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El mapa de los nuevos líderes de las barras bravas: quiénes son y qué antecedentes tienen

La vuelta al fútbol pospandemia mezcló a nuevos líderes con viejos referentes; la Policía trabaja para identificarlos y monitorea sus procedimientos
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19 de noviembre de 2022 a las 05:02

Negocios vinculados al narcotráfico, la oportunidad de “salvarse” con un cargo en el club y cobrar por introducir a otros al sistema son algunos motivos que inspiran a los barrabravas. Pero aquellos que los siguen señalan que el punto más relevante para entenderlos es el ego: quieren trepar lo más alto posible en lo que creen que es lo más grande que hay. Para algunos eso es Peñarol y para otros es Nacional. Eso es “llegar”.

Así, han pasado generaciones de violentos por cada una de las barras bravas. Algunos han desaparecido porque otro del grupo logró descabezarlo, otros murieron asesinados y otros —unos pocos— se fueron voluntariamente buscando una vida más tranquila.

El vínculo de los líderes de las barras con los clubes es un secreto a voces muy difícil de probar con evidencias y que los dirigentes insisten en negar. Pero la capacidad de llegar a los dirigentes y que ellos les faciliten cosas es lo que los posiciona en su esquema de poder, indicaron fuentes especializadas a El Observador. Su funcionamiento es propio del crimen organizado: grupos estructurados con cabecillas que tienen un objetivo concreto y que tienen líneas de sucesión.

En la era pospandemia —que ya tiene cerca de 1.200 personas en la lista negra— la barra de Peñarol quedó liderada por tres grupos, cuyos líderes son Damián Techera —recientemente encarcelado por su vínculo con el narcotráfico—, un hombre de nombre Jorge (sin antecedentes penales) y Emiliano Corbo, según informaron a El Observador fuentes policiales. El grupo encabezado por Techera es señalado como el más violento y peligroso. Sin embargo, el líder ingresó a prisión este año y su lugar fue tomado por Sergio Tomé, condenado en 2018 por un delito de tráfico interno de armas y municiones.

Los casos de Peñarol y Nacional son notoriamente distintos. En primer lugar, porque el contexto deportivo e institucional de Nacional hace que la barra brava no haya generado demasiados conflictos en el último tiempo. El referente de la barra de Nacional, Carlos Cazenave, tiene un cargo rentado en el club. Si bien esto disminuye la posibilidad de una disputa interna entre grupos, el único líder concentra mucho poder a los ojos del resto. Aún así, tal y como informó El Observador en setiembre, los dirigentes transmitieron a las autoridades tener miedo de la barra.

En Peñarol —con un contexto bastante más adverso— hubo un quiebre en el clásico de la garrafa, en noviembre de 2016, que distanció a la dirigencia de la barra pero que se ha empezado a revertir en el último tiempo. Los hechos de violencia que sucedieron en ese partido fueron un parteaguas en el vínculo entre la dirigencia del club con la barra brava y llevó a cambios internos en el club. La comisión de seguridad dejó de tener un componente político para pasar a tener un perfil técnico. Así, en el último tiempo de la administración de José Pedro Damiani y durante la Presidencia de Jorge Barrera (2017-2020), el club dejó, entre otras cosas, de entregar entradas a los barras.

Pero el tiempo de paz en el fútbol se quebró con la vuelta al a las canchas luego de la pandemia, que además agarró a Peñarol con una nueva dirigencia. En la presidencia de Ignacio Ruglio la barra recuperó protagonismo y volvieron a recibir entradas, según indicaron fuentes policiales. Peñarol compra las entradas a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) con el nombre de los destinatarios, lo que permite la trazabilidad implementada como medida de seguridad. En esa gestión no existe ninguna ilegalidad, puesto que ninguno está en la lista negra.

Referentes de la oposición carbonera, como Julio Luis Sanguinetti, le han atribuido públicamente a Ruglio la “vuelta de los violentos a las tribunas”. En estos años también se desestimó el rol de la comisión técnica que, entre otros actores, era la que había trabajado profesionalmente para apaciguar el conflicto.

Ruglio, sin embargo, ha negado en reiteradas oportunidades haber favorecido el reingreso de los barras a la institución: “Cumplo las normas que se me piden: no convivan con las barras, no las alimenten, no le den dinero, no le regalen entradas. Todo eso Peñarol lo hace perfecto. Somos un club serio. Después, si nuestra hinchada encuentra la forma de entrar algo, no soy yo quien tiene que arreglar esas cosas”, dijo en octubre de este año.

Uno a uno, los líderes de las barrabravas y sus antecedentes

En Nacional hay un único cabecilla que está bajo la mira de la Policía: Carlos Cazenave. Este barra tomó el lugar que durante mucho tiempo ocupó Marcelo “Sapo” Sosa, quien dejó ese rol para dedicarse a su familia. Cazenave cuenta con un antecedente penal por receptación y fue indagado por fiscalía en 2018 por un doble homicidio —por el que llegó a estar preso preventivamente— y después quedó sobreseido. En esa oportunidad se le había incautado una camioneta BMW. Las víctimas de ese crimen eran dos jóvenes también vinculados al fútbol y uno de ellos era amigo de Cazenave. La hipótesis de la fiscal Mirta Morales era que los había matado como represalia de un negocio que no había salido como estaba previsto. Finalmente, dos años después, la fiscalía archivó las actuaciones.

