Esperando la carroza

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Esperando la carroza, según la Comedia Nacional: una revancha que hace reír hasta las lágrimas y agotó 15 funciones

La Comedia Nacional estrenó la obra de Jacobo Langsner con la dirección de Jimena Márquez y tiene por delante 15 funciones agotadas
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14 de octubre de 2022 a las 05:00

Un domingo basta. El tuco casero que se impregna en las fibras de la ropa, los ravioles del almuerzo familiar y el acompañamiento de una serie de acontecimientos que develan las bajezas y la hipocresía de una familia tipo. Un plácido domingo familiar basta para convertirse en una de las obras de humor costumbrista más populares de los últimos 60 años. Y ahora, Esperando la carroza está de vuelta en los escenarios.

Jacobo Langsner –de nacimiento rumano y nacionalizado uruguayo– tuvo la capacidad de convertir una conversación que escuchó al pasar, una anécdota o una escena cotidiana en un texto de maestría. Una tarde, leyendo el diario La Razón, el dramaturgo encontró en la última página una pequeña y extraña noticia internacional: en Nápoles dos hermanos se peleaban por el honor de velar a su madre. “La historia me pareció tan graciosa y tan horrible al mismo tiempo que, cultor como soy del grotesco, me atrajo de inmediato. ‘Qué hipócritas –pensé–, seguro que nunca se habían ocupado de la madre y a último momento se desesperaron por salvar las apariencias’”, escribió él mismo en Página12 hace 14 años. 

Escribir la obra que ese suceso le inspiró le llevó apenas dos días, y cuando se la mostró a un amigo este le aconsejó que la quemara. Contrario a la recomendación, Langsner la mandó a un concurso de la Comedia Nacional y logró que se estrenara el 12 de octubre de 1962 en la Sala Verdi con la dirección de Sergio Otermin. Pero la crítica fue, en sus propias palabras, “demoledora”. “Pésimas, terribles. Estaban acostumbrados a oír grandes textos clásicos y yo aparecí con ese grotesco donde, aunque no se dice una palabra insultante, da la sensación de que está lleno de malas palabras. Entonces me prometí, y lo he cumplido, no leer una sola crítica sobre mis obras”, contó luego a Clarín.

A la crítica teatral del momento le parecía ofensiva su mirada sobre la clase media uruguaya, aunque el escritor reconoció que él “pensaba en términos más amplios: uruguayos, argentinos, brasileños o italianos”. Era disruptiva: una forma de reírse de nosotros mismos, incluso de los costados que preferimos esconder. Así y todo, es un éxito que se continúa seis décadas después. 

Esperando la carroza

El mismo texto se puso en escena en el teatro Circular, más de 10 años después, bajo la dirección de Jorge Curi, y se mantuvo en cartel durante casi 10 años entre los aplausos del público. El éxito de esta puesta la impulsó hacia el circuito teatral de Buenos Aires y de aquel lado del río fue adaptada al cine, por el propio Langsner y el director Alejandro Doria, en 1985, con la actuación de la uruguaya China Zorrilla. Ella había formado parte de la Comedia Nacional hasta 1958, cuatro años antes del primer estreno, y había sido sugerida por el autor de la obra, aunque el cineasta pensaba que podría ser “muy dramática” para el papel. La película se convirtió en un éxito arrasador.

Por todo esto, y quizá por tanto más que no sabremos, Langsner reconoció que Esperando la carroza tiene gustito a revancha”.

Las efemérides no siempre se alinean tan perfectamente: este año se cumplen 75 años desde la creación de la Comedia Nacional, 100 años desde el nacimientos de China Zorrilla y 60 años desde la primera puesta en escena de Esperando la carroza. Parece propicio que la compañía vuelva a estrenar la obra en ese contexto.

