba de mañana en una escuela hebrea religiosa, y de tarde en la escuela pública, y en sus cumpleaños juntaba a los dos grupos. Pasaba del country de Hebraica en Carrasco a las canchas del club Olimpia, y aseguraba que ese pasaje “de un mundo a otro” en cuestión de minutos forjó su carácter y la capacidad de manejarse en distintos ámbitos.

Decía ser egresado de la “universidad de la calle” y era abanderado del “self-made man” a la uruguaya, el hombre hecho de abajo a base de trabajo y empuje. Fue el reflejo de un conjunto de valores que hoy son discutidos y debatidos, como el de “con esfuerzo y trabajo todo se consigue” y “el sol brilla para todos por igual”, por los que llegó a protagonizar un muy comentado debate al aire con su compañero de radio Rafael Cotelo en 2019.

Era, por lo tanto, para un sector del público un tipo que pensaba como ellos y con quien sentirse identificados, y para otro, el representante de un pensamiento meritocrático e ingenuo. Sonsol fue así, sobre todo en los últimos años: un tipo que despertaba pasiones, a favor y en contra. El que era querido o al que se amaba odiar.

En los últimos meses, con el covid-19 instalado en el país, acuñó una última y pasional frase al respecto: "¡La gente quiere vivir!".

Sonsol estaba a cargo del relato del fútbol y el básquetbol uruguayo en Tenfield

“Lo que siento es que hablo en un idioma para doña María y don José, como digo yo, y que digo lo que pienso. No le agrego ni tuco, ni mayonesa, ni kétchup ni nada. Digo lo que siento y mucha gente se identifica”, le dijo al semanario Voces en una entrevista este año.

Era, justamente, un tipo pasional y calentón, aunque aseguraba que parte de esa construcción era para “hacer show”. Su tono de voz elevado, su rostro colorado y sus posturas pétreas en las discusiones eran parte de esa imagen generada en la pantalla, que sumado a su frenético relato deportivo, eran sus señas de identidad.

Para él, era una forma de mostrar su postura como una persona común. Esa era, de hecho, la aspiración que tenía. “Quiero que la gente me reconozca como un tipo de calle, de barrio, como son la mayoría de los uruguayos, y que cuando doy una opinión no me caso con nadie, con ningún club, ni con ninguna persona; es una opinión sentida de un tipo normal al que le gusta el fútbol, el básquetbol y punto. No aspiro a nada más que eso”, afirmaba.

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