La planta de celulosa de UPM ubicada en Fray Bentos.

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Cambios económicos en Uruguay: Otro perfil productivo

Vaivenes entre crisis y bonanzas en el último cuarto de siglo
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27 de noviembre de 2016 a las 05:00

La economía uruguaya tuvo a lo largo de los últimos 25 años una de sus mayores transformaciones productivas, lo que tuvo su correlato en los vaivenes que experimentó la actividad económica, en particular, la última década: uno de los períodos de mayor auge en la historia económica del país. La transformación del agro, un rol integral de los servicios y la inversión extranjera directa pueden agruparse a grandes rasgos como los pilares fundamentales del cambio de la matriz productiva de la economía uruguaya.

Para un país que desde su creación tuvo y tiene al agro como el motor de su corriente exportadora, los cambios que experimentó este sector de actividad en buena parte explican el despegue de la economía poco después de ingresado el siglo XXI. Dentro de la actividad agropecuaria sobresalió la transformación de la agricultura. En la década de 1990 el área total que el país destinaba a esa actividad no superaba 1 millón de hectáreas (ha), hoy esa superficie ronda los 2 millones de ha. La soja –sin historia en el país– se transformó en el principal cultivo agrícola de Uruguay con un área que llegó a superar los 1,3 millones de ha, tras un explosivo crecimiento en la superficie implantada que comenzó en la década de 2000. El arribo de grandes empresas argentinas –que arrendaron y compraron tierras para la siembra de esa oleaginosa– sumado a la incorporación de tecnología e innovación, como los transgénicos, derivaron en un incremento sustantivo en los niveles de productividad de la agricultura en general.

Otra de las cadenas que escaló fuerte fue la forestación. En el arranque de la década de 1990 el país contaba con apenas 93 mil ha forestadas, área que hoy supera los 1,8 millones de ha. Esto llevó a que en la última década se instalaran dos plantas de celulosa (UPM y Montes del Plata) y se esté en proceso de discusión para instalar una tercera.

Hoy las exportaciones del complejo forestal (madera, celulosa y papel) representan alrededor del 17 % del total de las exportaciones de bienes del país. En 2015 el conjunto de las colocaciones de esta cadena totalizó US$ 1.479 millones, relegando al segundo lugar el liderazgo histórico de la carne vacuna (US$ 1.432 millones). De todas formas, la carne bovina tampoco se quedó atrás y –luego de superar el tropiezo que causó el último brote de fiebre aftosa en el país en 2001– trazó una senda de crecimiento sostenido que ha posicionado hoy a la carne uruguaya en los principales mercados globales. Su calidad y la incorporación de la trazabilidad de todo el rodeo vacuno han sido el sello distintivo de esta cadena. La lechería tampoco escapó a la era de la modernización de su estructura productiva. Gracias a la incorporación de tecnología y rendimiento, pasó de producir 1.000 millones de litros por año, a fines de 1990, a unos 2.000 millones de litros en el último trienio.

Por otro lado, la valorización de los principales commodities de exportación luego de la crisis de 2002 llevó a que los sectores productivos del agronegocio redujeran su dependencia de los socios grandes del Mercosur (Argentina, y Brasil) e iniciaran una política de apertura e integración a otros mercados no tradicionales para la economía uruguaya, como China –hoy el principal destino para los bienes que el país exporta.

Servicios en otra dimensión

La economía uruguaya también vio a lo largo de la última década una metamorfosis en el rol tradicional que se le daba al sector de los servicios, que no solo mostró una expansión endógena, sino asociada a otros sectores productivos de la economía uruguaya. Esto permitió que dicha área de actividad adquiriera una lógica de mayor integración sobre otros sectores, como el agro o la industria.

Uruguay también vio cómo la rama del transporte y las comunicaciones lograba una transformación, con nueva infraestructura de polos logísticos, así como infraestructura para acopio de granos y desarrollo de los puertos.

A ello se sumó el empuje que dieron otros servicios vinculados a sectores transables, como las tecnologías de la información y comunicación o los call centers, vinculados a los servicios globales de exportación, la mayoría de los cuales se brinda desde las zonas francas. Según datos oficiales, las exportaciones de servicios globales de Uruguay superan los US$ 1.300 millones y emplean directamente a unas 16 mil personas. De hecho, las exportaciones de este nicho de servicios en 1990 representaba solo el 2 % de las colocaciones totales del país, porcentaje que hoy supera el 13 %.

Por su parte, entre 2003 y 2013, los servicios tradicionales como transporte y turismo –que son los de mayor peso en la economía– crecieron a una tasa promedio de 15 %, mientras que los servicios no tradicionales (servicios financieros, informática, información, empresariales) lo hicieron a una tasa del 26 %.

En la década de 1990 la exportación de servicios de Uruguay estaba acotada prácticamente al turismo. A fines de ese período, Uruguay recibía alrededor de 2 millones de turistas por año, con un gasto que rondaba los US$ 600 millones, y el turismo emisivo era de medio millón de uruguayos, que dejaban divisas fuera de fronteras por algo más de US$ 100 millones. En cambio, en 2015 el país recibió casi 3 millones de turistas que le reportaron divisas por casi US$ 1.800 millones. A esto hay que agregarle los casi US$ 1.200 millones que los uruguayos gastaron en sus viajes al exterior. Este sector genera empleo hoy a más de 110 mil trabajadores.

El empuje de la inversión

Uruguay fue uno de los países de América Latina que más aprovechó el boom de la inversión extranjera directa que ingresó a las economías emergentes en los últimos 15 años. La inversión como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) al inicio de la década de 1990 apenas superaba el 10 %, cifra que ha ido en aumento y hoy está por encima del 20 %.

La inversión extranjera directa en 2015 sumó unos US$ 1.552 millones, un equivalente al 3 % del PIB, mientras que a lo largo de la década de 1990 no había superado, en promedio, el 1 %.

Este proceso de mayor arribo de capitales al país comenzó a desgranarse paulatinamente luego de la crisis financiera y económica que sacudió los cimientos del país en 2002. De la mano de la recuperación de la economía, desde 2004 la inversión extranjera directa comenzó a cobrar protagonismo, y en los últimos 15 años tuvo un desempeño promedio anual equivalente al 5 % de la economía. La inversión de capital extranjero que canalizó el país estuvo distribuida en varios sectores como la industria manufacturera, la construcción, el comercio y los servicios, el agro, la intermediación financiera y el transporte y comunicaciones.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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