Todo empezó con la organización del aniversario de la actriz. Recuperando lo que hizo durante sus 11 años en la Comedia Nacional encontraron el libreto de Esperando la carroza y vieron que China no estuvo en ella. En aquel primer elenco, el papel de Elvira fue interpretado por Elena Zuasti. “Fue muy particular, descubrimos que este año se cumplen 60 años desde que la Comedia estrenó Esperando la carroza, que la compañía fue la primera en estrenarla en la Sala Verdi y no le fue muy bien, que 12 años después se hizo en el Circular y fue un éxito. Eso hizo que se llevara a Argentina y que se hiciera la película, y ahora todo el mundo la recuerda con China. Pero China no estuvo ni en la versión de acá, ni en la del Circular, aunque estuvo en la Comedia y en esa sala”, adelantó a El Observador el director de la Comedia, Gabriel Calderón, cuando se anunció la programación de este año.

Jimena Márquez es la directora de la versión del clásico que desde este miércoles ocupa el escenario de la Verdi. Es una versión contemporánea, pero no por eso menos efectiva. Una propuesta que toma forma en el encuentro entre actores del elenco de la Comedia, becarios e invitados para la ocasión. El elenco está compuesto por Andrés Papaleo como Felipe (el primo borracho y gerontofóbico), Luis Martínez y Jimena Vázquez, como Jorge y Susana (la que no aguanta más), Petru Valensky se pone bajo el manto de Mamá Cora, Gabriela Iribarren como Elvira, Juan Antonio Saraví en el papel de Sergio, Camila Giannotti es Matildita, Emilia Díaz es Nora (en su casa no se levantaba la voz ni para decir buenos días), Diego Arbelo se pone en el lugar de Antonio (el que trabaja con “la pesada”), Claudia Rossi es Rosaura (la amiga que busca a la amiga) y Fabiana Charlo es Elisa (la charlatana de al lado).

Esperando la carroza

La previa

Es martes de tarde y la maquinaria está andando. La compañía ajusta los movimientos, los espacios, la escenografía, las luces, para volver a estrenar. Porque en poco más de un mes “estrenaron cuatro veces”: en el Teatro Macció de San José, en el Florencio Sánchez del Cerro, en el Teatro de Verano en una función especial de patrimonio y este miércoles en la Sala Verdi. Estrenan, además, con 15 funciones agotadas por delante.

Esperando la carroza

La típica casa de clase media se convierte sobre el escenario en una propuesta cautivadora: una estructura verde croma que divide los ambientes del hogar con una semitransparencia que, en conjunto con la propuesta de luces, permite espiar en cada habitación y cada movimiento de la capilla ardiente. Un elemento escenográfico, de interpretación, que permite al espectador jugar con la imaginación o la melancolía de la casa familiar.

“No bajan nunca la demencia”, sugiere Márquez desde las últimas filas de la platea. Y suena apropiado: la demencia de una familia tan rioplatense como cualquiera que pasa de un momento a otro de un plácido domingo a una tarde en la que se revelan los secretos y las violencias más escondidas detrás de sus aparentes vidas comunes. ¿O será que las vidas comunes siempre tienen trapitos para lavar en familia?

Yo hago ravioles, ella hace ravioles

La adaptación cinematográfica del texto de Langsner se convirtió en una película de culto. Los personajes, los diálogos y los gestos están proyectados en algún lugar de la memoria cultural, y reciente, del Río de la Plata. Ese, sin dudas, fue un desafío para el elenco de Montevideo. Un desafío que superan sin perder el aliento, porque rápidamente el recuerdo se corre y el elenco se apropia de la historia. La hace suya.

“Yo también soy fan de la película, ¿viste?”, dice Gabriela Iribarren a El Observador. Si bien ella asegura que alucinó con la película más de una decena de veces, cuenta que desde que le extendieron la invitación para interpretar a Elvira Romero de Musicardi no la volvió a ver para “despegarse lo más posible” de la icónica actuación de China Zorrilla. “Cuando Jimena me llamó me dijo ‘nos embarcamos en esta aventura’ y le contesté: ‘Sí. Para todo: para lo bueno o para tirarnos al abismo’. Realmente, la obra es muy icónica y está en la conciencia colectiva, la película también, pero después el trabajo se va haciendo propio. Jimena también es una directora superconcreta, que te da mucho marco y cualquier duda que tenés se la podés plantear. Al personaje lo fuimos buscando entre las dos y entre todo el elenco, porque todos los personajes tienen su propia sombra o su reflejo en todas las versiones anteriores y también en la película”. 

