En el principio era "sexo, droga y rock and roll". Gustavo Silveyra –guitarrista de rock antes que otra cosa pero también pastor evangélico, empresario, diseñador gráfico y militante político– estaba tomando mate. Atendió el celular una tarde de mediados de abril. Sabía que había una posibilidad de asumir una responsabilidad en el gobierno, pero no que fuera esta y en este momento. Jorge Larrañaga lo citó enseguida y en el Ministerio del Interior le dijo que Jaime Saavedra había renunciado a su cargo como director de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (Dinali), y que él –además de ser militante de Alianza Nacional– tenía el perfil adecuado para el puesto.
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