El tema en Peñarol es bastante más complejo. Hasta que fue encarcelado en un módulo de máxima seguridad, Erwin “Coco” Parentini, seguía comandando el proceder de la barra desde la cárcel. Incluso ordenó un asesinato —el del hincha tricolor Lucas Langhain—, por el que fue condenado como autor intelectual. Según constató El Observador a través de una sentencia judicial, en 2019 (antes del crimen de Langhain) la Justicia ya estaba en conocimiento de que Parentini daba indicaciones desde la cárcel.

“Actuaban desde la cárcel organizando las actuaciones y dando indicaciones a otras personas, entre ellas los demás encausados, a fin de que se ejerciera presión sobre los miembros del club Peñarol para que se otorgaran los beneficios económicos pretendidos. Esa coacción, programada y dirigida por Parentini y (Paolo) López desde el Penal de Libertad y ejercida por (Walter) Sánchez y Techera (entre otras personas no identificadas) tenía como propósito obtener entradas para los partidos y dinero”, expone una sentencia del 3 de mayo de 2019, en la que se condenó a Parentini por un delito de asociación para delinquir en reiteración real con un delito de continuado de extorsión. En diciembre de ese año, el barra mandó matar a un hincha de Nacional desde la cárcel.

El grupo de Parentini dentro de la barra pasó a ser liderado por Techera, que también tiene un amplio prontuario de condenas e indagatorias. Una de ellas junto a Parentini en el caso relatado y por el mismo delito. En la sentencia mencionada queda expuesto como ambos —y otros coencausados— amenazaban y extorsionaban a dirigentes de Peñarol que habían dejado de suministrarle entradas a los partidos y dinero. 

“Se ha acreditado que desde varios años le dirigencia del CA Peñarol tenía la política de otorgar beneficios económicos a quienes identificaba como referentes de las barras bravas por su ascendencia y liderazgo entre los integrantes de esos grupos violentos de hinchas. Dicha política consistía en incluir a los referentes como colaboradores en seguridad para el control de las barras bravas y que evitaran la producción de incidentes en ocasión de los partidos, de modo de que la institución no se viera perjudicada en el plano deportivo con sanciones, pérdida de puntos o perdida de la localía. A cambio el club les entregaba dinero, entradas para los partidos y otros beneficios extras, como ser cuando el equipo jugaba en el exterior, pasajes”, indica la sentencia del caso, que comenzó a investigarse en 2016. En algún pasaje de la administración de Eduardo Bonomi al frente del Ministerio del Interior, el gobierno recomendó una política de cercanía con los referentes de las barras aunque luego dieron marcha atrás.

El clásico de la garrafa —que tuvo lugar el 27 de noviembre de 2016— tuvo el antecedente de un partido entre Rampla y Peñarol (el 23 de octubre de ese año) donde hubo personas baleadas y renunció la Comisión de Seguridad. Tal cambio de política implicó que los referentes dejaran de percibir los beneficios económicos que venían recibiendo desde hacía tiempo y eso hizo que el grupo de Techera y Parentini buscara presionar jugadores y dirigentes. El mismo día del clásico, un grupo de cerca de treinta integrantes de las barra —entre los que estaba Techera— concurrió a Los Aromos y colocaron un auto delante del portón impidiendo así la entrada del ómnibus que transportaba los jugadores. En esa ocasión exigieron a los jugadores la entrega de entradas y de fuegos artificiales o el dinero correspondiente.

Esta no fue la primera condena de Techera, había sido penalizado en 2009 por haber matado a un joven a la salida de un partido de básquetbol disputado entre Nacional y Aguada. En el último año fue imputado por cargos de narcotráfico a pedido de la fiscal Mónica Ferrero y está preso preventivamente.

Su banda, la más conflictiva, ha tenido duros enfrentamientos con la banda de Emiliano Corbo, un hombre que tomó protagonismo desde el comienzo de la presidencia de Ignacio Ruglio, y cuya agrupación sigue la línea de Jorge “Jorgito” Rivero. De hecho, un enfrentamiento entre los dos grupos fue lo que suscitó el conflicto ocurrido en el partido entre Peñarol y Colón (Argentina) que terminó con nueve personas formalizadas. Corbo había tenido contacto con líderes de la barra del cuadro argentino y les había facilitado algunos trámites. Eso generó la reacción de la banda de Techera que, cruzó de la tribuna Cataldi a la Güelfi para pelear con los argentinos y así mandarle un mensaje a Corbo que los había ayudado.

La banda de Techera es la que tiene más injerencia sobre la barra carbonera y se muestra en varios deportes y categorías en los que interviene el club, como básquetbol y fútbol de salón.

El tercer grupo, encabezado por un hombre llamado Jorge y que no tiene antecedentes penales, es el más tranquilo. El hombre vive en el barrio Marconi y tiene un trabajo fijo.

 

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