Esperando la carroza

Con el papel asumió la oportunidad de homenajear a otros precursores. Desde la interpretación, tanto a China como a Elena Zuasti, y al mismo Langsner. Quizá por eso es que sintió la necesidad de investigar por qué la obra había sido tan rechazada en su estreno. “Me puse a buscar en la crítica el porqué. Qué raro, ¿no? Y la criticaban por disruptiva: este grotesco, esa ironía sobre nosotros mismos, esa crítica sobre nosotros mismos, en el momento fue una cosa muy incorrecta”.

En una obra coral, donde cada personaje es en función de los demás, Elvira es delineada por Iribarren con las complejidades de esa mujer, madre y esposa de clase media. “El personaje de Elvira es maravilloso porque es un personaje de una inocencia por un lado y de una malicia por otro, pero a su vez es querible. Es un personaje complejo, rico y muy divertido para interpretar”.

¿Adónde está mi amiga? 

“Cuando se vive en un lugar donde hay vecinos siempre hay historias, en las familias siempre pasan cosas, lo que pasa es que no se ventilan o se ventilan poco, pero los que saben siempre el chusmerío –lo que nosotros decimos entre comillas "puterío"– siempre hay en todas las familias. Y Jacobo en eso tuvo un ojo maravilloso porque lo vio perfecto. Por eso permanece”, considera Petru Valensky. 

El actor y comediante que tomó el desafío de interpretar a Mamá Cora, esa abuela de entre 70 y 80 años que nunca ha exigido nada, que ese domingo de reunión familiar desaparece y que dan por muerta en lugar de una húngara. Esa a quien sus familiares lloran, pero no visitaban y se querían sacar de encima. “Es una mujer que me da mucha ternura. Porque, claro, llegó esa edad y se pierde, la cabeza no funciona y es lo que nos va a pasar a todos o a casi todos”, comenta el actor, que es tan amante de la obra que ni siquiera dejó que le explicaran cuál sería su papel que ya había aceptado la invitación. “Cualquiera fuera el papel, yo lo hacía, porque me encanta la película y la obra”.

Esperando la carroza

Y cuando dice que le encanta dice que la mira dos o tres veces al año desde la década de los 90. “Me encantan los diálogos, me encanta toda la obra. Me fascina. Es tan nuestra, tan rioplatense y tan de barrio que me gusta”.

“A Antonio (Gasalla, que hace el papel de Mamá Cora en la película) lo quiero muchísimo y lo había observado. Pero no quería ser igual que él, entonces imaginé cómo sería la mamá de esa Mamá Cora y de ahí es que surge. Es un poco diferente, tiene la misma letra de Antonio, pero no es igual”.

Esta Mamá Cora, la de Petru, tiene una cercanía cómplice con el público. Una complicidad cómica que hace llorar de risa –a dúo con una maravillosa Rosalba, interpretada por Claudia Rossi–, al mismo tiempo de una complicidad emocional que puede llegar a hacer llorar y punto. Porque es en relación con esta desorientada señora que la historia pasa por algunos de sus momentos más cómicos y también las críticas más difíciles de asumir para el público.

¡Nos sacamos las caretas! 

Emilia Díaz lloró sobre el teléfono cuando la convocaron a la obra. “Para mí fue un sueño. De chiquita, cuando vine a Montevideo por primera vez, mi sueño era entrar a la Comedia Nacional”, dice. Después de siete años, este es su regreso al teatro y lo hace como invitada de la compañía departamental.

“Tengo escenas enteras de memoria. Es una obra que nunca había actuado pero que es un ícono en mi casa: hay generaciones enteras que se sientan a ver Esperando la carroza”, dice en la platea de la Verdi a El Observador.

Nora, la cuñada regia que compra ropa en Miami pero esconde un secreto intrafamiliar, es el papel que Díaz interpreta con punto y coma. "No se puede rascar", dice entre risas en jerga carnavalera.

