Este miércoles será la marcha conmemorativa.

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Mujeres uruguayas dedican casi el doble de tiempo que los varones a las tareas del hogar y los cuidados

Ellas pasan más de 35 horas por semana abocadas al trabajo no remunerado, dice una nueva edición de la Encuesta de Uso del Tiempo
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08 de marzo de 2023 a las 05:00

La mesa servida, la cena calentita y pronta para cuando el esposo llega a la casa. La vianda para el niño, un último lavado en el lavarropas aprovechando el solcito, estirar la sábana y cambiarle los pañales al abuelo. “Eso que llamas amor es trabajo”. Es una de las consignas que encabezan varias de las marchas de este 8M. Y en Uruguay promete ser uno de los asuntos de debate en este día de reflexión.

Porque las mujeres uruguayas dedican, en promedio, 35 horas semanales a las tareas del hogar y de cuidados, mientras que los varones solo 20. Así lo revelan los resultados de la última Encuesta de Uso del Tiempo, a los que accedió El Observador y que Inmujeres presentará este miércoles.

“Desde la cultura cristiana para acá las mujeres son las cuidadoras, las que limpian, las que se encargan de la alimentación en el hogar (…) y los resultados de esta encuesta evidencian que esa cultura, esa estructura, sigue instalada en nuestra sociedad”, dice Mónica Bottero, directora de Inmujeres y quien analizará los datos en el acto central del gobierno etiquetado “#ValemosIgual”.

Por eso Bottero defiende la promoción de la corresponsabilidad y de las “nuevas masculinidades”, ese término del que “muchos se burlan pero significa que el varón puede sentirse libre de llorar, de cuidar a los hijos o hacer la cena y eso no los convierte en menos varones”.

En 2007, cuando el Instituto Nacional de Estadísticas realizó la primera encuesta de Uso del Tiempo, las mujeres dedicaban dos tercios de su tiempo laboral a tareas no remuneradas. Los varones, en cambio, solo un tercio; y el resto, era pago. Como consecuencia, ellos obtenían más independencia económica que ellas, mejores chances jubilatorias, más facilidades de ascenso a cargo de decisión. En 2013 se repitió la encuesta y los valores casi no cambiaron. Ahora, en una nueva edición, la foto parecería ser la misma, como esas películas que quedan detenidas en una escena.

“Con tal de obtener independencia económica, más desarrollo, más realización y salida al mercado laboral pago, las mujeres fuimos asumiendo la sobrecarga y siendo penalizadas con más horas de trabajo por semana”, dice la directora de Inmujeres.

Ellas asumen el 55% de la carga global de trabajo (incluyéndose aquí la suma de las labores remuneradas y aquellas que no). Ellos, en cambio, realizan el otro 45%. Otra vez: la escena no se modifica con el correr de las mediciones.

Esta especie de “escena congelada” que casi no cambia con el correr de los años, dice la socióloga Karina Batthyány, es la misma que se repite en América Latina porque “son patrones culturales difíciles de modificar y van al fondo de la división sexual del trabajo: ellas trabajan puertas adentro y ellos puertas afuera”. La experta —profesora titular de Sociología y directora del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales— admite que esta inequidad trae consecuencias “inmediatas y a largo plazo”.

El costo de la desigualdad

“Para la mayoría de políticas públicas, en Uruguay se parte de la base de que las mujeres y los varones somos iguales… pero no somos iguales”, dice la investigadora Batthyány, quien inició los estudios de trabajo no remunerado en Uruguay hace dos décadas. 

El desigual reparto del trabajo no remunerado “debe ser entendido como una desigualdad de derechos, pero también como un problema de negociación a la interna de una pareja, de desigualdad en la responsabilidad de los hijos son de ambos, limitación a la hora de emplearse y elegir el tipo de empleo, menor remuneración, menor representación en los grupos de poder, menor tiempo para ejercer la política, trayectorias laborales discontinuas que empeoran las jubilaciones, desincentivo de la fecundidad y un largo etcétera”.

En ese sentido, dice la profesora de Sociología, solo unos pocos países, sobre todo europeos, lograron achicar la brecha a fuerza de “políticas activas: mejores y más equitativas licencias paternales, cuotas, un sistema de cuidados potente, mejores servicios, la prohibición de penalizar la maternidad en los trabajos, el reconocimiento del trabajo no remunerado en la cotización…”.

La reforma de la seguridad social que está a consideración del Parlamento, y que es uno de los buques insignia del gobierno, “no tiene en cuenta las tareas de cuidados, no considera que la mujer se tiene que encargar del hijo, del adulto mayor y que todo eso implica una inversión de tiempo y dinero que luego no se ve compensada”, señala Batthyány.

Bottero discrepa. “La reforma propuesta es de extensiones de pensiones y jubilaciones, no es de la seguridad social. Se hace con la finalidad de que el déficit no desborde y haga inviable el sistema jubilatorio… se busca reducir ese agujero que está asumiendo el Estado”.

De todas formas, dice la directora de Inmujeres, la reforma jubilatoria “contribuye indirectamente” a las mujeres: porque “pone el foco en las pensiones y jubilaciones más afectadas que son, en su mayoría, de mujeres”.

En esta línea, Bottero es de las que sostiene que “las políticas públicas por sí solas no van a resolver el problema cultural de fondo que lleva a la desigualdad en la repartición del trabajo no remunerado”, aunque sí ve necesario que “la política de género esté cada vez más presente en cualquier política y que el sistema de cuidados esté mejor diseñado pensado con esa lógica”.

Como parte de esta política, el gobierno anunciará este miércoles una línea de trabajo para construir una cuenta satélite que mida el trabajo no remunerado. Eso significa cuánto aporta al producto bruto interno del país el trabajo no remunerado. 

En Argentina, por ejemplo, la última medición de este tipo dio que el aporte del trabajo no remunerado suponía el 16% del PIB, del cual las mujeres son las responsables de casi el 70% de esa “producción”. En Uruguay, según las estimaciones de Bottero y sus técnicos, “es probable que dé una cifra similar”, lo que significa que el aporte del trabajo no remunerado es mayor que el de la industria de la construcción o de las telecomunicaciones.

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