Nadie en la historia fue capaz de igualar sus logros. Su nombre quedó marcado a fuego. Sus hazañas forman parte del recuerdo. Pero la estadística se mantiene intacta y no hay forma de borrarla.
Alberto Camilo Velázquez fue un ganador empedernido. Y luego, con el paso del tiempo, se transformó en un formador de talentos del pedal.
La magnitud de su grandeza la brinda el hecho de que, recién ascendido a primera y con apenas 17 años, tuvo el honor de defender la camiseta de la selección. Como era menor tuvo que pedirle permiso a la madre para competir.
Venía de ser campeón de Persecución de Medio Fondo y Ruta. Y en su debut no falló. Fue al exterior junto con Américo Benítez y ambos ganaron. Desde aquel momento jamás un ciclista ganó tanto con la camiseta celeste.
Nadie conquistó tantas medallas: 13, ganador del Premundial de 1954, 6 Juegos Rioplatenses, muchas victorias en los Panamericanos y 28 campeonatos nacionales. Un fenómeno.
Eduardo J. Ternández lo definió como “un prodigio. Rey en la pista y guapo hasta el hartazgo en la ruta”.
Su historia de amor con el ciclismo comenzó luego de observar en acción a los hermanos Soler. Fue así como se enroló en el equipos Soler Cycles Club que reunía estrellas de la talla de François, Demarco, Sponturno y Cecilio y Luis López. Su ascenso fue vertiginoso. Cuatro años después lo mandaron a la Primera.
Camilo fue a la ruta pero su especialidad era la pista. “En la pista estaba cómodo, como si hubiera nacido y crecido allí. Además tenía una facilidad natural para desplazarme y como comencé a ganar carreras, eso ofició como un estímulo natural”, reconocía.
Su momento de mayor gloria fue cuando en 1953 se corrió el Sudamericano Extra en Montevideo. Se coronó campeón en Persecución individual, por equipos y medio fondo.
Al año siguiente fue a Brasil y volvió a ser triple coronado. Una fiera.
En la Vuelta Ciclista debutó con la camiseta de Colón en 1954. “Eran otros tiempos. Los caminos eran duros, más que corredores eran héroes lo que salían a las rutas. Las imágenes de los diarios de la época mostraban a ciclistas transitando con la bicicleta a hombro por caminos desbordados por las inundaciones.
Velázquez participó en Juegos Olímpicos y Mundiales, venció a Fausto Coppi, un histórico ciclista, y estuvo a punto de integrar el equipo del ídolo italiano.
Su retiro no fue impedimento para que siguiera ligado al pedal. Era imposible que un hombre de su talento y experiencia no trasmitiera sus conocimientos.
Fue entonces cuando se transformó en técnico, integró la escuela de ciclismo y fue un gran formador de ciclistas ganadores. Un histórico. Un ganador como nadie. Alberto Camilo Velázquez tiene un lugar de oro en la historia del ciclismo uruguayo. Hasta ahora nadie fue capaz de igualar sus hazañas.
En 1963, cuando estaba citado para para formar parte de la delegación que representó al país en los Juegos Olímpicos de Japón, Alberto colgó la bicicleta. Ese año la Federación contrató al técnico italiano Proietti con el cual Velázquez no congeniaba. Con el tiempo volvió a competir por el Club Ciclista Maroñas. Cierta vez, cuando montaron la pista de madera en el Cilindro, Velázquez tuvo un accidente que determinó su retiro definitivo.
Velázquez contó que se transformó en velocista gracias a un consejo de Ildefondo Soler. “Allá por 1957 me dijo que debía intentar en otras ramas como la velocidad y el quilómetro. Me comentó que había analizado cómo embalaba y que me acreditaba posibilidades de éxito en esas especialidades”. Dicen que Velázquez no compartía la posición pero como Soler era tan respetado siguió el consejo que lo terminó consagrando.
En Estrellas Deportivas de El Diario, Alberto C. Velázquez comentó que su madre siempre fue su consejera. En oportunidad de su primera salida con la selección su mamá le dijo: “Mire hijo, defender la camiseta deportiva de un país es una cosa seria. Piénselo y si se considera con fuerzas, vaya, compita, pero no se olvide ni un solo segundo que está haciendo algo más que correr en bicicleta, en ese instante usted estará representando a su patria y para eso hay que estar preparado”.
Este artículo formó parte de la serie "Campañas" que semanalmente, entre el 27 de marzo de 2006 y 1° de marzo 2010, publicó El Observador en su edición impresa y que en estos tiempos de encierro permitirán recordar las mejores actuaciones de equipos e individuales en todos los deportes en Uruguay
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