La primera de esas incidencias ocurrió al minuto 5 cuando Ignacio Sosa atacó en diagonal desde su posición de extremo izquierdo encontrando espacios a espaldas de Kevin Amaro.
Enzo Castillo le salió al cruce y se le tiró a los pies a barrerlo. Hubo falta cuando de haber pasado Sosa tenía un defensor por delante para cerrar en la incidencia pero también una opción de pase con Matías Arezo, que estaba referenciando a ese otro marcador.
Es una típica jugada de ataque prometedor que al ser fuera del área se castiga con tarjeta amarilla (si fuera dentro del área se atempera el castigo disciplinario y queda sin sanción de tarjeta).
Quedó claro que Sosa jugó la pelota y que Castillo se interpuso en su camino y lo terminó bajando con el torso, sin violencia alguna, y además la pelota se frena con el brazo de apoyo en el piso.
Esa tempranera amarilla, tal vez, hizo que Matonte, un juez que se caracteriza por dejar jugar, fuera más riguroso de lo habitual a la hora de tarjetear. Pero el fundamento de esa amarilla está en el corte de un ataque prometedor.
A los 14 minutos, varios jugadores de Peñarol protestaron por una fuerte falta de Martín Rabuñal en el área aurinegra cuando el volante central de Liverpool fue en busca de un rebote y llegó tarde. Ahí Matonte no mostró amarilla.
A los 25' Ignacio Sosa reclamó penal en un córner de Peñarol en el que Gonzalo Nápoli cabeceó la pelota y la misma le impactó en un brazo plegado. No era penal de ningún modo.
Pero ahí se vio una tendencia que los jueces deben soportar en cada partido: las desmedidas y absurdas protestas de los jugadores, que se suman, en caliente y dentro del campo, a los climas de presión que se instalan en las previas.
A los 35' fue bien amonestado Kevin Amaro por cortar un nuevo ataque prometedor de Sosa. Matonte fue coherente con su toma de decisiones. El volante de Peñarol fue el mejor del equipo en el primer tiempo junto con Javier Méndez.
A los 42' fue correctamente amonestado Martín Rabuñal que luego peleó con vehemencia dos pelotas divididas en las que Matonte no cobró faltas y la hinchada de Peñarol se le cayó encima.
Liverpool protestó una entrada de Eric Remedi contra la Olímpica como amarilla. No era para tanto. Hubo un contacto con la mano sobre el pectoral de un rival y el jugador acusó un golpe mucho más abajo del torso como si hubiera recibido un fuerte golpe con antebrazo. Estuvo bien Matonte en no sacar amarilla.
También estuvo bien el juez cuando a los 45' Abel Hernández bajó a recuperar una pelota y la sacó de volea cuando Javier Méndez puso la cabeza. El delantero de Liverpool pateo limpia la pelota y el jugador de Peñarol, que fue quien arriesgó al ir con la cabeza, no recibió golpe alguno.
Sobre el final fue bien amonestado Nahuel Herrera por cortar un ataque prometedor en una jugada donde Peñarol quedó algo abierto en defensa, como le había pasado a Liverpool en las amarillas de Castillo y Amaro.
El partido cambió en el segundo tiempo cuando Castillo arriesgó de más al ir a buscar con fuerza e impulso una pelota en las alturas con Arezo.
Llegó primero el de Peñarol punteando la pelota y quedando con los tapones de punta. El defensa de Liverpool lo bajó pegándole en la suela, y llevándose el impacto de los tapones. Fue una jugada de esas donde el que juega primero la pelota tiene las de ganar y el otro, más si tiene amarilla, mucho para perder. Castillo terminó expulsado y la decisión de Matonte es incuestionable porque, además, la vio bien en cancha.
A los 55' Pedro Milans y Brayan Cortés estuvieron al borde del blooper cuando Nicolás Vallejo se escapó entre los dos. Estuvo cerca de hacer penal el golero chileno, pero cuando Vallejo tocó la pelota, el meta la amortiguó con las manos, y el choque entre ambos fue casual y acción de juego, sin existencia de falta alguna.
A los 75' Maximiliano Olivera, omnipresente en las protestas de Peñarol, pidió penal en galopada de Matías Arezo por derecha, concluida con un enganche para la pierna zurda y un remate que fue bloqueado, notablemente, por Kevin Amaro. El defensor tomó la precaución de plegar el brazo contra el cuerpo, el balón le dio en el codo y no hubo ni un milímetro de ampliación del radio defensivo. Fue otra jugada que Matonte vio bien en tiempo real.
Siguiendo la ola de protestas, lo de Javier Méndez a los 76' fue ridículo. Pidió penal por una pelota que dio en el muslo de un rival, bien lejos de su mano. Su forma de protestar, existiendo VAR, fue totalmente desmedida y desubicada. Terminó bien amonestado. }
A los 84' hubo un pequeño error de Matonte: un desborde de Ignacio Sosa que terminó tocando Amaro al córner. Dio saque de meta.
En el alargue el juez se guardó un par de amarillas. Leandro Umpiérrez mereció verla por dura falta a los 96' y Rabuñal, ya amonestado, debió irse a los 117' por una falta de corte, donde no tuvo intención de jugar la pelota.
Entre medio de esas acciones se generó el penal en el que Facundo Bregante metió una mano traicionado por un mal control de Stiven Muhlethaler.
La mano estaba separada del cuerpo y no solo amplió el radio defensivo sino que frenó la trayectoria de la pelota para Jaime Báez que estaba por detrás. Lo raro de la incidencia es que ese freno le permitió a Muhlethaler concluir la jugada con un remate alto.
Pero nuevamente Matonte vio la jugada en tiempo real y cobró penal. La mano existió y era sancionable.
La única intervención que tuvo el VAR, en 120' de juego, fue el adelantamiento de Sebastián Lentinelly en el penal de Leonardo Fernández. Como lo atajó se tuvo que repetir y la intervención del VAR fue correcta.
Es algo que se sanciona desde hace años a nivel local e internacional. De hecho, en octubre de 2021, Gonzalo Bergessio, de Nacional, le tiró tres veces un penal a Nicolás Rossi de Rentistas porque este le atajó los dos primeros remates luego de adelantarse.
Liverpool terminó protestando un penal de Lucas Hernández en un córner en una pelota que lo sorprendió porque los que le saltaron adelante no lograron tocarla.
Nunca puede ser penal ese tipo de mano: brazo pegado al cuerpo, en posición natural (para eso debe estar por encima de la línea de los hombros) y sin ampliar el radio (para eso debe estar separada del cuerpo).
Conclusión: salvo errores mínimos que no influyeron en el resultado del partido, el arbitraje de Matonte fue muy bueno con el valor agregado de que el VAR no lo tuvo que llamar nunca para hacerle revisar incidencias que no vio en tiempo real.
La única intervención del VAR se dio en una acción objetiva donde el juez no tiene incidencia (sí el asistente) y donde se chequeó el adelantamiento del golero en un penal.