Santiago González sorprendió dos veces en su carrera política. La primera fue en 2005. Era el 15 de febrero y asumía la nueva legislatura que por primera vez en la historia tenía mayoría del Frente Amplio. Una hora antes de comenzar la sesión, en la casa del entonces senador wilsonista Jorge Larrañaga –que había sido el candidato a presidente más votado del Partido Nacional desde la apertura democrática–, González se cambiaba la camisa empapada por el sudor de los nervios. Su líder político –y presidente del Directorio blanco– le había ofrecido ocupar el cargo de secretario del Senado y no dudó en aceptar.
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