Mauricio Larriera en la derrota de Peñarol ante Colón de Santa Fe en el estreno de la Copa Libertadores

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Larriera, en una encrucijada: sin fútbol, sin goleador, sin suerte y perdió con un gol de un lateral

Los aurinegros perdieron 2-1 ante Colón y debutaron con derrota en la Libertadores
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05 de abril de 2022 a las 22:10

De la misma forma que cuando a comienzos de 2020, en momentos difíciles para los aurinegros porque el hincha veía como Nacional iba por su bicampeonato y Peñarol se quedaba sin fuerzas futbolísticas para evitarlo, desde la cancha el equipo de Mauricio Larriera empezaba a transmitir algunas señales que generaban expectativas. Respuestas individuales y colectivas hacían creer que atrás de ese momento oscuro de los aurinegros, llegaría una nueva versión. Que solo era cuestión de tiempo. El entrenador repetía la oncena, sus jugadores le respondían, interpretaban en el campo lo que el conductor quería.

Poco después Peñarol se fue corriendo hacia ese lugar y ocurrió lo que se podía presagiar, un 2021 soñado para los aurinegros, con el título del Uruguayo, la semifinal en la Sudamericana y la consagración de Agustín Álvarez Martínez, con 20 años, como goleador del segundo torneo de Conmebol.

Con el listón tan alto y la advertencia de Larriera ante los riesgos de confiarse o dejarse llevar por el triunfalismo, como consecuencia de una campaña que resultó perfecta (en funcionamiento y resultados), esta temporada 2022 se transformó en una particular tortura para los hinchas, que observan cómo se empieza a apagar Peñarol. Y lo que es peor, la forma en que pierde un partido de Copa Libertadores, que se le había planteado cuesta arriba, en el que no había encontrado el punto en el juego para pelear el triunfo. Que pese a ello, un gol de Ceppelini a los 69 minutos lo había puesto en un buen lugar (un punto de visitante en la Copa es un buen resultado). Terminó perdiendo en el último minuto del tiempo reglamentario, con un gol de un saque de lateral, con ocho futbolistas defendiendo ante dos atacantes y con una preocupante pasividad de quienes habitualmente marcan con otra intensidad.

Luis Rodríguez pone el 1-0

Afirmar que este Peñarol se agotó, cuando apenas transcurrieron ocho partidos (en una temporada de no menos de 43 para los aurinegros), sería temerario, aunque las actuaciones y los resultados de los aurinegros (décimos en el Apertura) conducen inevitablemente a ese lugar. Y si no se agotó, porque tiene margen para reaccionar, al menos con este juego el equipo de Larriera definitivamente se empantanó y no puede salir.

Desde todo punto de vista el funcionamiento de los aurinegros es deficitario y expresa sus debilidades, sin disimular que no tiene argumentos para aliviar esta situación.

Peñarol estuvo en la antípodas de aquel equipo que fue y que supo despertar admiración por lo que realizaba en el campo.

El goleador Agustín Álvarez Martínez aparece totalmente desconectado del equipo. No le llega el juego como lo necesita. No requiere mucha fluidez ni exceso de pelotas en el área por partido (si así ocurriera, mejor para el delantero y para el equipo), porque le alcanza con que le dejen al menos una pelota por partido cerca del arco para que pueda hacer lo que tan bien le salía en 2021.

Desde hace más de cuatro meses no hace un gol y eso comenzó a pesar en su estado de ánimo, en la reacciones en el campo y en lo que ocurre en situaciones como la del minuto 60 cuando fue reemplazado, le reclamó al entrenador y reaccionó violentamente lanzando una botella en el banco de suplentes. La ansiedad por la falta de gol y la impotencia por lo que ocurre en el campo se transforma en un cóctel fatal para el goleador.

Ese estado de ánimo y esa tensión se contagian en el campo. Porque si ocurre lo que sucedió a los 29 minutos, cuando Laquintana no le entregó el balón y el delantero respondió con un grito desesperado, los nervios se multiplican, los problemas de funcionamiento se acentúan y se hacen indisimulables.

Además, si del otro lado de la cancha, defensivamente Peñarol tuvo serias dificultades para contener a Colón, el panorama se plantea incorregible.

Peñarol ya no tiene el control en el medio

Que a los 19 minutos Ramón Arias y Elizalde celebraran un gol cuando salvaron en la misma jugada dos pelotas en la línea, es un gran mérito por las acciones individuales, pero reflejan las carencias del equipo para defender luego de un pase largo que lo tomó mal parado al equipo, el Pulga Rodríguez dejó a Dawson tendido en el piso dentro del área grande, se fue acercando al arco como en el fútbol playa y no pudo marcar ante los defensas. Colón había desnudado las carencias defensivas de los aurinegros.

Peñarol extrañó otra vez a Aguirregaray, que se perdió el segundo partido. Busquets cayó en la desesperación de querer tapar agujeros cuando el equipo hacía agua por todos lados.

Peñarol extraña la influencia que solía tener en el juego el capitán Gargano. El volante no mostró la capacidad para llevar al equipo al lugar que quiere, y eso, definitivamente, lo sufre toda la estructura.

La diferencia pudo ser mayor a favor de Colón en el primer tiempo. Sin embargo, por eso que también tiene este equipo de Larriera, a los 68 minutos el juvenil Mansilla, quien recién había ingresado, ganó una pelota y dejó solo a Ceppellini para que empatara, cuando Peñarol estaba lejos de eso.

Finalmente ocurrió lo peor, con el dolor de ver ese gol desde un saque lateral en el minuto 89, con ocho jugadores defendiendo con una actitud pasmosa contra dos atacantes.

Estas situaciones son las que generan inquietud en el funcionamiento y permiten comproba que Peñarol está en caída libre, luego que a Larriera le desarmaran el equipo campeón. Se quedó sin los jugadores que habían entendido la idea del técnico. Las alternativas que utiliza el DT no terminan de encontrar el punto al juego, entonces el aurinegro no tiene fútbol, se apagó el goleador, se le terminó la suerte y en su estreno en la Libertadores perdió con un gol de saque lateral. Todo esto es demasiado contrapeso en este momento en que Peñarol necesita un impulso para salir de una situación incómoda y, lo que es peor, esta vez no hay elementos que fluyan desde el campo de juego que permitan avizorar un cambio. 

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