Esperando la carroza

La actriz destacó el trabajo de Jimena Márquez como directora a la hora de montar, con una nueva mirada, el evento que es Esperando la Carroza. “Tiene un don para generar una cuestión muy democrática, respeta mucho el trabajo del actor y es bastante pedagógica a la hora de pensar los ritmos y tiempos de cada uno. Es exigente también”, dice. 

“Alguien que la vio en San José me dijo ‘al principio no me podía sacar la película de la cabeza y después me la saqué’. Logramos enamorarlo y lo que tiene que pasar es eso. A veces se logra a veces no. Pero conmover, estar ahí, generar algo verdadero, es el trabajo del actor y de la actriz”.

Sobre la experiencia de estrenar la obra en el interior, la actriz destacó la articulación de los gobiernos departamentales y el reencuentro de diferentes generaciones en el teatro. “Ver que hay diálogos entre distintos departamentos de Cultura con distintos perfiles políticos es interesante. Y al tener entrada gratuita era un evento muy democrático. Era realmente estar viviendo un momento histórico. El Macció es un monumento del patrimonio uruguayo, pero además fue patrimonio cultural con el aniversario de China. Es mucho. Es muy emocionante. Y se siente también como un espectáculo que puede ver toda la familia, como antes se encontraban para ver la tele y mucho antes para ir al teatro. Es un evento muy especial que estamos viviendo”.

Un plácido domingo familiar 

“Nunca podré olvidar a una mujer, en Montevideo, que salió de la sala llorando. Debe haberse reído a carcajadas, como todo el mundo, pero en determinado momento algo la sacudió”, había contado el propio Langsner. Y hay algo removedor detrás en el grotesco criollo, el humor que mezcla al mismo tiempo la gracia con la melancolía en la letra del dramaturgo. Algo que te queda en la garganta, y no son los ravioles hervidos con agua mineral.

Gabriela Iribarne destaca la forma en la que el texto sintetiza algo que está en la identidad rioplatense. “Tanto en Argentina como acá, la reacción de la gente es muy similar, y uno se pregunta por qué. Y es porque hay elementos de nuestro propio origen: los domingos, la inmigración de españoles e italianos que llegaron al Río de la Plata, esas costumbres, también está el elemento criollo. De alguna manera también te pone de frente, más allá de todo el humor, con cosas que subyacen en las relaciones humanas en los vínculos familiares con relación a la ancianidad. Esto es una comedia y obviamente todo eso lo mira con ironía, con distancia, con crítica y con humor, pero los temas están ahí: las infidelidades, también esa relación heteronormativa y patriarcal que está planteada”.

 

Esperando la carroza

Tres hijos y una hija olvidada, presente en la miseria de las tres empanadas y el desprecio de sus hermanos, una nieta que quiere a su abuela pero no en su cuarto y se enfrenta a las convenciones de su padre, una mujer con una hija de ocho meses y un marido mucho mayor que ella que directamente ya no puede más, una familia que habla a los gritos como las familias de los inmigrantes europeos, una que dice que es excluida por pobre y otro que hace plata envuelto en negocios de dudosa legalidad. Una vieja que les estorba pero nunca ha exigido nada. El drama que te hace morir de risa.

“Son las familias rioplatenses, con las bajezas, las contradicciones de amar y dejar tirado a alguien al mismo tiempo –señala Díaz–. ¿Viste cómo sostienen los cuerpos de las mujeres todos los cuidados de la casa? Los hombres sirven para poco en esta obra, y Langsner lo escribió hace 70 años. Todo el mundo, en mayor o en menor medida, se lava las manos. Creo que Nora no se encarga de casi nada, pero en mayor o menor medida el resto de las mujeres sostienen todo, sobre todo Susana. Ella es el estereotipo de la mujer multifunción, superexplotada, el trabajo no remunerado y la esclavitud doméstica. Además de los cuidados de la vejez; en otras culturas son referencia para los demás, acá es un lugar de estorbo y de molestia en forma permanente”.

Así, volvió a Montevideo una obra masiva pero magistral, un ícono cultual y popular. Un pequeño acto de revancha.

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